Alejandro
-¡Alto! ¡Policía!- oigo, y es lo que consigue que deje de mirar esos ojos de Idoia que desprenden sorpresa, terror y algo más que no sabría decir muy bien que es.
Todo vuelve a pasar en un segundo, como si se hubiera parado el tiempo, como si la tierra hubiera dejado de girar, y mi cuerpo actúa sin darle yo ninguna orden.
Varios de mis compañeros aparecen en la habitación apuntando cada uno con su arma, y el que me estaba apuntando a mí sale corriendo como si le persiguiera el diablo en cuanto se da cuenta. Veo como Maroti se sorprende y rápidamente se gira hacia ellos levantando la pistola que me ha quitado hace apenas unos minutos para terminar apuntando a Cris, la chica que antes me ha ayudado a buscar el lugar donde tenían a Idoia. No pienso como ya he dicho, mi cuerpo toma vida propia, y con toda la fuerza que coge mi cuerpo por la adrenalina del momento, desato mis manos de un tirón sin notar el daño que me hago, cojo la pistola que tenía escondida en el tobillo y disparo por la espalda a Maroti sin darle ninguna oportunidad de que él lo haga primero y sume un asesinato más a su lista.
¡Pum!
Las agujas del reloj se paran y las respiraciones de todos se congelan cuando es Maroti el que cae como un peso muerto al suelo. Me quedo estático en mi sitio mientras veo su cuerpo sin vida, en shock al darme cuenta realmente lo que he hecho. En mis seis años de carrera, nunca he matado a nadie. Sí he disparado, he dejado malherido a un delincuente como autodefensa y para que no se nos escapara, pero nunca me he cobrado la vida de nadie por más hijo de puta que fuera.
En un segundo pasan dos compañeros míos por mis costados seguramente para socorrer a Idoia, otro se acerca a Maroti para comprobar si su corazón sigue latiendo, y otro se coloca delante de mí para cortar esa última visión. No oigo nada, no veo todo lo que pasa ahora con bastante claridad, solo escucho el sonido del disparo como un eco repetitivo en mi cabeza.
-Alejandro.- oigo amortiguado, como si se encontrara a varios metros de mí y no delante de mi cara, pero yo sigo sin reaccionar.-¡Alejandro!.
Unos brazos rodean mi estómago y un cuerpo cálido se pega a mi espalda con urgencia. Siento sus dedos como se agarran a mi camiseta, y oigo un pequeño sollozo detrás de mí. Ese sonido es el único que me hace volver al aquí y ahora.
Me doy la vuelta rápidamente para estrechar a Idoia entre mis brazos y esconder mi rostro en el hueco de su cuello. Me doy cuenta de lo rápida que es mi respiración y de lo mucho que me tiembla el cuerpo cuando todo su calor me rodea, como si mi cuerpo hubiera estado congelado desde que me la arrebataron, y me da igual ahora mismo todo el dolor que siente mi piel al notar la necesidad con la que me está abrazando Idoia.
-Mi niña.- le digo sobre la oreja cuando siento que puedo volver a hablar.
-He tenido mucho miedo. Creía que te iban a matar.- me dice entre lagrimas.
-Yo también.- le confieso.
-Alejandro.- vuelve a llamarme mi compañero, y creo que es cuando me doy cuenta realmente dónde estamos y con quien estamos.
Me separo de ella a regañadientes, sin besarla todo lo que me gustaría por volver a tenerla cerca, pero me pongo mi careta de subinspector y actúo para no llamar la atención sobre mis compañeros.
-Maroti no estaba solo. Su cómplice ha salido huyendo.- le digo cogiendo a Idoia del codo para no soltarla del todo ya que ahora mismo mi cuerpo no se lo puede permitir para seguir estando de pie. Ella tiembla igual que yo, y me mata no poder calmarla ahora mismo.
-Sí. Tres policías han salido en su búsqueda. ¿No había nadie más?
-No.
-Vale. Después de que os revise un médico tendréis que ir a declarar.- nos dice a los dos.
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Lo que calla un latido. (Completa)
Romance¡¡Portada realizada por eewriter!! Alejandro, un subinspector de una comisaría de Madrid, se deja llevar por los sentimientos en vez de la razón y experiencia en su trabajo, consiguiendo que algo imperdonable para sí mismo ocurra. Dada su irrespon...