🕊: veintisiete

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[leed la nota al final del capítulo].

Miriam a su lado permanece seria. Le ha escuchado atentamente desde que el canario la invitó a sentarse en su sofá. Y ahora que sabe la historia, no sabe ni qué decirle.

—Ago, eres consciente de que esta vez no voy a poder ayudarte, ¿no? —le dice después de unos segundos de silencio.

—Lo sé, solamente quería que alguien me escuchase —se sincera. —Sé que la cagué con él, que no tendría que haberle soltado todo aquello. Pero me pudieron los miedos de siempre, y esto no iba a ser fácil para ninguno de los dos. Raoul se merece algo mejor, Miriam.

—Escúchame, Raoul te quiere. Se ha pillado de ti y eso es evidente, de la misma forma que tú te has pillado de él y conmigo no te sirve negarlo —le dice y hace una pausa antes de continuar. —Te has equivocado con él, Ago. Pero lamentablemente el daño ya está hecho.

—¿Y ahora qué hago? —pregunta empezando a agobiarse. La situación para él tampoco es fácil.

—Ahora ya no puedes hacer nada. El chaval te ha dejado claro que no quiere que le busques más o vas a perderle para siempre, así que yo que tú me quedaría quieto, intentaría olvidarlo,  y si algún día reúnes las agallas suficientes para disculparte, pues lo haces.

—Joder, Miriam —dice y suspira, agotado. —Es que soy gilipollas.

—No te lo voy a negar —dice y le dedica una leve sonrisa. —Pero también entiendo tu parte, te han podido los miedos, sigues pensando que nunca vas a ser capaz de querer bien cuando la realidad es que sí que puedes, porque vas a superarlo tarde o temprano. Y porque si te quieren bien, si te sientes cómodo con esa persona, los miedos te van a dar un poco igual. Eres la mejor persona que he conocido nunca, Ago, pero tienes que superarlo, y si no puedes solo, al menos vuelve a hablar con la psicóloga. Te vendrá bien.

Agoney ni siquiera asiente, en cambio, por primera vez desde que Raoul se marchó, se permite llorar. Miriam lo acoge en sus brazos, dejándole pequeñas caricias en la espalda. El canario llora de impotencia, pero sobre todo llora de miedo, porque en el fondo sabe que ya le ha perdido para siempre. Que ya no estará ahí.

—La cagué muchísimo, Miriam —dice con un hilo de voz. —Lo perdí.

Miriam vuelve a abrazarle con fuerza. Deja que se desahogue en ella. Que deje salir todo aquello que lleva tiempo queriendo liberar.

—Ago, escúchame —le pide la gallega apartándole despacio de su hombro. —Tienes que sanarte, salir de ese bucle y cerrar heridas. No te mereces volver a caer en esta mierda. Te mereces ser feliz, ¿vale?

El canario esta vez asiente, tragándose las lágrimas. Sabe que el proceso va a costar lo suyo, que salir de ese pozo en el que lleva metido más de 3 años no va a ser fácil, que le va a costar media vida dejar que le toquen, que le quieran, pero esta vez lo tiene claro.

—Lo haré, te lo prometo —le dice.

[🕊]
Se despierta un poco desorientado. Ni siquiera sabe si sigue en el mismo año que hace unas horas o si por el contrario ya está en el siguiente. La siesta le ha venido bien. Por primera vez no ha soñado nada que le robe el aliento.

Se levanta de la cama y se dirige al baño. Ve su reflejo en el espejo un poco distorsionado. Aún le faltan trozos. Aún recuerda cómo Raoul se quedó con él incluso cuando ni él mismo se hubiese soportado. Recuerda la calidez con la que le cogió las manos para curárselas. La manera en la que su corazón cruzó la calle sin mirar aquel día para entregarse completamente. Porque aunque no lo vaya a admitir nunca en voz alta, se ha pillado del chico del metro. De lo mucho que brillan sus ojos cuando cuenta algo que le hace ilusión, de sus manos en el piano y la calidez de su voz. Se ha pillado completamente como un puto gilipollas y encima lo ha mandado todo a la mierda en un segundo. Todo por el miedo que le paraliza siempre, que lo tiene enjaulado.

—Vas a estar bien —se susurra frente al espejo. —Estaremos bien.

Cierra los ojos con fuerza. Respira profundamente. Esa es su promesa. La promesa que tendría que haber cumplido hace años. Y que en cambio solamente ahora ha cobrado sentido. Porque se ha cansado de estar siempre mal por todo, de limitarse, de no dejar que le quieran bien por el miedo que le provoca su propia situación. Por los fantasmas del pasado.

Sin pensarlo mucho -porque sabe que se va a arrepentir- coge su móvil y busca entre sus contactos el nombre de Raoul. Quizás después de eso lo pierda definitivamente para siempre, pero si quiere sanarse, debe disculparse primero. Sobre todo con él.

Le tiemblan las manos cuando empieza a escribir. Tiene que pedirse a sí mismo que se relaje. Que todo va a estar bien.

Agoney: Raoul, sé que hice las cosas mal contigo, que no te merecías escuchar lo que te solté. Te prometo que voy a sanarme, y esta vez de verdad. Me he cansado de ser una puta causa perdida. Y lamentablemente me he dado cuenta tarde de que contigo he tenido más que suerte. A lo mejor ni siquiera lees esto, lo entendería, pero si lo lees, no hace falta ni que me contestes. No me lo merezco. Ojalá volvamos a coincidir, sea aquí o en otra vida. Contigo siempre me sentiré en casa. Cuídate mucho, ¿vale?

Lo envía con el corazón latiéndole con fuerza dentro del pecho. Ha sido capaz de hacerlo. Y si sale mal, al menos habrá valido la pena intentarlo. Esta vez quiere salvarse a él. Curar las heridas del pasado que aún le impiden dormir, que le roban el aliento en un descuido. Y lamentablemente no puede estar bien con los demás si consigo mismo no lo está.

Sabe que Raoul y él se volverán a encontrar. Madrid a pesar de ser inmensa, siempre busca la manera de que dos personas coincidan.

Ellos no serán la excepción.



Nota de la autora:
Creo que no hace falta ni que lo diga pero este es el último capítulo de la historia. Subiré el epílogo en unos días, probablemente el miércoles o el domingo de la semana que viene. Quizás ni siquiera os esperabais que acabara así, aunque, ¿qué creéis qué pasará más adelante? Os leo si me queréis dejar vuestra opinión.

Gracias por tener paciencia y por vuestros comentarios. Me hace un montón de ilusión que la historia os esté/haya gustado.

Nos leemos muy pronto 💖.

el chico del metro| ragoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora