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Íbamos en colectivo. Estábamos sentadas atrás de todo. Había mucha gente sobre el mismo, tanto que apenas se podía respirar bien. Mi abuela estaba al lado mío y mi madre un poco más atrás. El colectivo se freno y retomo su camino. La gente comenzó a abalanzarse sobre otra gente y entre todos ellos aparece una mujer embarazada. Estaría de unos siete meses o más.

Así que amablemente le dí el asiento. Pero la desgraciada ni gracias dijo. En fin, estaba mejor sin tener que escuchar las charlas de mi abuela. Lo que me aburría.

Todo era normal. Pero me puse de malhumor cuando note que un chico de más o menos mi edad me miraba fijo. Antes podría haberme hecho sentir halagada. Pero esa mirada, no era una mirada tierna.

Miraba la separación entre mis piernas y luego mi abdomen. Remojo sus carnosos labios y se dispuso a mirarme a la cara. Con la expresión que tenía en mi rostro le deje claro que su mirada no me agradaba nada. Entonces se recostó sobre su asiento y miró por la ventanilla. Pero su mirada de reojo seguía puesta en mi.

Cuando llegue a casa al fin, abrí la puerta y corrí a sentarme en el sillón. Estaba tan cansada. Y eso que solo camine unas tres cuadras. Pero mi cuerpo me decía: Basta.

Mi madre se arrojo a mi lado. Suspiro y me miró.

-Emma debemos hablar.

-No tengo nada que decir, no quiero escucharte. Quiero que esto parezca como si nunca hubiera ocurrido. Quiero estar en paz. Sola.

Mi hermano salió corriendo del cuarto hacia mí.

-Emma. ¿Por qué estuviste en el hospital?

-Porque se porta muy mal-Interrumpe mi madre.

Pongo los ojos en blanco y abrazo a mi hermano. Trato de transmitirle toda mi buena vibra. Le doy un beso en la mejilla y me levanto del sillón. Camino lentamente hacia mi habitación. Todo estaba igual que siempre. Entonces corro hacia mi cama y me arrojo allí. Al fin mi lugar en el mundo. Levanto la almohada y ahí esta el centímetro. Entonces me voy desnudando.

Coloco el centímetro en varias partes de mi cuerpo. El corazón estaba acelerado y mis pensamientos malignos me jugaban una mala pasada.

Muslo: 46 cm.

Cintura: 71 cm.

Gemelo: 35 cm.

Brazo: 19 cm.

Peso: 47 Kg

Sonrío. No podía estar más feliz. Había perdido tanto peso. Me siento en la cama y oculto todo. Entonces mi móvil comenzó a vibrar.

-Hola.-Era un mensaje de Benjamín. Y me alegró haberlo recibido.

-¿Qué tal?

-Tranquilo. Al fin las voces en mi cabeza pararon. Gracias por responder, ahora solo escucho la melodía que sale de mis parlantes.

-¿Qué decían las voces?

-Cosas malas. La conciencia siempre te juega en contra. Querían que utilicé las navajas. Pero ya estoy harto de las cicatrices. Aunque no quiero dejarlas.

-¿Duele?

-Todos preguntan si duele. No. No duele. Estas tan concentrado en lo mala que es tu vida que al autolesionarse sientes que estas gritando. Liberando ese estrés. Sientes que ese dolor te calma, te anestesia. Pero es solo una ilusión. Aunque te hace bien. Durante segundos.

-Suena bien. Pero al mismo tiempo terrorífico.

-Es terrorífico porque se vuelve un estilo de vida que no puedes abandonar. Te persigue a todos lados. Te extorsiona o manipula. Y logra controlarte.

♣Adolescentes destruidos☩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora