Sungmin
—Cada boda necesita una araña de buena suerte, —dijo la madre de Sungmin.
Sungmin respiró hondo, murmurando una plegaria al universo por paciencia. Su madre era una excelente florista, la mejor en Meryville, pero después de treinta años en el negocio, había desarrollado algunas opiniones extrañas en lo que se refería a una buena ceremonia. A veces consideraba sugerir otra floristería a sus clientes, pero a menos que sus corazones estuvieran puestos en alguien en específico, no podía justificar recomendar a alguien que no fuera su madre.
–La pareja no quiere que una araña se esconda en sus arreglos florales, —Sungmin trató de explicar con paciencia, de nuevo.
Su madre lo ignoró por completo —La esconderé en la pieza central. Ni siquiera la verán.
Sungmin se mordió la lengua. Apenas ella prestara atención a otra cosa, la retiraría antes de que la novia la viera y perdiera su mierda por cuarta vez esa mañana. Sabía que Gretchen iba a dar problemas, había sido una noviazilla (novia+godzilla) desde el principio, pero eso era parte del negocio de planificación de bodas, y Brightside Weddings era su bebé. Incluso con la prevalencia del divorcio en estos días, todas las parejas querían creer que esta iba a ser su única boda, y él no podía dejar de creerlo también.
Incluso cuando trabajaba con alguien en su segunda o tercera boda, no podía perder su esperanza perpetua de que finalmente este sería la única para sus clientes.
Su socio de negocios y mejor amigo, Charlie, eligió el momento perfecto para pedirle a su madre los ramilletes para los padrinos. La Sra. Lee le dio un pequeño golpecito a la araña de plástico, empujándola más en el centro antes de seguirla.
–Sabes, las arañas en realidad se consideran buena suerte en las bodas en Inglaterra —La hermana de Sungmin, Seungah, que no era socia de la compañía, sino su esencial mano derecha, se acercó a él, con la lista de tareas enganchada en el portapapeles que usaban para cada boda.
Sungmin sacó la araña de plástico barata del arreglo y la dejó caer en el portapapeles de Seungah. Ni siquiera parecía real. Era una de esas negras que se podían comprar a granel por unos pocos dólares en Halloween. Arañas reales. –Si se las encuentras en un vestido de novia. ¿Y eso es aún algo que la gente cree? Lo encontró en algún sitio web al azar. Al menos, dejó de agregar cubos de azúcar a los ramos de todos después del enojo de esa novia que era diabética.
Eso había sido antes de que Sungmin se hubiera metido en el negocio, afortunadamente. Pero no había logrado que ella sacudiera la cosa de la araña. Lo irónico era, que pasaría, si su madre se encontrara con una araña de verdad en una boda. Ella perdería su siempre amorosa mente
–Entonces, ¿cómo estamos?
Seungah se guardó la araña en el bolsillo de la chaqueta y consultó su portapapeles —El pastel está aquí. La fotógrafa está comenzando con las tomas antes de la ceremonia. La novia y las damas de honor están en camino; acaban de terminar con el estilista. Hasta ahora, no hay grandes sorpresas.
Lo que decía Seungah era cierto, independientemente de los cuatro ataques de nervios de la novia esta mañana. Todo lo que a ella le había molestado había sido menor, más un problema en su mente que en la realidad.
Sungmin se mordió el labio inferior mientras observaba la habitación. Habían llegado temprano para decorar, a las cuatro de la mañana, pero todo estaba completo. El lugar tenía reglas estrictas sobre cuándo podían llegar al salón, cuándo podían comenzar a decorar y cuándo podían llegar los proveedores. No era el peor lugar en el que habían trabajado, pero tampoco era el más fácil.