Capítulo 5

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Idoia.

Vuelvo a mirar mi móvil por quinta vez en busca de una llamada perdida de mi padre, de algún numero desconocido o un mensaje que me diga que Alejandro va a llegar tarde o que al final a convencido a mi padre para que no tenga que ser mi niñero, pero no hay ninguna notificación que me justifique los diez minutos de retraso y que llevo esperando en la puerta de la academia como una completa idiota y con la guitarra a cuestas. Miro de un lado hacia el otro de la gran avenida, pero ningún coche para, ninguno me suena o es el de Alejandro, todos siguen su camino mientras todos mis compañeros ya se han ido y yo sigo aquí plantada, pero cuando estoy a punto de llamar a mi padre para poner a caldo a su subordinado, un coche pega un frenazo delante de mí.

¡Ya era hora coño!

Camino hacia el coche que lleva la musica muy alta y abro la puerta de un tirón bastante cabreada casi sin mirar dentro. Alejandro mira hacia adelante dándole golpecitos con los dedos en el volante al ritmo de la canción y moviendo los labios como si la estuviera cantando él.

-¡Llegas tarde!.- le grito por encima de la música, y es cuando él me mira con esos ojos escondidos por las gafas de sol.

-¿¡Qué!?.- y sigue moviendo la cabeza con el ritmo mientras me observa. Cansada de su actitud, meto medio cuerpo dentro del coche apoyando una de mis manos en el asiento del copiloto y sin pedir permiso bajo el volumen.- ¡Oye!.

-¡Que llegas tarde!.- y no puedo evitar volver a chillarle aunque la música ya no esté tan alta.

Alejandro mira su reloj de muñeca y después vuelve a mirarme a mí antes de contestar.

-Cinco minutos. Estaba sacando tabaco.- me dice y me parece una excusa de mierda.

-Me da igual. Si te digo que estés aquí a una hora es que tienes que estar.- y voy hacia la puerta de atrás cargada con mi guitarra que está guardada en su funda. Abro la puerta y de nuevo me encuentro con el desorden que tiene este muchacho. Latas de cerveza vacías, colillas, bolsas de plástico arrugadas y mierda de los zapatos por doquier. Hasta se puede apreciar que en la parte de atrás de los respaldos de los asientos de delante hay huellas de zapatillas o zapatos. Que asco.

-¿Puedes abrir el maletero?.- le pregunto desde la calle.

-¿No hay suficiente espacio para la señorita?- me contesta con otra pregunta él desde su asiento con bastante condescendencia.

-Sí, pero no quiero que mis cosas se llenen de porquería y a saber que otros fluidos.- le digo consiguiendo que el se ría.

-Eres demasiado niña para saber eso.

-No soy una niña.- le digo enfadada y cansada ya de que todos crean de que sigo siendo una cría. Como mi padre, que piensa que necesito un guardián para que no me meta en líos.

-Yo creo que sí.- y oigo el clic de una cerradura.- Ya lo tienes abierto.

Voy hacia la parte de atrás cargada de nuevo con la guitarra y la carpeta de las partituras. Me parece muy poco caballeroso por su parte que ni siquiera se digne a salir del coche para ayudarme, pero ya me he dado cuenta de que eso no va con él.

Cuando abro la puerta del maletero me asusto aún más que con la parte de atrás del coche. Más basura decora el interior, un macuto viejo, zapatillas y botas de trabajo que necesitan una buena limpieza, cajetillas de tabaco vacías y una bolsa con el logo de un supermercado donde se puede apreciar que es nueva y que está llena de cerveza y una botella de alcohol. ¿Tendrá algún problema con eso?. Igualmente decido guardar mis cosas ahí, porque supongo que en el maletero no habrá follado con ninguna, y cuando tengo todo dentro, vuelvo a cerrar la puerta deseando que no se contagie nada.

Lo que calla un latido. (Completa)Where stories live. Discover now