Capítulo 30

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Lo único que se escuchaba en la playa era el ruido de las olas, Simón y yo estábamos completamente solos. Generalmente esa soledad en un lugar así y de noche me daría miedo, pero en ese momento no me importaba en lo más mínimo.

En el camino me había comido mis papas fritas y cuando metí la mano en la bolsa noté que ya no me quedaban, así que dejé la bolsa a un lado y subí las piernas al asiento, me recosté en él y miré por la ventana. El lugar y la compañía me transmitían mucha paz, la que necesitaba.

-Wen- me llamó Simón y yo lo miré-. ¿Papas?

-Gracias- agarré un par de papas de su bolsa.

-Ahora me debes algo- me dijo con una sonrisa.

-¿Así funcionan las cosas?- sonreí.

-Para mí sí- respondió y se acercó a mí-. Voy a besarte- me avisó y esperó unos segundos para ver si yo me negaba o hacía algo para impedirlo.

Al no negarme agarró mi cara entre sus dos manos y me acercó hasta apoyar sus labios en los míos. El beso era suave, dulce, parecía querer demostrarme lo que sentía en un beso.

No podía hacerle eso, él no se merecía salir lastimado. El beso era muy lindo, pero no sentía lo mismo que cuando Alex me besaba, me tocaba o simplemente se me acercaba demasiado.

Me alejé de él sin mirarlo a los ojos.

-No puedo hacerte esto- hablé-. Eres un chico increíble, no lo dudo, pero yo estoy enamorada de Alex y no quiero lastimarte.

-Lo entiendo, Wendy, y puedo esperar todo el tiempo que necesites- me aseguró.

Yo no sabía si quería que él me esperara. Me sentía presionada, sí, era muy egoísta pensar así, pero sentía que si no llegábamos a ser nada le iba a fallar de alguna forma y no quería hacerle eso.

-Fue un buen beso- habló nuevamente al ver que yo no respondía.

-Lo fue- dije y sonreí.

Si Alex hubiese salido de mi mente, aunque sea por un segundo, el beso hubiera estado mejor. Pero sólo podía pensar en sus suaves labios, sus manos agarrándome firmemente y ese arito que cuando mordía me volvía loca.

***

Simón me dejó en casa a las nueve y media, me había divertido mucho con él, pero a la vez estaba algo incómoda por lo que había pasado. El asunto se me estaba yendo de las manos.

Abrí la puerta y me encontré con unos intensos ojos mirándome con interés.

-¿Cómo les fue?- me preguntó Alex.

-Bien- respondí y pasé a su lado para subir a mi cuarto.

Mientras me preparaba para dormir, mi cabeza no dejó de trabajar ni un segundo. No podía pensar en otra cosa que no fueran Alex, Lucía o Simón. Esos tres iban a volverme loca.

Eso era lo malo de la soledad, te hacía pensar demasiado.

Me acosté en mi cama y logré quedarme dormida una hora después de dar vueltas y vueltas mientras seguía pensando en un montón de cosas.

Me desperté ya que alguien me sacudía, no lograba entender qué estaba pasando.

-Wendy, ¿estás bien?- me preguntó Alex casi en un susurro.

-¿Qué pasó?- le pregunté confundida.

-Estabas gritando muy asustada y pidiendo que te soltaran- me explicó.

-¿De verdad?- pregunté.

-Sí.

Suspiré y me incorporé para encender la luz.

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