Comienzo

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Comienzo.

-Hola mamá-Dije alegremente. Rodee la mesa de madera y me senté en una de las sillas metálicas.

Mi madre estaba preparando el desayuno para mi y mi hermano menor.

-Hola Emma-Se da vuelta y me sonríe ligeramente. Tenia el cabello negro, cubierto de cabellos blancos. Unos perfectos rulos que le caían sobre la cara. Sus ojos celestes estaban como locos. Moviéndose de un punto fijo a otro.

Llevaba un short negro, con un buzo lila. Coloque los pies sobre la silla y crucé los brazos sobre mis rodillas.

Mi hermano apareció por la puerta que se abría tras a mis espaldas. Camino hasta sentarse enfrente de mí.

Él era el claro reflejo de mi padre, el mismo que nos abandono cuando mi hermano Matías nació. Solo tenia ocho años y veía a mi madre llorar todos los días, mi padre un día beso su frente y me abrazo con mucha fuerza. Entonces desapareció de nuestras vidas. Y hasta no tener la edad suficiente, no me había dado cuenta de que mi padre golpeaba a mi madre día a día.

Mi mamá se dio vuelta y beso a mi hermano. Dejo sobre la mesa dos tazas de té, con tostadas y entre otras cosas ricas. Ella ya llevaba puesto el uniforme de enfermera. Tomo su cartera y antes de salir de la casa dio unas indicaciones.

-Emma lleva a Matías al colegio. Luego lo pasas a buscar. En la heladera hay para hacer milanesas. Hagan la tarea y portense bien.

Así eran todos los días. Se iba temprano y volvía tarde.

Se escucho la pesada puerta de madera cerrarse y mi hermano sonrió.

-¿De que te ríes?-Dije divertidamente.

-Nada, que te ha salido un horrible grano en la frente.

Me llevo la mano a la frente y lo busco frotándome la mano sobre la piel. Mientras mi hermano reía yo lo maldecía. Pero en fin los dos terminábamos riendo.

Bebí mi té y comí mis galletas. Camine hasta el baño. Me mire en el espejo, entonces ahí estaba el grano. Suspire.

En ese tiempo no me daba cuenta que un grano era lo menos triste que me podía pasar.

Me pegue una ducha y me maquille. Me cambie de ropa y salí de casa.

Me senté sobre el paredón pequeño, a esperar a mi hermano. El cual cerraba la puerta y me entregaba las llaves.

Cuando lleve a mi hermano al colegio, fui directamente a la otra parte del edificio donde estaba el secundario. Los mismos chicos de siempre caminaban de un lado a otro.

Entonces un poco más alejados de ellos, estaban mis amigos. Así que salude uno por uno y me senté en la escalinata junto a ellos.

Conversábamos y compartíamos comida y chistes estúpidos. Éramos un grupo de siete, cuatro mujeres y tres hombres. Nos llevábamos muy bien siempre. Y hacíamos todo juntos. Los conocía desde el primario. Aunque el tiempo se encargo de que algunos entren y otros salgan de nuestro grupo.

Entonces ingresamos a clases. Cada uno a su salón, entonces Marina y yo nos dirigimos a nuestro respectivo salón, mientras conversábamos.

Nos sentamos juntas, como siempre. La clase empezaba, entonces algunos aprestaban atención, otros estaban entretenidos con cualquier cosa que no sea de la materia dada. Y como yo, estaban los que molestaban a otros. Siempre de una manera divertida. Mis notas eran sobresalientes. Muchos no entendían como podía pelotudear toda la clase, y obtener excelentes notas.

Mientras le hacia una trenza al cabello colorado de Marina, hacíamos los ejercicios de matemáticas.

Ya en mi casa, le hice de comer a mi hermano. Unas hamburguesas para los dos. Mi comida preferida. Chatarra y basura pero deliciosa.

♣Adolescentes destruidos☩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora