Capítulo 36 El ángel de la muerte primera parte

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Un estruendo se alcanzó a oír desde los cielos anunciando la tormenta aproximándose con severidad hacia el campo de batalla. Los imperios se citaron por la frontera de el de Fuego, para pelear y dejar en claro, quien es el más poderoso y a quien deben obedecer. Los shinobis que se reunieron llevaban dos días peleando hasta morir. Los tres amperios no se rendían, y se rumoraba que otros dos imperios venían en camino a enfrentarse al último en pie, cansados y heridos, para robar la victoria del imperio ganador.

Los Bijuus era el platillo fuerte de cada imperio, sin embargo, el imperio de Fuego contaba con la mejor bestia al mando del rey Uchiha. El nueve colas fue invocado en medio del campo de batalla, los ojos del Kyūbi portaban el Mangekyo Sharingan de Uchiha Madara, y de su boca arrojaba las Bijūdamas a máxima velocidad difícil de esquivar. Sobre su lomo, el rey monta a la bestia y le ordena hacia donde apuntar. Sus enemigos esquivan y atacan con las demás bestias. En un abrir y cerrar de ojos el campo de batalla se tornó peor que un juego olímpico provocando la atmósfera en un desagradable aroma de hierro de los cadáveres que estorban a los shinobis que con suerte permanecen en pie.

El resto de los imperios llegaron temprano al festín, y con ellos grandiosas invocaciones esperaron junto a sus amos la orden de atacar a los enemigos. No obstante, había algo en el aire que no estaba bien. La reina del imperio de Fuego descubrió el plan de los demás imperios.

—Hemos caído en la trampa de los cuatro imperios —Lady Hashirama lo dijo a los cuatro vientos. Sus palabras llegaron rápidamente a los oídos de su mano derecha, su hermano menor, quien tras escuchar la nueva amenaza, no pudo evitar llevar la vista hacia la masacre.

El segundo escuadrón, el cual era dirigido por la reina, esperaba la señal del rey para ingresar al campo de batalla. Con su armadura roja y un rollo que mide la mitad de su cuerpo espera paciente, aunque la escena que está montada enfrente de ella informa la derrota.

—¡Los cuatro imperios se están uniendo para atacarnos! —exclamó el lobo blanco con coraje.

—¡Calma, Tobirama! —ordenó Lady Hashirama, girando la cabeza deliberadamente para ver a su hermano y volver al campo de batalla —. ¡Entraremos, no esperemos la señal de Madara! —La morena cerró los ojos y se concentró. El modo sabio se pintó en su rostro y su chakra expulsó avisando al rey de su entrada. —¡Mito, no entren ustedes hasta que mires que las cosas se ponen mal!

El líder Uzumaki estaba a cargo de la tercera tropa: los novatos.

—Haré lo que me pida, reina. —El pelirrojo dio una reverencia y después se despidió. Tenía que alistar a los más jóvenes para su debut en la guerra imperial.

Mito reunió a los shinobi a su mando cerca de los campamentos de la tercera tropa. En voz alta y firme, dio la orden de mantenerse cerca y listos para su siguiente orden. Estaban por acompañar a sus padres, hermanos, amigos, y élites en el campo de batalla. La mitad de los novatos se encontraban entusiasmado por probar el sabor de la guerra por primera vez, y la otra mitad se encontraba nerviosos. Era normal para Mito ver a los jóvenes de esa manera. Siguió hablando durante un buen rato mientras los sonidos de la batalla llegaban hasta con ellos. Los hizo sentir confinados y tranquilos. Los novatos lucían seguros con el líder Uzumaki, sin embargo, había un novato que no mostraba aceptación y respeto. Yuda, se mantenía al final de los novatos viéndolo con una mirada gélida.

El líder Uzumaki no terminaba con la reunión cuando el primer príncipe del imperio de Fuego, se regresó a su tienda. Yuda, no iba a recibir órdenes del amante de su madre, él solo recibía órdenes de su padre. Como todo un chico rebelde se tumbó en su futón, cerró los ojos y oyó el sonido de la pelea a larga distancia.

Una hora transcurrió cuando Madara entró a la tienda de su hijo. El rey del imperio de Fuego, venía por su arma secreta y letal.

—Yuda, sal y termina con cada uno de nuestros enemigos. No los dejes en paz hasta que se pongan de rodillas ante nosotros.

—¿Puedo aplastar a todos? —cuestionó Yuda, a medida se incorporaba. Su largos cabellos azabache se encontraban suelta.

—Hazlo rápido. Un golpe manda a todos esos bastardos al infierno.

Yuda, no cuestionó más a su padre. Se levantó del futón, dio una reverencia respetuosa, luego salió de la tienda con dirección al risco más alto alrededor del campo de batalla. Madara lo siguió hasta que llegaron a lo más alto en donde se podía apreciar la batalla con los Bijuus, salvo Kurama.

—Otto-San, debería de salir de aquí, o saldrá herido. —Yuda giró un poco la cabeza hacia con su padre. En ambos ojos tenía el Rinnegan activado, y la mirada que desprendía era sádica y sediento de muerte.

—Lo haré, pero primero déjame avisar a tu madre que salga del campo de batalla. —Madara cerró los ojos, a medida colocaba dos dedos de su mano derecha enfrente de sus narices.

En la batalla, Lady Hashirama, combatía con su modo sabio de una forma violenta cuando oyó la voz de Madara llamarla con el Jutsu de comunicación telepática. Para no distraerse hizo salir de la superficie cuatro muros de Mokuton alrededor de ella. Lo suficiente altos para que sus enemigos les tomara un buen tiempo escalar.

—Sal lo más rápido posible del campo de batalla. Yuda está a punto de arrojar un meteorito sobre todos.

La reina tras escuchar lo que decía su esposo quedó anonada. ¿Cómo era posible arrojar un meteorito? ¿Y cómo era Madara tan frío para matar a todos los suyos de un golpe?. Sabía que Yuda seguía las órdenes de su padre, y era él el encargado de las decisiones del engendro de ambos.

—¡No puedo dejar a los nuestros morir! —exclamó Lady Hashirama, sintiendo a varios chakras escalar los muros de Mokuton.

—¡Te ordenó que salgas! —demandó el rey.

—¡No lo haré, hasta que saque a todo del campo de batalla!

Lady Hashirama cortó la comunicación y rápidamente escaló los muros encontrándose con cinco shinobis de distintos imperios listos para atacarla. Con un poco de sudor en la frente, la morena, logró matar a sus enemigos y salir de su prisión con dirección a los suyos. En cuanto llegó con el primero le ordenó salir del campo de batalla y que informarán a los demás hacer lo mismo.

Sobre el risco más alto, Madara, observaba con el Eterno a Hashirama crear varios clones para avisar a todos salir del campo de batalla.

—Tengo que sacarla del campo. —Tenía que hacerlo, si no lo hacía, él podría morir o salir herido.

Yuda en su lugar observaba a su padre ponerse molesto con su madre. El príncipe no entendía cómo a su madre le importaban los shinobis que no ayudaban a ganar esta guerra. Después sacó una conclusión errónea, su madre hacía aquello por salvar a su amante de terminar aplastado.

—En tres minutos comienza con el Jutsu —fue lo último que dijo Madara, después de desaparecer de la vista de su hijo.

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El beso de Judas  "Un rey sin corona" [Finalizada] ANTI ROMÁNTICO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora