Pasé una mañana hermosa, calentita debajo del gran buzo de Alex y eso sumado a su perfume hacía que aguantar dos horas a la aburrida profesora de filosofía no estuviera tan mal.
Lucía me hizo miles de preguntas y no se creía que yo le hubiera robado el buzo a Alex, sino que juraba que estábamos perdidamente enamorados y así es como quería hacerlo saber.
Salí del liceo cerca del mediodía, el día seguía igual de gris que en la mañana. Me despedí de Lucía y empecé a caminar mirando el cielo.
Alex estaba sentado en un muro, esperándome, y algunas chicas se giraban a verlo cuando pasaban a su lado. Empecé a acercarme a él sigilosamente con la intención de asustarlo, pero como siempre pudo predecir mis movimientos.
—Ya sé que estás ahí— habló en un tono neutro y yo me detuve.
Tenía ojos en la espalda, estaba segura, y ya comenzaba a asustarme.
—¿Cómo supiste?— le pregunté.
—Te sentí.
—¿Me sentiste? ¿Qué quieres decir?
Él bajó del muro de un salto y recién entonces me miró a los ojos.
—Un mago nunca revela sus secretos, princesa.
—¡Ay, por favor!— exclamé.
Alex empezó a caminar tranquilo, con las manos en los bolsillos, y yo lo seguí, indignada y agitando los brazos como una niña caprichosa.
—Me estás ignorando— le recriminé—. ¡Y camina más lento, estás yendo muy rápido!
Alex disminuyó la velocidad y cuando llegué a su lado me sonrió, divertido.
—Tienes las piernas muy cortas— bromeó.
—No, tú tienes las piernas muy largas.
—Como digas— respondió y volvió la vista al frente.
Metí las manos en el bolsillo del buzo y me dispuse a seguir caminando en silencio, pero eso no era lo mío.
—Tu buzo es muy cómodo, me gusta mucho. Así que vas a tener que despedirte de él, porque no vas a volver a verlo— le advertí y él me miró.
—Entonces vas a tener que prepararte para que te lo saque a la fuerza— añadió.
—¿Me estás amenazando?
—Es una advertencia— replicó.
—Es lo mismo.
—No es lo mismo.
—Como digas— me rendí y rodé los ojos con exasperación.
Al parecer, Alex y yo amábamos llevarnos la contra constantemente.
—Gracias— me dijo, satisfecho, y sonrió.
Alex volvió a concentrarse en el camino, pero sin dejar de sonreír, y se veía tan atractivo. Tenía un perfil espectacular. Sus ojos, sus pestañas, sus labios, su mandíbula, todo parecía ser perfecto.
—¿Qué?— preguntó de repente, estaba viéndome fijamente y debido a mi ensimismamiento no lo había notado.
Si no decía algo iba a parecer la peor de sus acosadoras.
—Me estaba preguntando dónde ibas a hacerte la perforación— respondí.
—En el labio.
—Amo los aritos en el labio— le comenté, y era en serio. A mi parecer se veían muy atractivos.
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Tú me completas
Teen FictionPor culpa de su hermano, la dulce Wendy termina viviendo en casa de Alex, el chico que no ve desde niños y que, para ella, tiene los ojos más hermosos que ha visto. Wendy sabe desde el principio que Alex le traerá problemas, y cuando la cosa empiec...