Alejandro
Me llevo la mano a mi espalda, a la pistola que tengo escondida en la cinturilla de mi pantalón, por acto reflejo mientras me voy acercando a esa nave abandonada. Mi cuerpo se pone en tensión, una adrenalina que nunca había sentido tan fuerte, se va esparciendo por todos mis músculos para ponerme alerta a todo lo que pueda pasar, y mientras intento no hacer ruido por mis pisadas en el suelo lleno de gravilla, voy mirando cualquier punto que esté al alcance de mis ojos.
No hay ningún alma, no pasa ningún coche por esta zona, y me parece muy raro que no haya llegado aún la patrulla que estaba buscando a Maroti si habrá pasado media hora desde que le dije el sitio a Antonio. En cualquier caso decido rodear todo el edificio, esperando encontrarme algo inusual por la parte de detrás, porque por delante da la sensación de que aquí no ha venido nadie en mucho tiempo.
Sigo andando con cuidado, con el arma entre mis manos ahora que estoy más cerca del posible peligro. Miro a través de las ventanas cerradas sin encontrar y sin escuchar nada, y voy haciendo mi inspección con el corazón a mil por hora.
Me repito una y mil veces que espero que no me equivoque, porque tengo miedo de que no pueda llegar a tiempo si están en otro lugar, pero cuando llego a la parte de atrás, mi cuerpo se llena de alivio por la posibilidad de haber acertado que se junta con todo ese terror que siento desde que conocí a Idoia por la posibilidad de que le hagan daño.
En esta zona me encuentro con otro coche negro. No es de la misma marca que el que colisionó conmigo en ese pueblo donde se llevaron a Idoia, pero yo diría que tiene varias similitudes. Corro hacia él medio agachando queriendo que no me vean y a la vez mirando hacia todos lados, y cuando llego a la puerta del copiloto, me acuclillo para esconderme. Me asomo muy poco para poder ver en el interior en busca de alguna pista, pero está bastante impoluto, y lo voy rodeando agachado sin encontrar nada hasta que llego a la parte de atrás. Vuelvo a mirar hacia todos lados por si alguien me ha visto, pero no hay nadie.
Abro el maletero teniendo la fortuna de que no tiene la llave echada, y me encuentro con restregones en las paredes de arena, como si fueran patadas de una zapatilla. Se me acelera cada partícula de mi cuerpo cuando me encuentro con una cuerda desgastada tirada de cualquier manera, y me imagino que la habrán utilizado para atarles las manos o los pies a Idoia.
Lo que encuentro en el maletero me da la suficientes pistas para cerciorarme de que no estoy en el lugar equivocado, y vuelvo a cerrar la puerta y a esconderme detrás del coche para llamar a Antonio y decirle lo que he encontrado, pero antes de que le dé al botón de llamar, lo desecho sabiendo que existe la posibilidad de que me escuchen hablar por teléfono.
Yo 13:54
Antonio, sí que están en el lugar que te he dicho.
Acabo de encontrar el coche aparcado en el que llevaban a tu hija.
Al amor de mi vida, pero eso no puedo decírselo a su padre.
¿Has mandado la patrulla?
Porque aquí no hay nadie.
No tarda ni dos segundos en contestar.
Antonio 13:55
¿Qué haces tú ahí?
Te he dicho que te vayas a casa.
Yo 13:55
Sabes que no iba a quedarme de brazos cruzados Antonio.
Antonio 13:56
Bueno, luego hablaremos tú y yo.
En cuanto antes te he colgado a ti he llamado a la patrulla para que vayan directamente al lugar que me has dicho.
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Lo que calla un latido. (Completa)
Romansa¡¡Portada realizada por eewriter!! Alejandro, un subinspector de una comisaría de Madrid, se deja llevar por los sentimientos en vez de la razón y experiencia en su trabajo, consiguiendo que algo imperdonable para sí mismo ocurra. Dada su irrespon...