Ya habían pasado cuatro días desde que Alex y yo no hablábamos y no sabía si sentirme mejor o peor por ello. Me dolía tanto ignorarlo, pero entendía que eso era lo mejor. Necesitaba que me valorara.
Las cenas eran de lo peor, Alex y yo siempre nos habíamos sentado juntos, y no íbamos a cambiar eso de repente. Era bastante incómodo para mí tenerlo tan cerca en esas circunstancias.
Lucía me estaba ayudando y apoyando mucho, aunque se había vuelto demasiado insistente con Simón y a veces me cansaba un poco escucharla hablar de nosotros juntos. Igual no podía decirle nada, ella estaba ayudándome y yo unos meses atrás había provocado que su novio le terminara. Tenía que decirle la verdad pronto o iba a volverme loca de culpa, aunque, ¿era muy mala persona si no sentía tanta culpa como debía?, probablemente sí.
Volviendo a Simón, él y yo habíamos estado hablando, era un buen chico, pero yo no me sentía en condiciones de intentar nada con nadie y menos si no me gustaba de esa forma.
Bajé la escalera lentamente, había dormido trece horas seguidas para no pensar en nada.
Ví a Ana en la cocina y me acerqué a saludarla, ella me devolvió el saludo con una sonrisa.
-¿Qué haces?- le pregunté, eran las once de la mañana y ya tenía la cocina hecha un desastre.
-Tengo que cocinar demasiadas cosas, estoy volviéndome loca- sonrió de manera cansada.
Ese día era el cumpleaños de Gustavo, casi lo olvidaba. No iban a hacer nada, pero Ana quería prepararle una linda merienda y cena, realmente era una mujer muy dulce y se notaba lo mucho que amaba a su familia.
-Yo te ayudo- le ofrecí.
-¿En serio?- su mirada se iluminó-. Me encantaría, cielo.
-Bien, ¿qué hago?- pregunté.
-Gustavo ama las galletas con chispas de chocolate, podrías ayudarme con eso, tu mamá me contó que las preparabas todo el tiempo.
-Sí, Lucas las amaba- respondí con una sonrisa triste.
Ya se cumplía otro mes de no saber nada de mi hermano, cinco en total.
-Yo voy a hacer algo salado, las cosas dulces no son mi fuerte- dijo Ana y yo sonreí.
Empecé a hacer las galletas revisando constantemente la receta, no quería equivocarme.
Puse la harina en la batidora y al encenderla me acerqué tanto que quedé blanca. Me volteé a ver a Ana y las dos estallamos en carcajadas.
-No debería haber puesto la máxima potencia tan rápido- dije entre risas y Ana me dió un repasador para limpiarme la cara.
Sentí pasos en la escalera y clavé mi mirada en la entrada de la cocina. Alex apareció con cara de dormido y yo bajé la mirada.
-¿Ustedes se estaban riendo?- preguntó él y yo levanté la mirada, estaba de brazos cruzados, mirándome.
-¿Se escuchaba mucho?- preguntó Ana y Alex asintió-. Estas paredes- gesticuló exageradamente con las manos y yo sonreí.
Alex me miró de arriba a abajo y sentí que se me cortaba la respiración. Se acercó a la mesada y se sentó en un taburete, apoyando los codos en la mesada y la cabeza en sus manos.
-Wendy se llenó de harina, por eso nos reíamos- le contó Ana a su hijo.
-¿Sí?- preguntó Alex y me sonrió. Estiró su brazo y limpió mi mejilla-. Te faltó ahí.
Su pulgar bajó hasta mis labios y los delineó. Nos estábamos mirando a los ojos fijamente y sin darme cuenta había entreabierto los labios, él los miró y se lamió los suyos.
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Tú me completas
Teen FictionPor culpa de su hermano, la dulce Wendy termina viviendo en casa de Alex, el chico que no ve desde niños y que, para ella, tiene los ojos más hermosos que ha visto. Wendy sabe desde el principio que Alex le traerá problemas, y cuando la cosa empiec...