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Cuando mi madre entro, corrió hacia mí llorando. Me beso varias veces y no paraba de agradecer a Dios.

Benjamín veía como me irritaba toda aquella escena, sentado en la silla en una esquina de la habitación.

-No pude dormir en toda la noche y cuando recibí ese maldito llamado, despertó a Matías. Me vio llorar así que lo tuve que traer.

-¿Sabes que por tu culpa estoy aquí?-Dije enfadada, pero tratando de soportar todo aquello.

Mi madre seco las lagrimas con un pañuelo de tela celeste y me miró sorprendida.

-¿Me haces cargo de que tu estas aquí porque has querido matarte? Eh echo de todo para controlarte, para que esto no te suceda. Para que puedas salir adelante, pero tu no me lo permites, lo complicas todo y me enfermas.

-No saludaste a Benjamín-Dije señalando hacia la esquina de la habitación. Mi madre miró hacia allí y negó con la cabeza.

-Mírame como estoy. Echa un asco por tu culpa. Te llevas a Emma y anda a saber las cosas enfermas que le dices y la convences de cosas malas. La acostumbras a malos hábitos. Si no fuese por Lucas-Le dijo a Benjamín.-Demente.

El se había parado para saludarla, pero se freno de repente y la miró tan seriamente.

-Mamá ¿has oído lo que le has dicho? Por favor lárgate de la habitación.

Ella lloro más que antes y salió corriendo hacia fuera. Observe a Benjamín, él seguía parado mirando un punto fijo.

-Perdónala. Esta nerviosa, no sabe lo que dice.

-Ella tiene razón.-Desvío la mirada hacia mí y parpadeo.

-No. No tienes la culpa, yo te incite hacerlo.

-Es mi culpa. Por mi culpa estas acá. Nunca debiste de haberme conocido, estarías bien si no fuera por mí. Soy un demente.-Comenzó a tironear de sus mechones rubios y a caminar de un lado a otro.

-No. Tranquilo Benjamín. Eres perfecto para mí.

-Emma tú eres perfecta y yo te estuve dañando por tanto tiempo. Perdón. No quiero lastimarte.

-No. no.-Me destapé e intente levantarme de la cama. No tenía fuerzas y me mareaba fácilmente. Cuando puse mis pies sobre las frías baldosas blancas, perdí el equilibrio y antes de caer al suelo, estaba en los brazos de Benjamín.

Sus ojos chocaron con los míos y lo bese apasionadamente. Luego me cargo entre sus brazos y me dejó nuevamente en la cama. Corrió en busca de la silla y se sentó enfrente de mí.

-Perdón Emma.

-No tienes la culpa de nada. Te quiero.

Él sonrió con lagrimas en los ojos y me beso suavemente.

-Nos iremos de aquí a vivir juntos. Seremos felices. Falta un mes para tu cumpleaños número dieciocho. No me importa la familia, estoy harto de ser como un enfermero para ellos, y lo único que recibo es mierda.

-Sí. Así será.

Él era lo que siempre había buscado. Era frágil y tan fuerte. Su alma era tan oscura, pero su corazón tan blando. Era una mezcla de bondad y maldad, locura y ternura. Era impredecible y agradable.  Podía enloquecer, como un niño caprichoso y temeroso. Pero cuando lo besaba era como un bebe con su biberón.

La enferma interrumpió.

-Discúlpenme, pero él no debe estar aquí.-Benjamín me beso la frente y se marchó.

Ella se acerco a mi, y en una hoja comenzó a anotar cosas y a comprobar los cables que estaban conectados a mi.

-Después de esto, un asistente social irá a tu casa. También tienes la obligación de asistir a terapia. Y con tu peso, si pierdes tres quilos más. Tendré que internarte definitivamente aquí. Es preferible que comas algo por no menos en tu casa, antes que quedar atrapada aquí.

♣Adolescentes destruidos☩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora