Capítulo 44

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Apenas ví la casa quedé enamorada, si es que eso era posible. Era de un piso y eso la hacía adorable según yo, tenía una piscina que marcaba el centro de un enorme patio, habían muchas hamacas de todos los tipos y una barra cerca de la parrilla. De verdad amé ese lugar.

En ese momento Tomás estaba llevando a Emma a la piscina empleando todas sus fuerzas, Diego y Valeria jugaban en el agua y yo los veía.

Alex salió de la piscina moviendo su cabeza para secarse el pelo, después se pasó la mano por este y me sonrió. Si esa escena hubiese sido en cámara lenta no la iba a olvidar jamás.

-Princesa, vamos- me animó y estiró su mano hacia mí.

Lo miré a él y después a la piscina, dudando, pero mi casi novio puso una carita irresistible, nadie podría negarse a Alex y sus caras tiernas... o a Alex en sí.

Suspiré y llevé las manos a la parte baja de su remera que llevaba puesta. La saqué por mi cabeza y Alex me analizó de arriba a abajo con una sonrisa. Mi primer instinto fue cubrirme con la remera y desviar la mirada, todavía me ponía un poco incómoda que Alex me viera así.

-No- dijo Alex y levantó mi mentón-. Nunca te cubras y menos ante mí- se acercó y agarró mi cara entre sus manos-. Eres la chica más hermosa del mundo, mi princesa.

-No te merezco- sonreí. Alex agarró mis manos con delicadeza y las sacó de mi cuerpo para llevárselas a sus labios.

-Nos merecemos, princesa, no lo olvides- besó mis manos y después con un movimiento rápido me levantó en brazos y me llevó hasta la piscina.

-No lo vas a hacer- dije más para mí misma que para él.

-Oh sí- sonrió con malicia antes de saltar a la piscina conmigo en sus brazos.

***

La tarde había sido muy divertida, por suerte nos había tocado un fin de semana caluroso para poder aprovechar la piscina por horas.

En ese momento Alex y yo estábamos acostados en una de las tres hamacas paraguayas que habían repartidas en el patio de la casa. Estar entre sus brazos era perfecto y, agregando el lugar en el que estábamos, sentía mucha paz.

-Alex- lo llamé, pero no respondió. Giré la cabeza y noté que estaba profundamente dormido. Sonreí y acaricié su mejilla con el pulgar.

Me levanté con sumo cuidado, Alex gruñó y se acomodó para volver a dormir.

Entré a la casa y ví a Emma, Valeria y Tomás conversando entretenidos. Reían y ordenaban unas cartas que estaban repartidas por el piso.

-Hola- los saludé y los tres me devolvieron el saludo-. ¿Qué hacen?- pregunté y me senté entre Tomás y Emma.

-Estábamos jugando, pero Emma se enojó porque perdió y tiró todas las cartas- me contó Tomás mientras reía.

-Si ya saben como soy, ¿para qué me invitan a jugar?- preguntó Emma y cruzó los brazos sobre su pecho.

-Porque si te dejáramos de lado también te enojarías- le respondió Tomás y Emma le pegó en la cabeza pasando por encima de mí.

-Bueno, niños, deberíamos hacer otra cosa- interfirió Valeria. Tomás y Emma se sacaron la lengua-. Parecen bebés- me dijo Valeria y yo sonreí.

-¿Qué podemos hacer?- pregunté.

-Yo sé- dijo Emma y levantó la mano. Se acercó a un mueble y sacó una botella de alcohol.

-Tengo muchas preguntas- bromeé y Tomás rió.

-Mi padrastro nunca se da cuenta de nada- aseguró Emma-. Podemos jugar al yo nunca.

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