28

226 14 1
                                    

Cuando llegue a la casa de Lucas, nos introducimos dentro de su casa. Lucas, me tomo de la mano y me hizo correr hasta su habitación. Le seguí y cerró la puerta. Entonces los dos reímos.

Las paredes de su cuarto estaban llenas de fotos de nosotros, de ellos. De cuando todos éramos amigos. Agarro una foto con Adán y la rompió en dos. Luego otra y otra imagen. Entonces hice lo mismo. Destruí cualquier imagen que estaba delante de mí. Las rompía y las arrojaba hacia atrás. Se sentía bien, era como destruir tu pasado.

-Los odio-Gritó riendo.

-Los odio-Grité yo aun más fuerte. Pero él coloca su dedo en su boca, diciéndome que baje la voz. Entonces reímos y continuamos destruyendo esas imágenes.

Cuando miró el suelo, este estaba lleno de pedazos de imágenes. Comencé a saltar sobre los pedazos y a reír, entonces el también lo hizo.

-¡Malditos!

Lucas tomo una caja y comenzamos a juntar los pedazos de fotos que estaban en el suelo y lo que quedaba en las paredes azules.

Caminamos con la caja hasta el patio trasero. Entonces deposito la caja en el pasto y el sol se iba escondiendo de nosotros. En mi mano tenía una botella de vodka, lance un poco de ella sobre las imágenes y luego di varios sorbos largos a la botella.

Él encendió su cigarrillo y arrojo el mismo en la caja. En segundos, todo se estaba quemando.

Compartimos la botella de vodka y cigarrillos.

-Adiós-Dije en un susurro.

Cuando llegue a la estación del barrio de Benjamín, este apareció entre la gente y me abrazo muy fuerte.

-No puedes desaparecer por tantos días. No puedo tenerte tan lejos. Necesito de ti todos los día. No me dejes.

Sus manos estaban envueltas en mi cintura, estrujándome contra su pecho.

-Te amo Emma.

Le abracé fuertemente.

-Te amo Benjamín.

-No te vallas. No me dejes solo. No quiero.

Nos besamos, pero su violencia se notaba hasta en sus besos, me mordió el labio y este sangro.

-Lo siento, no quiero lastimarte.

Seque la sangre de mi labio, con mis dedos, manchándolos.

-Tranquilo Benja. Todo esta bien. No es nada. 

Él sonrió y encendió su cigarrillo casi temblando. Entonces bese su mejilla. Y lo abrace.

-Tranquilo. Respira despacio.-Su corazón desacelero y sonrió.

-Eres mi anestesia.

-Eres mi mundo.-Respondí.

Entonces sacó LSD y colocó uno en mi boca y luego uno en la suya. Sonreímos.

Tomé su mano y nos echamos a correr. Reíamos mientras corríamos velozmente. Él me guiaba. Fumábamos mientras esquivábamos personas o árboles. Saltábamos rocas o baldosas de dos en dos. Terminamos derrumbándonos entre risas sobre el césped de una plaza.

Su mano seguía aferrada a la mía. Estrujadas con fuerza, al igual que nuestros cigarrillos. Había sombras alrededor de nosotros. Pero no nos aterrorizaba, al contrario nos reíamos de ellas.

Caminamos hasta el apartamento en un estado nada bueno, pero reíamos aun. Su brazo estaba aferrado a mi cintura. Y mi mano tomada de su otra mano.

Cuando llegamos al departamento, me sentía realmente muy mal. Tenía mareos, nauseas y mucho frío. Cada día estaba peor con mi peso. 40. ¿Cuándo podré detenerme?

Me senté en el colchón y abracé mis piernas. Luego me coloqué la frazada pesada sobre mi espalda, tapando mis piernas y brazos.

-¿Sucede algo?

-Otro ataque por culpa de la anorexia.

-¿Cuánto pesas?

-Cuarenta-Dije con una dificultad en la voz.

-Come. Sé que puedes. Mantenlo en tu panza. Eres preciosa, no te mates.

Benjamín camino hasta la heladera y saco una torta, ya comida, de chocolate. El corto una porción muy grande y me la entrego. La mire con miedo, con terror y no quise agarrarla. Pero lo hice y la observe.

El agarro otra porción y la mordisqueo. Luego rió, entonces le sonreí. Tomé aire y mordisque la torta.

Mi boca se acostumbraba a ese exquisito sabor. Me parecía muy raro, pero a la vez reconfortante.

Aunque no quisiera estar ingiriendo estas cantidades de calorías, no quería detenerme. La mirada de Benjamín, estaba fija en mi. Aunque él seguía mordisqueando su porción, me miraba de reojo. Me sentía como una cerda. Comiendo delante de él, como una morsa hambrienta. Me avergonzaba, pero él parecía contento.

-Comer no es difícil.

-Aceptarte tal cual sos, eso es difícil-Respondí.

-No es imposible.

-Es casi imposible. E imposible para mí.

-En algún momento de tu vida, te quisiste asi. Con tus defectos o imperfecciones y sin embargo nunca te importo.

-Creo que ese odio hacia mí, siempre estuvo. De algún modo se hacia presente. Ahora no quiere irse.

-Déjalo ir. Por tu bien, por el de todos. Deja ir ese odio.

Lo bese tiernamente y cuando nos separamos deje la porción de torta a mi lado y luego continué besándole.

♣Adolescentes destruidos☩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora