Capítulo 13

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Alejandro

Desde que me alejé ayer de la puerta de su casa sentí una presión en el pecho, una ansiedad diferente a la que tengo ya grabada en el alma desde hace tres semanas. Un miedo irracional a dejarla sola, a no saber exactamente como estará o qué estará haciendo porque ya no estoy con ella. Sé que en su casa está y estará a salvo, que conociendo a su padre, su vivienda tiene que ser como un castillo que es muy difícil traspasar sus murallas, pero la incertidumbre, la ignorancia y el no saber que estará pasando en las horas que estamos separados me pone un poco cardíaco. A lo mejor es que se me ha subido mucho a la cabeza eso de ser su protector o su guardaespaldas, a lo mejor debería estar haciendo guardia desde mi coche las veinticuatro horas del día en la puerta de su casa, pero solo es mi perfección enfermiza para hacer mi trabajo, o mis ganas por querer saber todo lo que pasa dentro de los paréntesis de mi vida.

O a lo mejor es otra cosa...

¿Qué estará pensando en estos momentos? ¿Qué pensará de mí después de preguntarle tan directamente por Samuel y querer saber más de su vida íntima? ¿Qué soy un pesado como su padre? ¿Qué soy un entrometido? ¿Qué estoy celoso? Ni yo lo sé, pero es la necesidad por saber prácticamente todo lo que pasa a mi alrededor lo que a veces no me deja dormir. Y después de pasar veinticuatro horas en los que me he tenido que atar las manos prácticamente para no preguntarle directamente por mensaje lo que no me contestó en mi coche el día anterior, ahora estoy aquí en su puerta de nuevo, de punta en blanco cabe decir, esperando a que salga mi ansiedad personificada y saber que está bien.

Me enchufo un cigarro después de bloquear el móvil y metérmelo en el bolsillo. Ya sabe que estoy en la puerta, y decido hacer tiempo mientras sale por si va a tardar un poco, pero a los cinco minutos oigo como la puerta de la entrada se abre. Hay dos chicas que son iluminadas por unos farolillos, pero solo puedo fijarme en la que es mas alta y no poder apartar mis ojos de ella aunque me peguen un puñetazo en el estómago.

Idoia está increíble.

Lleva puesto el vestido que sé que se compró la semana pasada porque lo vi en el mostrador cuando iba a pagarlo, pero no sabía, o no me imaginaba en un millón de años, que pudiera ser tan sexy pero a la vez tan... perfecto para ella. La falda se le ajusta muy bien a las caderas, sus zapatos de tacón le hacen unas piernas largas y estilizadas, y la parte de arriba es... una perdición para mis ojos. Aún así no puedo evitar preguntarme por qué no se ha puesto la chaqueta aún, si no tendrá frio, y si no se ha abrigado porque lo ha hecho por mí para que la vea. Ay, no sé, ahora mismo no puedo ni pensar y creo que voy a tener que pegarme con muchos tipos esta noche como la miren de más. O pegarme directamente a mí mismo, porque no voy a poder dejar de mirarla en toda la noche.

Idoia le ha dicho adiós a la niña para convertirse en una pedazo de mujer.

-Hola chicas.- les digo después de carraspear y de darme cuenta de que también está Bea y que ha podido ver como prácticamente estaba babeando por su mejor amiga.

-Hola.- dicen las dos a la vez y es cuando decido volver a rodear el coche y meterme dentro por mi lado de piloto para que ellas hagan lo mismo.

"Vale Alejandro. Concéntrate. Aunque sea difícil no puedes mirarla de esa forma" me repito como una mantra mientras pongo en marcha de nuevo el coche. Igualmente, y sin poder evitarlo, mis ojos viajan directamente hasta sus piernas, esas largas piernas que ahora están cubiertas con unas medias transparentes que le hacen un color delicioso.

-¿Al final vas también a la fiesta, Bea?.- pregunto, y me da la sensación de que lo he dicho demasiado precipitado para dejar de pensar cosas horribles para mi salud mental sobre Idoia.

Lo que calla un latido. (Completa)Where stories live. Discover now