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Pero no podía dormir. Más bien no quería dormir. Algo estaba inquieto en mi. Quería, quería... comer.

Así que me destape y camine hacia la cocina.

En silencio abrí todos los paquetes de galletitas y comí seis o más de cada una. No podía parar, mi estomago parecía gigante porque no se llenaba. Una tras otra galleta como si fuera agua. ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué ocurría conmigo? Cuando termine de comer, porque decidí parar, entonces corrí al baño. Me sentía gorda y asquerosa.

Devolví todas las calorías y comida al retrete como si nada. Tan fácilmente. Luego volví a mi cama, como si nada hubiera pasado.

Cuando llegue al instituto todo se me hacia horrible. Desde ya tenia miedo, pero ahora era como si hubiese entrado en pánico. No quería ver a nadie, ni siquiera a mis amigas. Y tampoco me importaba perderme un par de días de clases.

Trague saliva, cuando me decidí a irme, Marina estaba detrás de mí.

Me abrazo, pero no reaccione, simplemente me abandone en sus brazos flacuchos. Pero no me entendía, porque verdaderamente no quería su abrazo.

-¿Cómo has estado?

-Estoy bien.

-Bueno pero...

-No quiero hablar de él. No me importa nada. Que se mate, pero que ni se me acerque por que terminaremos muy mal.

Evite a Marina, dejándola con las palabras en la boca y entre al colegio. Pasos firmes y por fuera como si fuese una roca. Pero por dentro estaba echa de cristal, un cristal con grietas.

Sara y Camila comenzaron hablarme. Pero sus palabras no eran más que moscas molestas. Me alegre cuando el timbre se activo.

-Nos vemos después-Las deje atrás y casi corro para entrar a mi salón. Me ubique en mi asiento de siempre y abrí mi carpeta. Más tarde a mi lado se sentó Marina. La cual estaba enfadada conmigo.

-Quiero que me des alguna explicación.

-Basta Marina, no quiero hablar. Solo quiero que me dejen en paz.

Le grito. La miro fijamente y la ignoro. Así paso el resto del día. En silencio,  mirándonos enojadas y malhumoradas. Tampoco vi a Adán por suerte, pero vi a Lucas. Así que corrí para alcanzarlo. Estaba cerca de la puerta de salida, caminando solo.

-Lucas, se que no quieres verme ni escucharme, pero quiero darte una explicación y que terminemos bien.

-Emma no vuelvas a hablarme.

Me pongo enfrente de él. Siempre fue mucho más alto que yo. Tenía el cabello ondulado y castaño oscuro. Ojos negros y labios finos. Era hermoso, pero aunque me parecía atractivo, hasta en ese momento sentí que Adán era mil veces más bonito.

Sus manos se colocan en mis hombros y me empuja.

-No sabes cuan destrozado estoy por ti.

-No te imaginas como me siento.

Pero mis palabras no sirven de nada.

-Aléjate de mi puta.

Me quedo inmóvil. Y las lagrimas comienzan a correr  por mi rostro.

-Infeliz-Le grito. Los demás alumnos se me quedan mirando.-¿Qué?-Les dije enfadada. Algunos rieron y otros me ignoraron. Entonces me eche a correr.

Mi mochila golpeaba una y otra vez contra mi espalda. El cabello era agitado por el viento que yo provocaba. Mis piernas me dolían, mis músculos no estaban acostumbrados a tanto ejercicio.

♣Adolescentes destruidos☩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora