Capítulo 19

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Idoia

Mi cuerpo empieza a temblar en el mismo momento en el que sus labios cubren los míos, como un bálsamo que cura esa herida llena de vergüenza y que se abrió el sábado pasado cuando me sentí rechazada. Creía que lo hacía porque aún me veía como una cría, como una niñata que no tiene experiencia y que nunca llegará a darle a él todo lo que necesita, pero su pregunta: ¿Qué no te deseo?, me ha dejado fuera de juego y ha llenado mi cuerpo de muchas cosas.

Su manera de besarme, de comerme prácticamente con sus labios también me deja cao y me enciende de una manera que nunca hubiera creído posible. Nunca había experimentado estos sentimientos, nunca había sentido la excitación más allá de unos simples besos, pero ahora, ahora mi cuerpo pide mucho más. Deseo que esas manos que sujetan mi rostro para que no me aleje mientras saquea mi boca se recorran cada rincón de mi cuerpo, quiero que esos labios que me devoran y me roban los suspiros sean los que se aprendan cada parte de mi anatomía. Me siento preparada con Alejandro para llegar a más y solo con él, y eso debería demostrárselo.

Pillándole por sorpresa, y casi sin separar nuestras bocas, me muevo y me coloco de nuevo a horcajadas sobre él como el sábado anterior. Me siento igual de segura que entonces, pero con mucha más lucidez y sintiendo las cosas más reales ya que no están empañadas por el alcohol que bebí esa noche.

Alejandro me deja hacer, no pone ningún impedimento y se sienta mejor para que yo encaje perfectamente con el. Sus brazos me rodean toda la espalda para pegar nuestros pechos mientras volvemos a besarnos con demanda y desesperación. Mi respiración se hace cada vez más irregular, y una excitación que nunca he sentido empieza a recorrerme el cuerpo como loca para llevarme a mí a la locura.

Su lengua juega con la mía, se enroscan, luchan y bailan en una danza llena de saliva. Su aliento me hincha el pecho, y comparto su aire como si fuera el mejor oxígeno de mi vida. Los sonidos roncos que se le escapan son melodía para mis oídos, y son como gotas de gasolina para ese fuego que está a punto de consumirme por dentro. ¿Querrá hacerlo aquí? ¿Le gustará hacerlo en sitios públicos?.

Abandono su pelo para coger el bajo de mi camiseta y quitármela, pero solo la subo unos centímetros cuando las manos de Alejandro paran mi intención chafando un poco mis planes y esa necesidad de estar más juntos que me nubla la mente.

-Para.- me dice con la voz tomada por el deseo a la vez que entrelaza sus dedos con los míos.

-Creía que querías hacerlo.- y ni yo reconozco mi propia voz.

-Me gusta probar cosas nuevas, pero el exhibicionismo no es mi punto fuerte.- y me lo dice con una sonrisa preciosa adornando sus labios. Yo me siento ridícula otra vez por no tener ni pajolera idea sobre éste tema, y de un movimiento me bajo de sus piernas para colocarme de nuevo en el sitio del copiloto.- Además.- sigue diciendo girándose de nuevo hacia mí y cogiendo mi barbilla para que le vuelva a mirar.- No quiero que nuestra primera vez sea en un coche.- y no puedo evitar que en mi rostro se note la ilusión que me a hecho su última frase.

-¿Entonces quieres hacerlo conmigo?.

-¿Aún no te ha quedado claro?.- y con una sonrisa acerca su mano a mis labios y con el dedo pulgar acaricia mi labio inferior.- Tendré que afeitarme la barba para no dejarte estas rojeces.- y ahora me lo dice más serio, como si solo hacerme ese pequeño daño, que tengo que decir que no me he enterado de él, le molestara.

-A mí me gusta como te queda la barba.- le digo con la boca pequeñita y llena de vergüenza.

-Pues entonces no la tocaré.- y me siento tan completa en este momento que podría explotar de felicidad en comparación con los cuatro días de calvario que llevaba a cuestas.

Lo que calla un latido. (Completa)Where stories live. Discover now