Kyuhyun
Abrió los ojos para observar el adornado techo sobre él. No tenía que mirar para saber que estaba solo en su habitación. Al estilo típico de Kyuhyun, disfrutó de la sensación de soledad después de una noche de sexo. Y luego, con una brusquedad que no anticipó, un sentimiento de remordimiento lo inundó.
Rodó hacia su lado derecho. Allí, sobre la almohada en la que había dormido Sungmin, había una hendidura que marcaba la posición de su cabeza. Algo se quebró dentro de él, haciéndolo sentirse enfermo.
¿Por qué le importaba?
El encuentro de la noche comenzó a jugar a través de su mente. La mirada en los ojos de Sungmin cuando le arrancó la camisa. El gemido de Sungmin. Sungmin arrodillándose delante de él. Los labios de Sungmin rodeando su pene.
Solo, no sintió inhibiciones y se dio la vuelta, estirándose para acariciarse. Esa mamada inmaculada había sido solo el comienzo. Cuando repitió el resto de la noche, se acarició más fuerte y más rápido hasta que llegó en una gloriosa explosión de alivio frustrado en su pecho.
Gruñó mientras rodaba sobre su espalda. Él había cumplido sus fantasías, y había sido más de lo que había imaginado. Con suerte ahora, Sungmin se desvanecería de su mente. Nada había cambiado. Todavía no podía manejar una relación en este momento, incluso si quería una.
Kyuhyun se frotó los ojos. La lánguida satisfacción que la liberación solía traerle no llegó... La energía sexual se había disipado, pero algo todavía zumbaba bajo su piel. Un sentimiento que no quería nombrar, pero lo sentía de todos modos: la soledad.
Abrió los ojos para mirar al techo una vez más. Era sólo cuestión de tiempo. Un día o dos. Tal vez tres, y esto solo sería un recuerdo. Sungmin no era importante. El dolor se desvanecería. Siempre lo había hecho antes.
Y era por eso que no creía en un para siempre.
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Vestido con su atuendo habitual de trabajo, con pantalones delgados y una camisa con botones, bajó las escaleras hacia la sala de desayunos, con los habituales ruidos suaves de la mañana. Casi se saltó los escalones y tuvo que recordarse a sí mismo que lo que había ocurrido entre él y Sungmin era algo de una sola vez. Necesitaba tener cuidado de no mostrar emoción. Sería desconsiderado darle a Sungmin la idea de que había algún futuro entre ellos.
Enderezó sus hombros y ajustó las mangas de su camisa antes de entrar a la sala de desayunos como si nada hubiera pasado.
—Hola, —dijo Kyung. Sus hombros se encorvaron en una mala postura poco característica mientras miraba su avena. Su amigo nunca comía avena. La escena ante él debería haber sido familiar. Kyung. Hyungsik. Él mismo. La forma en la que solía ser.
La habitación se sentía vacía.
La necesidad de preguntar dónde estaban Seungah y Sungmin quemaba en él, pero no soltó las palabras. Se dirigió a la máquina de café y consiguió su habitual. Se apoyó contra el aparador en lugar de sentarse a la mesa, incierto de ser capaz de mantenerse alejado de la inquietud.
Hyungsik respondió a su pregunta no formulada —Se escabulleron esta mañana antes de que alguien se levantara.
Kyuhyun asintió. Las palabras de Hyungsik desataron el muro de emociones que había estado reprimiendo toda la mañana, pero aun así logró mantenerlas en su mente, con el rostro en blanco.