OPERACIÓN JILY

¿Apuestas?

Delilah's POV

Sirius Black lleva un uniforme de Quidditch de Gryffindor con su nombre.

Creo que no está teniendo eso en cuenta cuando dice que quiere entrar a la sala de Slytherin.

—Dime la contraseña.—me ordena.

Está cabreado, lo sé. Sirius siempre tuvo mucha furia dentro de él. Siempre fue como una bomba que podría estallar en cualquier momento, con cualquier palabra que dijeras.

Sé que con sus amigos Gryffindor no es así. Pero yo le conocí cuando era pequeño. Cuando la influencia de sus padres aún era la única que conocía.

Entonces era diferente. Y yo le traigo malos recuerdos.

Y además no le dejo entrar en la sala de Slytherin para que grite a su hermano, así que la está pagando conmigo.

—Si entras así a la sala común, no vas a salir con vida.—hago un gesto hacia su ropa y él bufa.

—Me da igual.

Me cruzo de brazos y me apoyo contra la pared. Es típico de Sirius pensar que puede con una casa entera.

Todo el miedo que sentía antes se ha desvanecido, dando paso a una irritación infinita.

No va a delatarme, lo sé. Es demasiado leal para eso. Por eso acabó en Gryffindor.

No va a delatarme. Solo va a ser un idiota inmaduro. O sea, que como siempre.

—Tranquilízate.

—¡¿Que me tranquilice?! Oh, claro, espera un momento. Voy a decirte que tu hermano es un mortífago y luego ya me cuentas si estás tranquila.

—Mi hermano es un mortífago, Black.—replico, levantando una ceja.

Se me queda mirando, un momento, como si estuviera procesando mis palabras, y después gruñe. Parece estar a punto de liarse a puñetazos con la pared de piedra.

—¿Atlas? ¡Tiene catorce años!—exclama, pasándose la mano por el pelo con irritación.

—Ya, bueno, no es como si eso le importara mucho al Señor Tenebroso. Solo quiere carne de cañón.

—¿Sabes? Si me encuentro con ese calvo híbrido de serpiente le voy a dar un buen puñetazo en la cara.

Apoya la espalda en la pared y suspira. Aún parece cabreado. Pero se está relajando. Eso es bueno.

—¿A cuantos mortífagos conozco?—pregunta.

Paso el peso de una pierna a otra, considerando qué contestarle.

Pienso en todos los mortífagos que yo conozco. Voldemort no nos deja conocernos entre todos. Porque así, si nos pillan, delataremos al mínimo número posible de personas.

Pero aún así, conozco a bastantes. ¿Que le digo? Sí, tus primas Narcissa y Bellatrix, además de sus maridos, están en su ejército. Y mis padres. Y los tuyos. Y básicamente todos tus amigos de la infancia y los compañeros de negocios de tus padres y...

Sería más fácil decir a que mortífagos no conoce.

—No estoy segura de que te vaya a gustar la respuesta a esa pregunta—contesto yo.

Gruñe de nuevo, pero no vuelve a preguntar. Hay cosas que son preferibles no saber, supongo.

Al menos él tiene la opción de no saberlas.

La pared detrás de mi está fría. Y húmeda. Aquí abajo, el aire siempre está húmedo. Al fin y al cabo, estamos bajo el lago.

A veces me pregunto por qué la presión no nos mata, no nos hace explosionar. Supongo que es magia.