—¿Qué traes en esta caja, un muerto?— me preguntó una voz masculina que no esperaba oír de nuevo tan pronto.
Me incorporé de inmediato y sentí como los nervios se apoderaban de mí, demasiado rápido para mi gusto.
—No— le respondí rápidamente, sin pensar demasiado mi respuesta.
—¡Qué suerte!— Exclamó Alex, sarcásticamente, y dejó la caja en el piso—. ¿Vas a ayudarnos, princesa? ¿O prefieres dormir un poco más?
—Me acabo de acostar— me defendí rápidamente—. Y no me digas princesa.
—Ya veo, princesa.
Rodé los ojos y me dirigí a la puerta sin decir nada, pero él estiró su brazo frente a mí y se agarró al marco de la puerta, impidiéndome salir.
—¿No querías que ayudara?— le pregunté, atreviéndome a mirarlo a los ojos por primera vez.
Sus ojos eran de color verde mezclado con marrón y me parecían fascinantes. Alex frunció el ceño y yo salí de mi ensimismamiento.
—Estás diferente, Wendy— dijo, pronunciando mi nombre como si fuera algo extraño.
—¿Diferente en qué sentido?
Era algo lógico que estuviéramos diferentes, no nos veíamos desde niños, pero algo me decía que él no se refería solo a eso, y su forma de mirarme lo confirmaba.
—Diferente sexi— me respondió de lo más tranquilo.
Miré al suelo sin saber qué decir, su altura y su intensa mirada me intimidaban todavía más de tan cerca. Volví a levantar la mirada y lo vi sonriendo.
—Vos también estás diferente— le dije y él lamió sus labios.
—¿Sexi?— me preguntó con una sonrisa y se acercó un paso más a mí, agachándose hasta estar casi a mi altura.
Alex realmente estaba disfrutando al ponerme nerviosa.
—Sí, diferente sexi— dije, sorprendiéndome hasta a mí misma.
Su sonrisa se ensanchó y su vista fue a pararse sobre mis labios, entonces se alejó de mí.
—Ya lo sabía— alardeó él.
—Y modesto— murmuré.
—Me acuerdo de cuando éramos niños y te molestaba, era muy divertido— me dijo.
—Divertido solo para vos— respondí y crucé los brazos sobre mi pecho.
—Estaba jugando, la verdad me gustabas mucho, pero no me atrevía a decírtelo— me confesó.
—¿Qué?— le pregunté sorprendida.
—Tranquila, eso no va a volver a pasar. No es que no seas linda, solo no eres mi tipo.
Apenas estábamos volviendo a hablar y ya me decía que no era su tipo, ¿quién se creía que era? Ni siquiera se lo había preguntado, ni tampoco me importaba lo que pensara un egocéntrico de mí.
—No te preocupes, no sé si tenga un tipo, pero te aseguro que tú no lo eres— respondí—. Los prefiero más modestos.
Alex lamió sus labios lentamente y luego sonrió con superioridad.
—Claro— dijo como si no me creyera nada y se agachó en mi dirección—. Eso no es lo que decían hoy tus ojos sobre mí, princesa.
—¿De qué hablas?— le pregunté y sentí como mis mejillas se encendían. Me estaba delatando sola.
Alex rió y salió del cuarto, después se giró en mi dirección y me miró de arriba a abajo.
—Entonces, ¿vas a ayudar?
Salí del cuarto gruñendo, y dándole la espalda me dirigí a la escalera. Alex soltó una sonora carcajada y yo volví a rodar los ojos con exasperación, aunque no me estuviera viendo.
Empezamos mal.
***
Eran las nueve y media de la noche y yo seguía acomodando mis cosas. Tenía mucha hambre, pero no podía quejarme porque no era mi casa.
Alguien llamó a la puerta e instantáneamente pensé en Alex, pero al darme vuelta me encontré a mi madre observándome con una gran sonrisa. Hacía mucho tiempo que no la veía tan tranquila y feliz.
—Que precioso cuarto, Wen— me dijo.
—Está hermoso— coincidí con ella.
—Vamos a comer pizza, ¿vienes?— me preguntó luego de inspeccionar mi nuevo cuarto.
—¡Por favor!
Seguí a mi mamá hasta la sala de estar y me senté a su lado en el sofá. Alex estaba sentado justo frente a nosotras y sus ojos estaban puestos en mí sin ningún intento de disimularlo. Me removí nerviosa y solo entonces sonrió y dejó de mirarme.
—Sarah, estábamos hablando de que deberíamos festejar esta nueva etapa de alguna forma— le comentó Gustavo a mi madre y ella lo miró con atención, asintiendo.
—Pensamos en que deberíamos salir el sábado— continuó Ana.
Esa idea me gustaba, ya hasta estaba imaginando a dónde iríamos. Tenía ganas de salir y conocer un poco el lugar.
—Pero solamente nosotros cuatro— agregó Ana—. Podemos ir a comer y después al casino, como en los viejos tiempos.
Mi cara posiblemente había cambiado, porque Ana me miró y enseguida volvió a hablar:
—Ustedes pueden ver una película, formar una linda amistad— nos recomendó a Alex y a mí.
—Y de paso nos pintamos las uñas— bromeó Alex y yo aguanté la risa.
—Alexander— lo llamó su padre con tono autoritario.
—Solo bromeo, eso de ver películas suena bien— aseguró mirándome y yo percibí un doble sentido en su voz.
—¿Wendy?— me habló Ana y yo la miré.
—Sí, es un buen plan— acepté, todavía sentía la mirada de Alex sobre mí.
Un momento después la conversación se volvió más animada, empezamos a recordar cosas de hace años y no podíamos dejar de reír. Alex y yo cruzamos miradas un par de veces mientras reíamos y solo podía pensar en lo lindo que se veía riendo.
—Entonces, dime, Wendy, ¿has tenido novio?— me preguntó Ana inesperadamente, cuando la conversación ya era más tranquila.
Empecé a masticar más rápido la pizza para poder responderle, aunque no me gustaba hablar de eso. Sentía que todos me miraban expectantes y era muy incómodo.
—La verdad todavía no— admití. Si alguno esperaba alguna otra respuesta, había quedado decepcionado.
Alex soltó una risita y Ana le advirtió con la mirada.
—Con lo hermosa que eres estoy segura de que cuando empiecen las clases vas a tener muchos pretendientes— me aseguró Ana.
—Muchas gracias— le dije tímidamente, aunque, la verdad, esa era la menor de mis preocupaciones.
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Tú me completas
Teen FictionPor culpa de su hermano, la dulce Wendy termina viviendo en casa de Alex, el chico que no ve desde niños y que, para ella, tiene los ojos más hermosos que ha visto. Wendy sabe desde el principio que Alex le traerá problemas, y cuando la cosa empiec...