La mañana del 3 de marzo amanece nublada. El frío que entra por la ventana recorre su cuerpo. Lleva noches en las que las pesadillas son cada vez más frecuentes, más reales. Al parecer contarlo no le ha ayudado a superarlo. O tal vez no ha hecho más que volver a reabrir la herida que tanto le costó fingir que había cerrado del todo.
Se incorpora en la cama. Sigue sin hablarse con Raoul. Y la culpa le está destrozando la cabeza. Ya no quiere estar triste. Ya no quiere seguir alejando a más gente de su vida.
[🕊]
Miriam le escribe a eso de las 15:00 de la tarde. Un simple "nos vemos en la cafetería de siempre, tengo que hablar contigo" hace que le invadan los miedos. Quizás la gallega se ha dado cuenta de que no merece la pena. Que va a alejarse de él.Aún así, no deja que el miedo le domine. Hace un esfuerzo por salir de la cama, levantar las persianas y darse una ducha. Mientras se viste, ve su reflejo en el espejo. Ve lo roto que está, las ojeras visibles bajo sus ojos de noches que ha permanecido en vela. Intenta no pensarlo mucho. No dejar que la inseguridad se adentre en su cabeza. Aunque permanece allí unos cuantos minutos.
Mirándose.
[🕊]
Entra en la cafetería con las manos congeladas y el corazón acelerado. Busca a Miriam en la mesa de siempre, cerca del gran ventanal. No la ve. Y está a punto de mandarle un mensaje cuando ve a Raoul entrar. Nota el latir revolucionado de su corazón. La manera en la que se le ha secado la boca de golpe.Raoul mira en su dirección por pura casualidad, y sus miradas se encuentran. Ni siquiera sabe qué hace allí. Aunque por dentro siente un huracán de emociones. Quiere largarse, pero a la vez se muere de ganas por preguntarle cómo está. Estar cerca suya aunque acabe alejándole otra vez. Aunque vuelva a echarle en cara mil cosas.
No saben si acercarse o dejarse ir. Agoney sabe que se deben una conversación. Pero tampoco sabe de dónde va a sacar las palabras adecuadas. O si por el contrario se convertirá en el discurso barato que está acostumbrado a dar siempre que se aleja. Con Raoul no quiere seguir fingiendo.
—¿Podemos hablar? —se atreve a preguntarle.
Raoul cree no haberle oído bien cuando le habla. Le hace repetirlo para asegurarse. Y ambos se sientan en la mesa del gran ventanal, con unas vistas a la ciudad que dejarían embobado a cualquiera.
—Te escucho —le dice después de unos minutos de silencio.
Agoney carraspea. Intenta aclarar sus pensamientos. Le está agobiando no encontrar las palabras justas.
—Fui un gilipollas, Raoul. Y me arrepiento muchísimo de todo lo que te dije. No lo pienso de verdad —dice y hace una breve pausa. —Me invadieron los miedos de pensar que nunca sería capaz de dejar que me tocaras, que quizás nunca iba a estar bien.
El rubio le escucha atento, y le invita a seguir hablando.
—Hace unos días hablé sobre lo que me pasó con Miriam, toqué fondo de verdad. Pero a la vez me liberé de esa sensación que llevaba años oprimiéndome el pecho. Y lo siento mucho. Ojalá hubiese hecho las cosas de otra manera contigo.
Raoul siente un pinchazo en el pecho cuando ve el brillo en sus ojos. Las lágrimas que está reteniendo.
—No voy a fingir que no me dolió lo que me dijiste porque te estaría mintiendo, pero en el fondo quería creer que no ibas en serio —dice y hace una breve pausa. —Tienes que ser sincero conmigo, Ago. Pero si vas a alejarme siempre que avanzamos, no voy a ser capaz de soportarlo.
Agoney asiente. Está dispuesto abrirse. No quiere seguir callándose.
—Te dije que no volvieras a buscarme, pero al parecer el destino no está de nuestra parte —comenta el rubio después de unos segundos.
El canario le dedica una sonrisa que Raoul desearía poder guardar para siempre.
—Quiero estar bien —le dice. —Pero lo mismo debería contarte algo. Más para liberarme que otra cosa.
Raoul le hace un gesto para que empiece hablar. El canario siente su cuerpo temblar ligeramente.
—Desde que me pasó aquello, todas las noches lo sueño. Y últimamente no dejan de parecerme reales. Siento sus manos en mi cuello, los susurros y los gritos a partes iguales. Lo siento aquí —dice y se señala el pecho. —Y duele muchísimo. Me ahoga.
A Raoul se le hace añicos el corazón cuando al final de la frase se le quiebra la voz. No sabe qué hacer ni qué decirle. Si al menos se dejara abrazar, todo sería más fácil.
—Estoy jodidamente roto —es lo único que dice.
—Quizás si dejaras de decirte a ti mismo que estás roto podrías empezar a sanar, ¿no crees?
Ambos se miran durante segundos que se asemejan a una eternidad. Ya no tienen nada más qué decirse. Agoney ve a Raoul levantarse. Va a irse. Y sabe que si no se lo impide, va a perderlo para siempre porque no será capaz de buscarlo una vez más.
Estira el brazo para atrapar su muñeca en un intento por frenarlo. Raoul siente el calor que desprende. El tacto de sus dedos. Piel con piel.
—Creo que no sería capaz de perdonarme si te marchas —le confiesa.
El corazón de Raoul se salta un latido. Late revolucionado dentro de su pecho. Y el contacto con su piel le impide pensar con claridad. Buscar las palabras idóneas para no sonar como un completo gilipollas. Para que no se le note que se está muriendo de nervios.
—Ago —el canario siente su corazón estrujarse con fuerza. —Tienes que prometerme que te vas a dejar ayudar.
Agoney asiente. Aunque no se lo promete. No sabe si será capaz de cumplirlo.
Le va a costar la vida dejarse llevar sin que el miedo se interponga. Sin que la inseguridad le destroce la cabeza y le haga pensar que nunca le van a querer bien. Sin que le tiemble hasta el alma cuando le toque. Pero quiere hacerlo porque no sería capaz de perdonarse nunca si lo pierde.
—Poco a poco, ¿vale? —le dice.
A Raoul le es suficiente. Se pone a la altura de su rostro y lo acuna entre sus manos. Agoney cierra los ojos, abrumado por su cercanía. Aunque a su vez, siente una sensación de paz que le reconforta.
Juntan sus frentes. Ambos con los ojos cerrados. Y permanecen así varios minutos. Sin importarles lo que pueda llegar a pensar la gente que les está mirando en ese momento.
—Vamos a estar bien —le susurra Raoul.
Lo estarán.
Quizás es cuestión de tiempo que las cosas empiecen a cambiar.
O a avanzar.
Ya no lo saben bien.
Nota de la autora:
Sé que es tarde y que tendría que haber actualizado ayer, pero me lo perdonáis porque al menos las cosas parecen estar bien en este capítulo. Prometo que intentaré actualizar los días que debería hacerlo, aunque también os digo que se me olvida porque no sé ni en qué día vivo.Nos leemos pronto 💛
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el chico del metro| ragoney
Fanfiction22:00 p.m. Último metro. Miradas cómplices. Y quedarse con las ganas.