26

224 15 0
                                    

Cuando llegue al hospital, corrí apresuradamente hasta la recepción. Estaba tan triste y melancólica. No lo soportaba. No podría creerlo. Quería que fuese una broma.

-Buenos días-Dijo la recepcionista.

-Estoy buscando a Benjamín Martínez.

-Es ¿usted mayor y familiar?

-Claro. Soy su única familia.

-En la habitación 7F. En el tercer piso.

Comencé a subir las escaleras velozmente, las personas me veían con sus ojos tristes. Todos los que estaban allí, también estaban pasando por malos momentos.

Cuando llegue a la tercera planta, estaba súper débil. Me costaba respirar. Pero no me importaba, comencé a buscar la habitación. Cuando la veo, me eche a llorar y abrí la puerta.

No podía ser. Él estaba ahí. Conectado a tubos. Corrí hasta él y me apoye con sumo cuidado en él.

Lo besé, lo abracé y acaricie. Pero el no respondía. No se movía ni tampoco me miraba. Y eso me destrozaba.

 Una enfermera apareció y llorando le pregunté.

-¿Puede sobrevivir, despertar?

-Hay que rezar y tener esperanzas.

-Eso significa que va a morir.

No podía explicar como me sentía. Pero podía decir que era mi peor momento. El peor de todos. Un nudo en él estomago no me dejaba tranquila. Era como un monstruo dentro de mí.

Estuve todo el tiempo posible dentro de la habitación, llorando y tratando de que él despertase. Pero todo era inútil, el no-tenia ganas de verme.

Entonces marche hacia el apartamento de Benjamín que estaba a solo siete u ocho cuadras del hospital. Estaba realmente hermoso el día, pero para mí era uno  de los días más triste. Ese día que me destruía con solo recordar a Benjamín.

La recepcionista, como ya me conocía me dejo pasar. Subí las escaleras y me frene delante de la puerta. Una melancolía me hizo llorar fuertemente. Pero tomé aire y busque las llaves en mi pantalón. La mano me temblaba y no tenía fuerzas. Pero abrí la puerta. Todo estaba como siempre. El dolor me comía viva. Tantos recuerdos entre estas paredes. Me quite la campera gris, y mi remera blanca, y tomé el buzo azulado de Benjamín que estaba tirado sobre una de las sillas. Tenía su perfumé. Aunque el no era de perfumarse.

Había muchas pinturas, entonces una estaba tapada con una manta verdosa. Me acerqué a esa y quité la suave tela. Inmediatamente me puse a llorar.

-¿Por qué a Benjamín?-comencé a maldecir a todos. En ese cuadro blanco había cientos de fotos mías y de él juntos. Juntos como estuvimos en ese corto tiempo, en donde el amor llego de repente y no quiso irse.

Había un paquete de cigarrillos junto a este cuadro, así que lo tomé y encendí uno de esos.

Todo era tan depresivo, así que camine hasta el baño, con un solo pensamiento en mente. Entre dentro, y la presencia invasora de su espíritu, parecía comerme.

Me apoye contra la pared violentamente y tome mi cabeza entre mis manos. Tirando de los mechones de cabello. Mire a mi derecha y ahí estaba la hermosa navaja metálica y brillante. La tome entre mis dedos, cuidadosamente. Ya nada me importaba.

Me levante la manga del buzo y observe mi pálido y gordo brazo.

“Hazlo” Dijeron mis voces internas. Así que apreté el filo de la navaja contra mi brazo y moví rápidamente la mano, haciendo un tajo.

♣Adolescentes destruidos☩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora