Capítulo 16

209 24 21
                                    

Alejandro

Mi pulso va mil por hora, mi corazón está saliendo loco y mi cuerpo se está llenando de tantas cosas que está a punto de explotar en mil pedazos. Su aliento me inunda mientras nuestras lenguas se enroscan y se seducen, juegan, se lamen, y sus labios han conseguido que no haya nada fuera del metal de mi coche para mí, porque me están dejando fuera de juego. Lo único que puedo notar son sus manos que se internan en mi pelo, sus piernas que rodean mis caderas, su pecho que está totalmente pegado al mío y la canción de Ricky Martin que está saliendo por la radio aún encendida y que nos rodea mientras nosotros nos robamos el aliento a besos.

"Conocerte fue un disparo al corazón.

Me atacaste con un beso a sangre fría.

Y yo sabia

que era tan letal la herida que causó

que este loco aventurero se moría

y ese día comenzó

tanto amor con un disparo al corazón."

Nunca había escuchado la letra, sí la había oído en la radio alguna vez pero nunca me había parecido tan certera como ahora, porque Idoia ha sido como una bala que se ha clavado dentro y en el centro de mi pecho tan de repente que me ha pillado de sorpresa y sin enterarme, pero es una bala peligrosa, prohibida y que me desangrará más con cada segundo que pase y no la saque. Me acabará matando, me matarán si alguien sabe lo que estamos haciendo, mi jefe me arrancará la piel si se entera de que le he puesto las manos encima a su hija. Aunque me duela dejar de besarla, aunque me muera también por dejar de tocarla, pero puedo destrozarle la vida a una niña que se merece mucho más que yo, mucho más que un simple subinspector que piensa que esa bala que iba para su compañero debería haberle matado a él.

-Idoia...- le digo separándome de sus labios a la vez que coloco mis manos en sus mejillas. Las suyas las pone en mi pecho, suaves, pequeñas y tan delicadas que consiguen que por mi mente se pasee la idea de que puede caber la posibilidad de que algo que me hace sentir tan bien no puede ser tan malo, pero desecho esa idea enseguida al ver su rostro, al fijarme en sus labios rojos e hinchados por mis besos demandantes, al mirar sus ojos brillantes y llenos de deseo, al sentirme muy poco hombre para tener el privilegio de que ella me regale una de las cosas más importantes de su vida.

-No pienses.- me dice rápidamente, y en su voz puedo ver las ganas, la excitación por un simple beso que a mí también me ha puesto como una moto, la súplica porque siga besándola y esa libertad y esa seguridad que me parece que el alcohol le está dando.

-Estaba pensando.

-Pues no lo hagas.- me dice mientras sube sus manos por mi pecho para colocarlas en mi nuca y así acercarse un poco más.

Sus labios me parecen muchísimo más apetecibles ahora que antes de besarnos, pero es como cuando un mundo entero que no conocías se abre ante ti, algo que no tenía importancia, algo que pasaba desapercibido delante de tus ojos y que ahora no puedes evitar que te encante. Algo nuevo y excitante, como si fuera una cosa que requerías para completar tu vida pero que no sabías que lo necesitabas hasta que no lo has probado. Algo narcótico, algo que me ha creado adicción.

Vuelvo a besarle haciendo caso de su petición y pasando olímpicamente de todos los impedimentos que me había puesto en la cabeza, rodeándola todo lo que puedo con mis brazos para que nuestros cuerpos estén lo más juntos posible. Sus labios vuelven a abrirse para permitirme el paso, para que yo saquee a mi antojo todo lo que me de la gana, para que robe sus suspiros, sus gemidos y su aliento, y consiguiendo que a mí se me derritan hasta los huesos. No debería estar tan mal lo que hago si sabe tan bien, no debería sentirme como un perro en cuanto me separe de ella si esto está llenando algo que le faltaba a mi cuerpo y no debería dejar que esto se me vaya tanto de las manos.

Lo que calla un latido. (Completa)Where stories live. Discover now