Alejandro
¿Pero qué coño acaba de pasar?
Miro al techo sin llegar a mirarlo del todo, sintiendo el calor del cuerpo desnudo de Idoia sobre el mío, pensando una y otra vez en todo lo que se me ha escapado por la boca mientras lo estábamos haciendo. ¿Desde cuando hablo durante el sexo? ¿Desde cuando soy un moñas que mi cuerpo necesita poner en palabras todo lo que está sintiendo y casi soltarlo a borbotones? Ah sí, desde que Idoia a conseguido que mi visión de casi todo lo que creia en la vida dé un giro de 180 grados.
Estaba en una puta nube, en un maldito lapso de tiempo en el que no necesitaba nada más que estar lo más pegado a ella. No era solo físico, no sólo estaba el deseo, estaba la necesidad por esa persona por encima de todo. Hacerle disfrutar era mi prioridad, que no le hiciera daño también, pero a la vez también había un fuego que me quemaba las entrañas. Era familiar y a la vez completamente nuevo, porque sensaciones que conozco tan bien se multiplicaban por mil para juntarse con muchas más nuevas. Esas nuevas que me ahogaban y que tenían que salir en palabras. Mierda. Espero no haberla agobiado. Sobretodo porque no me ha contestado, me sonreía feliz mientras me acariciaba el pelo, pero nada más. Nada que me dejara tranquilo por haber hablado más de la cuenta sobre mis sentimientos.
Aún así, yo también estoy feliz. Eufórico como nunca había estado en mi vida después de hacer el amor. Puede ser que está sensación se acerque a la primera vez que lo hice, o al revés, que esa sensación sea el eco de todo lo que he sentido hoy. Me decanto por lo segundo.
Estoy lleno a reventar y no se de qué exactamente. De ella sobretodo, de paz, de calidez, de excitación ahora calmada pero que está esperando volver a aparecer de nuevo en cualquier momento, porque creo que nunca en mi vida estaré saciado de Idoia. Lleno de algo brillante, algo que tiene luz propia y que rebota en mi estómago como un descosido. ¿Mariposas? No. Elefantes diría yo.
No puedo evitar recordar, en este silencio cómodo que se ha creado entre nosotros, lo fascinante que era acariciar su piel, lo impresionante que eran sus jadeos y gemidos que llegaban a mis oídos como la mejor música del mundo. Recuerdo como ella me tocaba nerviosa, con los ojos llenos de deseo, pero también expresándome sin palabras que era la primera vez que tocaba a un chico. A mí me daba igual, una sola caricia de sus dedos conseguían ponerme como una moto. Me daba igual lo inexperta que podía llegar a ser, y me sentía orgulloso por ser el primero que le hacía sentir todo ese placer que me decía su mirada.
Y ahora creo que estoy completamente jodido.
Porque, ¿qué voy a hacer ahora que sé lo que significa hacer el amor más allá de lo físico? ¿Qué voy a hacer yo si Idoia decide darme una patada ahora que ya tiene lo que quería? No creo que sea capaz de separarme de ella, de dejarla que siga con su vida sin yo poder formar parte de ella. ¿Se acabará esta relación que tenemos en el momento en el que vuelva su padre de Valencia y den por finalizados mis servicios? ¿Ella querrá algo más conmigo?. Solo el imaginarme que existe la posibilidad de que yo ya no esté en su día a día me pone ansioso. ¿Y si soy el único que acaba de experimentar un para siempre esta tarde?. Necesito saberlo.
-¿Cómo estás?.- le pregunto con la voz demasiado tranquila en comparación de como me siento por dentro. No dejo de acariciar la piel de su espalda de arriba a abajo lentamente, como si sentir su piel en la yema de mis dedos me estabilizara.
-Bien.- me contesta. Y me alegro de no oír decepción en su voz. ¿Le habrá gustado? ¿Habré llegado a sus expectativas? ¿Le habré hecho daño?.
-¿Te duele?.- y ahora me siento yo el inexperto.
-No. Ahora no.- me dice a la vez que acaricia mi pecho con su nariz. Igualmente, ese tacto delicioso, no consigue quitarme el terror que se ha instalado en mi cuerpo al escuchar su confesión.
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Lo que calla un latido. (Completa)
Romance¡¡Portada realizada por eewriter!! Alejandro, un subinspector de una comisaría de Madrid, se deja llevar por los sentimientos en vez de la razón y experiencia en su trabajo, consiguiendo que algo imperdonable para sí mismo ocurra. Dada su irrespon...