OPERACIÓN JILY

Lily Evans no me asesina (milagrosamente)

James' POV

Llego a la entrada de la sala común, jadeando. Prometí a Evans que estaría aquí en treinta minutos.

Han pasado cincuenta.

Estoy muerto. Muy muerto.

Voy a decir la contraseña, para comprobar si ella sigue esperándome, pero noto que alguien me da unos toquecitos en el hombro, y cuando me giro, me encuentro cara a cara con Lily Evans.

—Hey—digo, con una sonrisa de disculpa, aún respirando con dificultad—Me has esperado.

Ella suspira, me agarra de la manga y me arrastra pasillo arriba, mientras yo intento no ahogarme.

—Sí, te he esperado. Pero no te preocupes, no llegamos tarde—dice—En realidad la reunión es en media hora. Te dije que era antes porque sabía que llegarías tarde.

Chica lista.

—¿Quieres decir que acabo de correr por todo el castillo para nada?

—Así te mantienes en forma—replica ella, con muy poca compasión—Ahora vamos, Potter, o llegaremos tarde de verdad.

—¡Dame un minuto! ¡Me van a explotar los pulmones!

Evans me mira un instante, y parece considerar dejarme atrás, pero por suerte se encoge de hombros y se detiene.

—Pensaba que los jugadores de Quidditch tenían más fondo—comenta.

—Yo pensaba que te irías sin mi—replico yo—Ambos nos hemos sorprendido hoy.

Ella sonríe y niega con la cabeza.

—¿Vamos? Si al final llegamos tarde de verdad, a McGonagall no le va a hacer mucha gracia.

Asiento, porque conozco de primera mano la furia de Minnie ante la impuntualidad, y porque si llegamos tarde nos van a dar la charla de que tenemos que "dar ejemplo".

Sinceramente, es culpa suya por hacerme Delegado.

Pero no voy a quejarme.

La reunión es en la sala de profesores,  donde nos esperarán los jefes de casa y tendremos que explicarles lo geniales que estamos siendo en nuestro trabajo, y lo geniales que son nuestros Prefectos.

Además de entregar una lista de los alumnos que estén siendo demasiado problemáticos de nuestras casas.

Evans hizo esa lista, porque yo no podía soportar traicionar así a mis amigos.

Cuando llegamos al pasillo de la sala de profesores (que está lleno de hermosos adornos navideños que nos hemos pasado toda la tarde colocando), los prefectos y delegados aún están esperando fuera.

Parece que somos los últimos en llegar.

¡Eso significa que nuestros prefectos han llegado antes! Estoy tan orgulloso.

Les busco entre el grupo. Ah, ahí están. Sebastian Weasley y Alex Jordan.

Alex está cubierta de chocolate, y Sebastian parece estar perdiendo años de vida poco a poco.

—¡Evans, mira! ¡Son nuestros prefectos! Vamos a hacer de mentores—exclamo, arrastrándola a través de todo el mundo.

—Jordan lleva tarta de chocolate por todas partes—apunta ella.

—¡Sí!—asiento yo. Cuando llegamos a donde están ellos dos, digo:—Jordan, estoy orgulloso de ti. Dime que acabaste con mucha gente en la batalla de tartas.

Evans y Weasley me miran con una cara que parece gritar "NO LA ANIMES", pero Alex Jordan esboza una sonrisa orgullosa, y me veo reflejado en ella.

He de enseñar a la siguiente generación de provocadores de caos. ¿Quien sustituirá a los merodeadores cuando nos vayamos si no?