Cuando desperté apenas eran las siete de la mañana. En la habitación estaba sola. Así que camine hasta la puerta y la abrí. Benjamín esta recostado en dos de las sillas, dormido. Mi madre estaba enfrente de él mirando una de las tantas revistas y tomando un café.
-¿Emma que haces ahí?- Preguntó dejando la revista, sobre una mesita pequeña de madera.
-Estaba aburrida. No sé.
-Ve a la habitación-. Entonces se puso de pie y entro adentro del cuarto. Me hizo recostarme en la cama y se sentó en la silla metálica.
Y poco más tarde entro la enfermera anciana.
-Buenos días. Bueno como prometí, Emma debe de subir tres kilos, para que le podamos dar el alta hoy.
Puso la balanza en el suelo. Y me puse de pie, camine hasta allí y con verdadero miedo me subí arriba. No quería ver esta vez ese maldito número. Ya podía sentir la hinchades en mi panza por haber cenado anoche y los dos días anteriores.
Que sea lo que la maldita balanza quiera.
Y ahí estaba el nocivo número. Cuarenta y dos kilos, ochocientos gramos.
-Ya te puedes ir. ¿Estas contenta?
Parecía en shock. Subir de peso era más rápido que bajarlos. Un nudo se me formo en el pecho.
-Que alegría-Dijo mi madre suspirando sonriente. Yo le mire como si mirara a una loca. No quería pesar cuarenta y tres de nuevo.
-Bueno tomaré mi ropa y me iré de aquí-Dije sonriendo irónicamente.
-Discúlpala, no sé que le esta sucediendo-Le dijo a la enfermera mi madre.
Camine hacia el baño, tranquilamente
-No importa. Todos los adolescentes quieren llamar la atención de algún modo.
Vieja estúpida. Pensé para mis adentros.
Y cuando entre, al cuarto de baño, vomite más de dos veces. No quería estar gorda. No quería. Cuando mi garganta ardió de dolor, limpie mi boca y peine mi cabello. Los mechones se desprendían de mi cuero cabelludo. Menos que antes, pero aún se me cae.
Agarraba los mechones caídos y los arrojaba al suelo. Cuando me quité el camisón, tenía dos grandes moretones morados y anaranjados. Uno en mi hombro y el otro en mi cadera.
Trate de ignorarlos, pero ellos estaban allí, demostrándome lo estúpida que era. Me puse un buzo negro. Y después un pantalón bordo que me queda bastante grande. Mis botas y salí del cuarto de baño.
Mi madre tenía el bolso entre sus manos y me miraba tiernamente.
-No me mires así.
-¿Por qué?
-Porque me da ganas de matarte y llorar.
Mis pies continuaron caminando hasta fuera de la habitación, donde Benjamín estaba de pie sonriente. Se me acerco y abrazo fuertemente.
No querría soltarlo jamás. Quería que sea mío para siempre.
-Te quiero mucho Emma.
-No sabes cuanto te quiero yo.
Cuando nos separamos le acaricie sus mejillas rosas.
-¿Te medicaron?
-No.
-Si-Interrumpió mi madre.-Unas pastillas para la ansiedad y pastillas que te otorgan lo que te falta. Eso del hierro.
Puse los ojos en blanco y seguí caminando, tomada de la mano de Benjamín, hasta salir de ese maldito hospital.
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♣Adolescentes destruidos☩
Teen FictionDespertó... Pero estaba viviendo una pesadilla. Esta acorralada en su propia mente. Su reflejo es el enemigo. Vomita. No come. Intenta ser perfecta. Pero ahí está el... ¿Empeorando o mejorando su vida? Un amor no del todo sano. Un amor que i...