Capítulo 30

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Idoia

Negro.

Todo lo veo negro.

Quitando el hecho de que no veo nada por la prenda que me cubre los ojos, siento que todo se ha acabado, que estoy perdida y que no hay luz al final del túnel. No puedo parar de llorar, de gritar todo lo que me permite la otra venda que me tapa la boca. Estoy atada de pies y manos, oyendo solo el ruido del motor acelerado y de las ruedas al haberme metido en el maletero de un coche, y me siento más asustada que en mi vida. Me duele todo el cuerpo por el golpe antes de secuestrarme, y deseo con todas mis fuerzas que no le hayan hecho nada a Alejandro y que esté bien.

No sé a dónde nos dirigimos, ni cuantas veces toman una curva o cambian de sentido, pero me da la sensación de que pasa mucho tiempo desde que me encerraron aquí hasta que la luz del día traspasa la tela negra que me tapa los ojos. Oigo dos voces diferentes cuando abren el maletero, dos tonos de voz que no he escuchado en mi vida, y mi cuerpo empieza a temblar cuando noto una mano en mi pelo.

-Pobrecita. Tiene que estar aterrorizada.- dice uno de ellos, pero no distingo pena, sino más bien orgullo por haber conseguido que yo esté tan asustada.

-El comisario se habrá llevado un susto de muerte.- y ahora es el otro el que habla dichoso.

-Espero que sí. Que se muera.- suelta despectivamente, con un odio hacia mi padre impregnado en cada palabra, y yo no puedo evitar que se me escape un sollozo al imaginarme que algo le pueda pasar.

-Sácala de ahí. Vamos a llamarle y así asegurarnos si sigue vivo o muerto.- ordena uno de ellos.

Empiezo a sentir como me desatan los pies, y con muy poca delicadeza me estira para sacarme del maletero. Caigo al suelo de rodillas al sentir como mis piernas no tiene suficiente fuerza, pero de un tirón, me obligan a ponerme de pie mientras yo no puedo parar de llorar. Intento pedir que me suelten, pero por la venda que me cubre en la boca, lo único que me salen son cosas ininteligibles.

-¡Cállate!.- me grita el que está arrastrándome hacia algún lugar. Intento impedirlo clavando mis pies al suelo, pero él tiene mucha más fuerza que yo. Me resisto todo lo que puedo, imaginándome que salgo a correr aunque no vea nada, pero no me suelta por más que ponga todo mi empeño.

De pronto siento como me empujan, cayendo al suelo y chocando mi espalda contra una pared. Me siento recta todo lo que me permiten mis manos atadas, y noto como vuelve a atarme los pies aunque yo empiece a moverlos enérgicamente para impedirlo.

-Hola comisario.- oigo de repente a escasos metros de mí. Me quedo estática en mi sitio al querer oír lo que habla con mi padre, y mi corazón se acelera aún más si eso es posible.

-¡Dónde está mi hija, hijo de puta!.- oigo que dice mi padre al tener el móvil en altavoz. Vuelvo a intentar gritar desesperada para que me oiga, pero poco puede salir de mi boca.

-Ssshh.- le manda a callar.- Tu hija está sana y salva.- le responde muy seguro y disfrutando del dolor de mi padre.- Por ahora, claro.- y suelta una carcajada bastante terrorífica.

-¡Como le toques un pelo yo mismo te mataré con mis propias manos!.- le responde mi padre con tanta rabia que nunca le había oído en ese estado.

-Tranquilo. Yo no he sido el que le ha tocado un pelo.- y puedo imaginarme un sonrisa después de esa frase. Siendo intuición mía o no, me da la sensación de que se refiere a Alejandro.- Y no le haré nada si tu haces caso en todo lo que yo te pida.

-Te estás cavando tu propia tumba.

-O estoy cavando la de tu hija.- y un escalofrío me recorre la columna vertebral.

Lo que calla un latido. (Completa)Where stories live. Discover now