🕊: seis

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Lleva más de 5 horas metido en la biblioteca, memorizando una y otra vez todos los puntos del tema de cultura musical que más le cuesta. Está agotado mentalmente, por lo que cuando se asegura de que en el reloj marcan las 22:00, recoge todo y se adentra en la estación.

Le busca en cada línea, por si acaso, y su corazón se salta un latido cuando le ve allí cantando. En la misma de siempre. El rubio también se ha dado cuenta de su presencia, y en medio de la canción, sonríe. Agoney cree que va a desmayarse allí mismo.

Cuando termina de cantar, la gente aplaude eufórica. Hay más gente que ayer. Y en parte, puede percibir la felicidad que irradia Raoul a través de sus ojos.

—¿Te ha gustado? —le pregunta cuando ya ha recogido y se acerca a él.

—Muchísimo, ya te dije que cantas muy bien —contesta el canario y se mete las manos dentro del bolsillo de su sudadera, nervioso.

—Tú no eres de por aquí, ¿no? —dice y hace una pausa. —Por tu acento digo.

Agoney sonríe. Por primera vez en todo el día.

—Soy de canarias.

—Ya sabía yo que ese acento me sonaba de algo —dice y le mira atento. —Aún no me has dicho tu nombre.

—Agoney.

Raoul sonríe tanto que la sonrisa llega hasta sus ojos.

—Tienes un nombre muy peculiar eh.

—Me lo suelen decir mucho.

Ambos permanecen mirándose unos segundos, aunque es el canario el primero en apartar la mirada. Tiene miedo de lo que pueda estar pensando de él. De que mirándole se de cuenta de que está roto por dentro.

—Bueno tengo que irme, voy a perder el metro —dice y carraspea un poco.

—Y yo que iba a invitarte a dar una vuelta —contesta Raoul y chasquea la lengua.

joder. joder. joder.

Lo mismo podríamos quedar otro día, ¿no? Pero que no sea en la estación—dice y espera su respuesta, más nervioso de lo normal.

No sabe de dónde ha sacado la valentía para preguntárselo, pero por la expresión en el rostro de Raoul, sabe que ha merecido la pena arriesgarse.

—¿Haces algo el fin de semana? —le pregunta.

—Estoy libre —contesta el canario.

—Pues ya tienes planes, te dejo mi número y me escribes, para ver lo que hacemos —dice y apunta su número en el dorso de su mano.

Agoney siente un escalofrío cuando las yemas de sus dedos le acarician. Raoul también lo ha notado, y se separa nada más terminar de escribir. Nervioso.

—Pues...ya nos veremos —dice el rubio y se gira para subir las escaleras que le llevan a la parte de arriba de la estación.

No sabe qué ha sido eso. Ni la sensación que ha tenido cuando le ha tocado. Pero por primera vez, tiene ganas de dejarse llevar. De volver a vivir otra vez. De tener la sensación de libertad que lleva años sin sentir.

Esa sensación que le arrebataron de golpe.

A tragos, a tragos. La garganta llena de hiel.

Nota de la autora:
Aquí tenéis el capítulo. Es probable que mañana suba otro, aunque no os prometo nada.

Cuidaos mucho, nos leemos pronto 💛

el chico del metro| ragoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora