🕊: veinticinco

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[leed la nota al final del capítulo, es importante]

Amanece con una opresión en el pecho que le impide respirar. Abre los ojos de golpe, con el corazón acelerado y las gotas de sudor deslizándose por su frente. El móvil sigue en la misma posición que la noche anterior. Raoul duerme tranquilo. Agoney sin pensárselo mucho acaba colgando la videollamada.

Se sienta en el sofá, intentando controlar el latir descontrolado de su corazón. Otra vez ha vuelto a soñarlo. Otra vez le han vuelto a surgir los miedos, las dudas. Se siente insuficiente al lado de Raoul. Es un alma libre. Y él, al fin y al cabo, una puta alma en pena.

Sostiene su cabeza entre las manos. "Eres un puto pringado, Agoney". No deja de escucharlo. Lo siente como si estuviese a su lado. Como si volviese otra vez a aquella noche. Volviendo a ese bucle en el que lleva metido más de 3 años.

—Para —dice en un grito que le desgarra el alma. —Deja de joderme la puta cabeza.

Se arrodilla en el suelo con la cabeza entre las manos. La respiración entrecortada. Los labios agrietados. Tiene miedo. Siente el descontrol apoderarse de su cuerpo.

—Soy un puto pringado —susurra. —No me lo merezco.

Se levanta como puede y se dirige al baño. Ve su reflejo en el espejo. La profundidad de sus ojos ahora adornados por las ojeras de pasar noches en vela. Las lágrimas empañando sus mejillas. No se reconoce.

—Quién coño eres —se susurra.

En un descuido, quizás por el delirio de su propio dolor, destroza el cristal del espejo. Sus nudillos quedan ensangrentados. Su cuerpo se desliza por el frío suelo. Solamente se escuchan sollozos en el piso.

—No puedo más —dice. —Sigue doliendo.

Su móvil vibra en la mesa del salón. Raoul, al otro lado, se ha despertado con la calma abrazando su pecho. Con el calor reconfortante de saber que Agoney poco a poco se va deshaciendo de sus miedos. Espera impaciente a que le conteste. Se muere de ganas de volver a verle esa tarde.

La llamada le lleva directamente al contestador. Tampoco quiere insistir. Ya le llamará más tarde.

Agoney permanece con las piernas pegadas a su cuerpo. Los cristales rotos a su alrededor y la sangre seca en sus nudillos. La oscuridad esta vez le ha abrazado con ganas.

                                        [🕊]
Raoul se pasa toda la tarde intentando llamarle. No recibe respuesta. Está empezando a preocuparse. Lo mismo ha pasado algo.

Vuelve a llamarle por última vez antes de coger el abrigo e ir a su piso. Quizás se está precipitando, pero tiene el presentimiento de que algo no va bien. En cuanto sale del portal, el frío le abraza con fuerza. Camina entre la multitud ajetreada de todos los días. Y mientras se dirige al piso del canario, le sigue llamando aunque todas las llamadas acaben en  el mismo contestador de siempre.

Cuando está delante de la puerta de su portal, le invaden los nervios. Quizás no debería estar ahí. Ni siquiera sabe qué va a decirle. Aún así, con el temblor en sus manos, toca el número de su piso. Espera impaciente, pero tampoco hay respuesta.

Agoney permanece en el baño intentando controlar cada sollozo que sale de sus labios. Escucha el telefonillo. No va a abrirle a nadie. En ese momento lo único que desea es desaparecer. Aunque muy en el fondo, sabe que se trata del chico que le trae de cabeza desde hace varias semanas.

Raoul espera impaciente, y en un intento por tranquilizarse, decide llamar a Miriam. Suena tres veces hasta que lo coge.

—Amiga —su voz suena preocupada. —¿Sabes dónde está Ago?

el chico del metro| ragoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora