Capítulo 7

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Otra semana había pasado y Alex y yo nos habíamos alejado otra vez. Desde el episodio del maquillaje no habíamos vuelto a dirigirnos la palabra para decirnos más que dos frases, o también recibía de vez en cuando alguna insinuación de su parte, que solía lanzar de la nada antes de desaparecer, siempre riendo por mi típica cara de desconcierto.

Parecía que estábamos destinados a llevarnos bien un día y luego no volver a hablarnos durante toda una semana.

Esa mañana estaba más nerviosa que nunca, y mis manos temblaban ligeramente mientras me maquillaba. Era mi primer día de clases en un liceo nuevo y quería que todo fuera bien, o al menos mejor que en el anterior. Deseaba con todo mi corazón hacer aunque sea un amigo.

Por nuestra escasa conversación de los últimos días, me sorprendió ver a Alex entrar en mi cuarto (sin siquiera tocar, por cierto). No aparté la mirada del espejo e intenté disimular los nervios que me estrujaban el estómago, solo para evitar sus burlas.

Se mantuvo en silencio y yo no me atreví a mirarlo, pero sentía su intensa mirada clavada en mí, cosa que aumentaba mis nervios.

—¿Querías algo?— le pregunté, mirándolo por el reflejo del espejo sin dejar de maquillarme.

—Necesito que me hagas un favor, en realidad— dijo y avanzó en mi dirección—. No le digas a nadie que vivimos juntos.

—¿Por qué?— pregunté.

Recién entonces dejé de maquillarme y me giré a mirarlo, sus ojos se clavaron en los míos y un escalofrío me recorrió entera.

—Así nadie nos molesta, princesa.

—¿Cómo nos molestarían? ¿De qué estás hablando?

Alex me rogó con la mirada y yo suspiré.

—Está bien, ya entendí— le aseguré—. Ya puedes irte.

Al ver que no se movía empecé a empujarlo fuera de mi cuarto, apoyando las manos en su pecho. Alex agarró mis muñecas con firmeza y de un tirón me pegó a él. Nuestros ojos se encontraron y me sonrió, haciéndome desviar la mirada. 

—No es por lo que estás pensando— me aseguró y levantó mi mentón con sus dedos para que lo mirara a los ojos—. Te quiero solo para mí, princesa, eso es todo. No quiero que mis amigos se entrometan.

—Sí, claro— respondí, sin creerle, y él volvió a sonreír. 

—Cree lo que tú quieras, princesa. Nos vemos luego— soltó mis muñecas y se fue sin decir más.

Después de procesar la situación y de terminar de arreglarme, agarré mi mochila y bajé la escalera en silencio, algo frustrada por la situación.

—Buenos días— saludé a Ana y ella me devolvió el saludo con una sonrisa, como siempre.

Me preparé un café con leche y me senté frente a ella, todavía pensando en lo que me había dicho Alex.

—Creía que te irías con Alex— me comentó Ana, sacándome de mis pensamientos.

—Yo también— murmuré detrás de mi taza.

En ese momento mi madre entró en la cocina y me besó en la cabeza.

—¿Estás lista?— me preguntó ella y yo negué con la cabeza, nerviosa.

Toda la situación con Alex me había hecho olvidar por un momento del comienzo de clases que me ponía tan nerviosa.

—Te va a ir bien, tienes que estar tranquila— me animó mi madre, masajeando mi espalda para intentar calmarme.

—Estás preciosa, vas a deslumbrar a muchos— me aseguró Ana.

Tú me completasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora