Idoia
Ya ha pasado un mes, ya hace treinta días que me secuestraron, que Alejandro me salvó y que Maroti desapareció. Muchísimas horas en las que he revivido ese miedo que sentí, que tenía el rostro de Maroti en mis pesadillas y que soñaba que al final, el hombre que tenía el pasamontañas, disparaba finalmente a Alejandro. Han sido días duros, pero no todo era malo, porque también había pasado una semana en el que estaba cada día cuidando de Alejandro, comiéndonos a besos sin llegar a nada más por su salud, pero queriéndonos a manos llenas.
Me siento más feliz que nunca, completa, como si antes de conocer a Alejandro no hubiera sido realmente una vida plena. Y aunque aún tenga que mentir a mi padre con respecto a dónde estoy para que no sepa que me encuentro en la casa de Alejandro, me siento mayor, más madura que hace dos meses y casi podría decir que completamente diferente.
Eso es lo que Alejandro consigue influir en mí, en hacerme sentir segura, capaz de hacer todo lo que me proponga, tranquila pero a la vez acelerada cuando le tengo cerca, muy querida y sobre todo dichosa, enormemente dichosa.
-Bienvenida a tu clase de guitarra.- me dice de forma burlona nada más abrirme la puerta de su casa. Se me escapa una pequeña risa, y entro en el piso con el instrumento colgando de mi hombro.
-Espero que la clase de hoy sea productiva, porque no veo mejoría en todo este mes.- le digo siguiendo su juego.
-Será porque usted es una mala alumna.-continúa cerrando la puerta detrás de él.
-O usted un mal profesor.- le pincho dejando mis cosas en una esquina de la habitación. Alejandro se acerca a mí entre risas y coge mi brazo para después tirar de él y acercarme todo lo posible a su cuerpo. Lleva puesto una camiseta básica de manga corta azul y un pantalón negro de chándal, pero creo que me estoy volviendo loca porque con cada día que pasa lo veo más guapo.
-Vuelve a decírmelo a la cara si te atreves.- me amenaza de forma juguetona. Sus brazos me rodean la cintura y los míos su cuello, encantada con volver a tenerlo tan cerca.
-Es usted un buen profesor.- le digo sobreactuando, y a él se le ensancha aún más la sonrisa.
-Así me gusta.
Sus labios cubren los míos en un beso delicioso que consigue que cierre los ojos con el primer contacto. Como todos los días atrás, mi cuerpo se caldea en un instante, y me siento avergonzada por encenderme tan rápido con un simple beso. Son muchos días en los que no hemos hecho nada por las fisuras que tiene Alejandro en las costillas, pero ahora que he descubierto mi sexualidad, me siento más sensible que nunca, y con cada día que pasaba, y con cada beso que se me acumulaba, mi excitación se ha ido caldeando en el centro de mi ser haciendo que me cueste más ocultar mi turbación por él.
Su lengua se introduce en mi boca sin ningún pudor y sin pedir permiso, y a mí me tiemblan las piernas cada vez más. Mi cuerpo se acelera, mi respiración se hace irregular, y son tantas las ganas que tengo por este hombre que siento que voy a explotar de un momento a otro solo con un beso. Sus labios son demandantes, hambrientos, que roban todo lo que mi boca les puede ofrecer, y siento que voy a desmayarme cuando sus manos bajan a mi trasero y me aprieta más contra él haciendo que note el bulto de sus pantalones. Mierda, eso es como echar más leña a mi fuego interno.
-Te he echado de menos.- me dice entre beso y beso, y no puedo evitar que se me escape una sonrisa. Es como si mi corazón diera una voltereta cada vez que me demuestra lo que siente por mí.
-Yo también.
-Yo más.- otro beso, otro salto mortal de mi eufórico corazón.
-Yo más.- contraataco, y lo vuelvo a besar rápidamente para que no pueda volver a hablar y quedarme yo con la última palabra.
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Lo que calla un latido. (Completa)
Romance¡¡Portada realizada por eewriter!! Alejandro, un subinspector de una comisaría de Madrid, se deja llevar por los sentimientos en vez de la razón y experiencia en su trabajo, consiguiendo que algo imperdonable para sí mismo ocurra. Dada su irrespon...