Capítulo 29

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Alejandro.

Salgo del coche como puedo, por la ventanilla con el cristal roto ya que la puerta ha quedado inutilizable por el impacto de uno de los coches de Maroti. Caigo al suelo al sentir como mis piernas no tienen aún las suficientes fuerzas para mantenerme en pie, y miro al cielo azul y despejado echado boca arriba. Sigue estando un poco borroso, con toques rojos que serán sangre de una herida que siento en la ceja izquierda, y aunque intente poner todas mis fuerzas para levantarme, me es imposible hacerlo rápidamente.

Siento pequeños cortes que escuecen esparcidos por todo mi cuerpo, quemaduras por el airbag y cómo el disparo en el hombro sigue sangrando, pero nada se puede comparar con el vacío, la angustia y el terror que siento en el centro de mi pecho al saber que se han llevado a Idoia y que yo no he podido evitarlo como le aseguré. Me siento una mierda, un imbécil por pensar que yo solo podría protegerla, y un egoísta por no querer decirle nada a su padre para tenerla solo para mí. ¿Pero en qué estaba pensando? ¿Por qué no pedí ayuda cuando supe que lo de las cartas anónimas no era una tontería? Porque soy un completo gilipollas.

Unas sirenas aparecen de fondo entre todo mi dolor y todos mis pensamientos. Sé que se están acercando al lugar del accidente, que algún viandante habrá dado la voz de alarma a la policía al ver el choque, y ahora mismo no necesito que una ambulancia se ocupe de mí, porque me harán un chequeo sobre mi estado de salud y me retrasarán en mi búsqueda.

Me levanto como puedo, apoyándome en la ya destrozada carrocería del coche de la comisaría que tomé prestado para despistar. El mío seguía aparcado en la puerta de mi bloque de pisos, y no me quiero imaginar como tendré mi casa de destrozada si han llegado a entrar para buscarnos. Mis piernas siguen temblando, pero les obligo a que soporten mi peso para dar a entender a todos los que se acerquen que me encuentro perfectamente. Aunque tenga que apoyarme en la puerta destrozada para ayudarles un poco.

Miro a mi alrededor, y veo el coche de Maroti a escasos metros del mío y lo destrozado que tiene el morro por el impacto. Seguramente hayan venido en dos coches y hayan escapado rápidamente en el otro, porque estoy completamente seguro que él no está trabajando solo. Que Maroti haya raptado a Idoia tiene sentido al ser el padre de ella el que lo metió entre rejas. Querrá hacerle daño como venganza, pero lo que no entiendo son las palabras que me ha dicho antes de darme un puñetazo, como si fuera algo personal contra mi persona.

"Porque te voy a arrebatar todo lo que quieres en tu vida".

Recordar su amenaza me dan ganas de llorar, de gritar de rabia. Sabe que Idoia se ha convertido en alguien importante en mi vida. ¡Que coño! ¡La quiero! Estoy enamorado hasta las trancas de ella, y el hijo de puta de Maroti se ha dado cuenta antes que yo de lo grandes que son mis sentimientos.

Saco el teléfono rápidamente porque no tengo tiempo que perder, y llamo a Antonio para darle lo que sé que será la peor noticia de su vida, y que es posible que me mate por no haber podido protegerla como me pidió. Mis dedos tiemblan cuando busco su contacto en el móvil, concentrándome todo lo que puedo en no desmayarme, y agradezco que me lo coja al segundo tono.

-Dime Torres.- y oigo follón detrás de su voz, como si hubiera mucha gente en la misma habitación que él.

-Antonio. Se la han llevado.- digo con la voz estrangulada.

-¿¡Qué!?.

-Se han llevado a Idoia. Maroti se la ha llevado. Era el que estaba detrás de las cartas anónimas.- y siento como la angustia me va inundando el cuerpo con cada nueva palabra que le digo. Como si contárselo a Antonio se hiciera todo más real aún.

-¿¡Me lo estás diciendo enserio!?.- y su voz es entre un enfado sobrehumano y un terror inalcanzable.

-Sí señor. No he podido evitarlo. Me han tendido una trampa.- le explico, y empiezo a oír como los coches oficiales se van acercando cada vez más.

Lo que calla un latido. (Completa)Where stories live. Discover now