Idoia
Que me dijera mujer, que por una vez no me llamara más niña, consiguió que un gusanillo se instalara en mis tripas. ¿Eso quiere decir que realmente no me ve como una cría? ¿Qué me dice niña y saca siempre a colación nuestra diferencia de edad para hacerme rabiar?. No lo sé, pero al decirme mujer en esa frase ha conseguido que un clic se encendiera en mi interior. Como si fuera más mayor, como si pudiera ser deseada por un hombre como él. Por eso, aunque no sepa de dónde he sacado la valentía de decírselo, he intentado saber si realmente pudiera interesarle como algo más que una cría, y lo mejor que se me ha ocurrido era lo de que no me mirara el culo. Ridículo, sí, pero muy divertido también. Sobre todo cuando he visto su cara de estupefacción, y por el subidón y el poder que he sentido después ha merecido la pena chincharle de esa manera.
Durante la comida mi cuerpo sigue como si le hubiera metido un chute de adrenalina mientras Alejandro hace el mejor papel de su vida. Sigue interpretando a mi primo, inventándose cosas de su supuesto país para contestar las preguntas de mis amigas. Yo estoy sentada a su lado, sintiéndome una vencedora de nuestra discusión anterior, y no sé por qué me apetece sacarlo más de sus casillas y ponerlo a prueba, por eso, cuando terminamos de comer, soy la primera que recuerda y vuelve a nombrar la tienda de lencería a la que teníamos que ir. Sé que Alejandro no está para nada de acuerdo, pero tengo ganas de que intente volver a prohibirme algo. Que lo haga, que no me volveré a cortar ni un pelo.
Ponemos rumbo a la calle paralela a la que estamos y puedo imaginarme a Alejandro rumiando en desacuerdo desde atrás, pero no vuelve a decirme nada, en cambio, en cuanto toca de nuevo la acera, se enchufa un cigarro con un semblante más serio. ¿Me habré pasado con mi broma? ¿Pensará que ahora soy más cría?. A lo mejor estoy yo aquí sintiéndome una vencedora y luego he hecho el ridículo a más no poder. Igualmente desecho de mi mente esa idea y entro muy decidida con mis amigas a la tienda de lencería. Mi ánimo se chafa cuando Alejandro se queda fumando en la calle. No podrá ver lo que escojo, no podré demostrarle que soy más mayor de lo que él piensa porque yo también tengo derecho a disfrutar de mi cuerpo, pero en cambio, durante toda la hora que estamos eligiendo entre mis amigas y yo conjuntos para todas, él permanece en la puerta fumándose un cigarro detrás de otro y mirando su teléfono.
-¿Tú crees que éste le puede gustar a Matias?- me pregunta Carla haciendo que deje de mirar hacia la puerta. Mi amiga tiene entre sus manos un conjunto bastante minúsculo de lencería. Es de color crema o de color de la piel, no sabría decirlo, y donde tendría que ir la tela de la cinturilla son pequeñas bolas de plata que le dan un toque bastante caro sin necesidad de mirar la etiqueta. La parte de arriba, que es del mismo color, es totalmente de encaje y se ata al cuello. No taparía nada y tampoco dejaría nada a la imaginación si se llevara puesto, pero en sí, es un conjunto precioso.
-Yo creo que sí.- le contesto.
-Matías se va a volver loco.- le dice Julia con una pequeña risita.- Toma.- y ahora me habla a mí y me deja varias prendas en mis brazos.- Pruébate estos por ahora.
Cojo uno de ellos y lo extiendo delante de mi cara. Es totalmente negro, también de encaje pero la parte de arriba es un corsé de palabra de honor. En la parte de los pechos es transparente menos una flor echa de bolillos que están cosidos justamente donde deberían ir los pezones. Las bragas son bajeras y también de encaje pero con un poco más de tela que el conjunto que ha elegido Carla.
-No sé yo si debería llevar esto.- digo más para mí que para nadie, pero mis amigas están estudiando todos mis movimientos.
-Por supuesto que sí.- me dice Julia mientras me gira y me empuja con una poca de fuerza en dirección a los probadores.
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Lo que calla un latido. (Completa)
Romance¡¡Portada realizada por eewriter!! Alejandro, un subinspector de una comisaría de Madrid, se deja llevar por los sentimientos en vez de la razón y experiencia en su trabajo, consiguiendo que algo imperdonable para sí mismo ocurra. Dada su irrespon...