Unos elfos domésticos juzgan mis decisiones vitales

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Sirius' POV

—Creo que voy a montar una secta—comento, viendo como el grupito de niñas y niños de cuarto que habían estado escuchando a mi sabiduría arcana sobre cuidado capilar se dispersa.

Al parecer, la niña que me lo ha preguntado primero tenía una amiga que también quería saberlo, y ella tenía un amigo, y al final he acabado predicando a un pequeño ejército de niños de catorce años sobre como hacer que su pelo parezca fabuloso.

Algunos han tomado notas y todo.

—Ni se te ocurra—me advierte Remus, mojando otra fresa en chocolate—Con mi suerte, acabaría siendo tu secretario o algo por el estilo. ¿Sabes lo difícil que va a ser encontrar trabajo si en mi currículum pone "hombre lobo y ex-secretario de una secta que veneraba el pelo de mi mejor amigo"?

—Oye, si alguien viniera a mi empresa con ese currículum, le contrataría sin pensar—me quejo yo.

—Ya, ese es parte del problema.

—Isi is pirti dil priblimi—replico yo, en mi infinita madurez y sabiduría—En fin. Me aburro. ¿Espiamos a Lily y a James?

Lunático se encoge de hombros, como diciendo: "tampoco es como si tuviéramos nada mejor que hacer aquí dentro", y empieza a comerse la fresa.

Intento encontrar a los tortolitos entre la multitud, pero no los veo por ninguna parte.

Antes, mientras estaba dando mi discurso educativo sobre mi pelo, he escuchado a Evans gritar a Quejicus.

Me he sentido muy orgulloso, la verdad.

Puede que incluso haya derramado alguna lagrimita de felicidad.

Pero estaba en medio de una explicación importante (la fabulosidad del cabello de las futuras generaciones dependía de mi), así que no he podido intervenir.

—Los he visto salir hacia el patio no hará ni cinco minutos—informa Remus, señalando con la cabeza hacia la puerta principal cuando me ve buscándolos.

—¡Genial!—exclamo, porque estamos en una sala llena de adolescentes hasta arriba de hormonas, las velas dan calor, y aquí empieza a oler mal.

Salimos del Gran Comedor, después de que Remus se meta otra fresa con chocolate a la boca, y nos dirigimos hacia el patio.

No tardamos en ver a Lily y a James. La verdad, es complicado no ver a Lily en cualquier situación. Su pelo es como un enorme cartel en forma de flecha con luces de neón que le señala a la cabeza.

Ella y Cornamenta están hablando, debajo de un arco, y se están mirando de una forma en la que los No Amigos nunca se miran.

—Oh, por Merlín, besaos de una vez—murmuro yo, con frustración.

Y entonces, como si en ese mismo instante hubiera caído una estrella fugaz que hubiera oído mis deseos, como si el universo entero se hubiera alineado y un milagro hubiera caído del cielo, Lily Evans, Lily Evans, besa a James en medio de los patios de Hogwarts.

Me giro hacia Remus, con los ojos muy abiertos, para comprobar que él también ve lo que yo. Él me devuelve la mirada, boquiabierto, y señala a nuestros amigos, incapaz de decir nada. Yo asiento repetidas veces con la cabeza, para darle a entender que yo también lo veo y que, a pesar de que lo parezca, no es un espejismo.

Aunque podría serlo. Cuando sucedió el incidente alien, me parecía muy real. Seguro que esto es algo parecido.

Ya me he vuelto a emborrachar sin darme cuenta.

OPERACIÓN JILYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora