Capítulo 27

1.7K 114 16
                                    

Ya habían pasado cuatro días desde que Alex y yo no hablábamos y no sabía si sentirme mejor o peor por ello. Me dolía tanto ignorarlo, pero entendía que eso era lo mejor. Necesitaba que me valorara.

Las cenas eran de lo peor, Alex y yo siempre nos habíamos sentado juntos, y no íbamos a cambiar eso de repente. Era bastante incómodo para mí tenerlo tan cerca en esas circunstancias.

Lucía me estaba ayudando y apoyando mucho, aunque se había vuelto demasiado insistente con Simón y a veces me cansaba un poco escucharla hablar de nosotros juntos. Igual no podía decirle nada, ella estaba ayudándome y yo unos meses atrás había provocado que su novio le terminara. Tenía que decirle la verdad pronto o iba a volverme loca de culpa, aunque, ¿era muy mala persona si no sentía tanta culpa como debía?, probablemente sí.

Volviendo a Simón, él y yo habíamos estado hablando, era un buen chico, pero yo no me sentía en condiciones de intentar nada con nadie y menos si no me gustaba de esa forma.

Bajé la escalera lentamente, había dormido trece horas seguidas para no pensar en nada.

Ví a Ana en la cocina y me acerqué a saludarla, ella me devolvió el saludo con una sonrisa.

-¿Qué haces?- le pregunté, eran las once de la mañana y ya tenía la cocina hecha un desastre.

-Tengo que cocinar demasiadas cosas, estoy volviéndome loca- sonrió de manera cansada.

Ese día era el cumpleaños de Gustavo, casi lo olvidaba. No iban a hacer nada, pero Ana quería prepararle una linda merienda y cena, realmente era una mujer muy dulce y se notaba lo mucho que amaba a su familia.

-Yo te ayudo- le ofrecí.

-¿En serio?- su mirada se iluminó-. Me encantaría, cielo.

-Bien, ¿qué hago?- pregunté.

-Gustavo ama las galletas con chispas de chocolate, podrías ayudarme con eso, tu mamá me contó que las preparabas todo el tiempo.

-Sí, Lucas las amaba- respondí con una sonrisa triste.

Ya se cumplía otro mes de no saber nada de mi hermano, cinco en total.

-Yo voy a hacer algo salado, las cosas dulces no son mi fuerte- dijo Ana y yo sonreí.

Empecé a hacer las galletas revisando constantemente la receta, no quería equivocarme.

Puse la harina en la batidora y al encenderla me acerqué tanto que quedé blanca. Me volteé a ver a Ana y las dos estallamos en carcajadas.

-No debería haber puesto la máxima potencia tan rápido- dije entre risas y Ana me dió un repasador para limpiarme la cara.

Sentí pasos en la escalera y clavé mi mirada en la entrada de la cocina. Alex apareció con cara de dormido y yo bajé la mirada.

-¿Ustedes se estaban riendo?- preguntó él y yo levanté la mirada, estaba de brazos cruzados, mirándome.

-¿Se escuchaba mucho?- preguntó Ana y Alex asintió-. Estas paredes- gesticuló exageradamente con las manos y yo sonreí.

Alex me miró de arriba a abajo y sentí que se me cortaba la respiración. Se acercó a la mesada y se sentó en un taburete, apoyando los codos en la mesada y la cabeza en sus manos.

-Wendy se llenó de harina, por eso nos reíamos- le contó Ana a su hijo.

-¿Sí?- preguntó Alex y me sonrió. Estiró su brazo y limpió mi mejilla-. Te faltó ahí.

Su pulgar bajó hasta mis labios y los delineó. Nos estábamos mirando a los ojos fijamente y sin darme cuenta había entreabierto los labios, él los miró y se lamió los suyos.

Tú me completasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora