Amanecen con las piernas enredadas y la calma abrazándoles a ambos. Agoney es el primero en despertarse. Aún hay cosas que no tiene claras, pero al mirar a Raoul dormido, se da cuenta de que quizás la respuesta está justamente ahí, a su lado.
Se gira, observándole mejor, y con el miedo recorriendo cada centímetro de su cuerpo acerca la mano a una de sus mejillas. Una simple caricia, aunque para él significa un mundo. Raoul sonríe un poco, y ante ese gesto, el canario aparta la mano rápidamente. Le pide disculpas muy bajito, tanto que el rubio apenas le escucha.
Es Raoul el que ahora se acerca un poco más a él, roza sus narices. Agoney cierra los ojos, el corazón latiendole con fuerza dentro del pecho. Teme que el chico que tiene delante lo escuche también. Sin embargo, el rubio parece tener centrada su atención en otra parte de su cuerpo. Levanta la mirada, se miran durante segundos que se asemejan a una eternidad. Tanto Raoul como Agoney están muertos de miedo. Y es que o puede salir muy bien o puede salir muy mal.
—Raoul —susurra Agoney, tan bajito que el rubio apenas le escucha. —No sé si deberíamos.
—¿Que no deberíamos qué? —le pregunta, acercándose más a él si es posible.
Agoney nota el latir de su corazón en sus oídos. Le observa durante unos segundos, y por un momento, por un lapsus de tiempo, ve su cara. La cara de la persona que le arruinó la vida. El canario se aparta de golpe, bajo la atenta mirada de un Raoul confundido. Agoney se siente abrumado, y en cambio el rubio no deja de repetirse que se ha precipitado, que todo es culpa suya.
Agoney abre la puerta de la habitación y se dirige al salón con las manos en la cabeza. No va a volver a ser el mismo de antes. No va a poder volver a querer bien si los monstruos del pasado no dejan de perseguirle allá donde va. Infundiéndole miedo. Raoul se arrodilla con él en el suelo. Se arrepiente.
—Ago, lo siento muchísimo —le dice.
Agoney niega con la cabeza repetidas veces. La culpa es únicamente suya.
—No puedo darte lo que tú quieres, Raoul. —le dice sin mirarle.
Raoul frunce el ceño al escucharle. No sabe a qué viene todo aquello.
—¿A qué te refieres?
El canario suspira agotado.
—No puedo quererte bien. No voy a poder devolverte el cariño que tú me das porque estoy roto, porque cuando creo que esta vez voy a dejarme llevar, vuelve a aparecer. Y aún sigue doliendo.
El rubio le acaricia la nuca. Agoney le rechaza enseguida.
—No podemos seguir con esto —le dice.
—Agoney, escúchame —le dice empezando a sentir el nudo en su garganta. —Vamos a poder superar esto los dos, y si soy yo el que tiene que poner más de su parte en esto, pues lo haré, pero me niego a que se termine.
—¿Te estás escuchando? No quiero esto, Raoul. Te acabará cansando el ver que yo no puedo darte lo mismo, que nunca te voy a querer bien como quizás tú lo hagas conmigo. Esto no nos sirve a ninguno.
Raoul siente las lágrimas retenidas en sus ojos.
—No me jodas. —le dice, tragándose el nudo en la garganta. —No hemos luchado tanto para que ahora me digas esto. Creo que no me lo merezco. Y tú tampoco.
—Joder, Raoul. No te quiero, ¿vale? —dice elevando la voz. —Y nunca podré hacerlo. Así que hazme el favor de marcharte, de olvidarte de mí.
—¿Cómo pretendes que me olvide de ti si ahora mismo eres lo que más se asemeja a un hogar para mí? —le dice, importándole una mierda las lágrimas que se deslizan por sus mejillas.
—¿Pero tú me oíste? —le pregunta, elevando aún más la voz. —Que no te quiero, Raoul.
—Conmigo no te sirve mentir —le dice, en un susurro.
—Dime, ¿qué coño esperas de esto? —le espeta con rabia. —No vamos a follar nunca, ni voy a dejar que me toques porque me voy a acordar de él, porque me da miedo que lo hagan, me da miedo recordar y pasar por toda esa mierda otra vez. Así que márchate antes de que sea todo más difícil. Antes de que tengas que lidiar tú también conmigo.
—¿Sabes cuál es el puto problema, Agoney? —dice elevando la voz. —Que lamentablemente me he pillado por ti como un gilipollas y ya es tarde para que me digas todo esto, porque incluso sabiendo que ibas a necesitar tiempo, he seguido aquí y no me he rendido contigo, así que deja de comportarte como si tú no sintieras nada porque sabes que es mentira.
—¿Que es mentira? —ríe amargamente. —No siento nada por ti más allá de una simple atracción física, de las ganas que tengo de echar un polvo y acabar con toda esta mierda. No me interesas, Raoul. Y no lo harás nunca. Así que vuelve otra vez a tu vida sin sentido y preocúpate de recuperar el contacto con tus padres.
Raoul abre la boca, incrédulo. Aquello era lo último que esperaba escuchar esa mañana. La gota que volcó el vaso.
—¿Pero quién cojones te crees que eres? —le suelta. —Que estés jodido no significa que tengas que joder también a los demás.
El rubio hace una pausa para tomar aire. Está a punto de perder los papeles.
—Espero que no vuelvas a buscarme, porque te juro Agoney Hernández, que como lo hagas, me pierdes definitivamente para siempre.
Dicho eso, Raoul recoge sus cosas y dando un portazo, con el corazón hecho pedazos y las últimas palabras del canario dando vueltas en su cabeza, se marcha de allí. Una vez dentro del ascensor, se echa a llorar. Apenas puede callar los sollozos que salen de sus labios y frenar las lágrimas que en ocasiones le ahogan. Sale del ascensor con el nudo en la garganta, y sin mirar atrás, sin la mínima esperanza de que Agoney corra tras él, abandona el edificio.
Agoney no se ha movido apenas del sitio en el que estaba cuando Raoul se marchó. Siente la soga apretándole con fuerza alrededor del cuello. Recuerda el dolor en los ojos de Raoul antes de irse. Las lágrimas deslizándose por sus mejillas para acabar muriendo en sus labios. En el fondo sabe que se ha equivocado, y que probablemente se arrepentirá toda la vida de ello, pero nunca iba a quererle bien. Nunca iba a poder ser capaz de tocarle sin sentir luego que ha hecho mal. Y Raoul no se lo merece. Se merece algo muchísimo mejor que ese infierno.
"Sabiendo que necesitabas tiempo, he seguido aquí y no me he rendido contigo" No deja de repetírselo. No deja de escuchar lo rota que se sintió su voz cuando se lo dijo.
Se dirige a su habitación y se sienta en la cama. Aún huele a él. Aún recuerda el calor de su cuerpo, de sus caricias lentas. Coge el móvil sin pensarlo y espera impaciente a que conteste.
—¿Qué pasa, Ago? —le pregunta con su característico acento.
—La he cagado, Miriam. —dice a punto de romperse. —Y creo que esta vez no hay vuelta atrás.
Nota de la autora:
Al final la inspiración ha vuelto a mí más pronto de lo que imaginaba. Sé que quizás no es para nada lo que os esperabais teniendo en cuenta que el capítulo anterior fue muchísimo más bonito, pero os aviso que a la historia le quedarán 3-4 capítulos más y habrán algunos giros inesperados. Creo que ya va siendo hora de que le ponga fin.Aprovecho todo esto para preguntaros si habéis escuchado libertad y cuál es vuestra canción fav si podéis elegir. Está clarísimo que no se puede pero como algunas sois de decisión fácil pues os lo pregunto.
Nos leemos muy pronto, y gracias por esperar💖.
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el chico del metro| ragoney
Fiksi Penggemar22:00 p.m. Último metro. Miradas cómplices. Y quedarse con las ganas.