Capítulo 39 La desaparición del príncipe

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Tras la masacre que dejó a miles de shinobis por los suelos, cuatro imperios humillados, y la revelación que el príncipe del imperio de Fuego poseé uno de los Dojutsu más letales, este desapareció dejando a sus padres decepcionados por la monstruosidad que crearon. Dentro de la prisión de cuatro pilares de Mokuton, Mito observó a la reina llorar con arrepentimiento por todas lo que pasaba. Él no era padre o esposo, pero sabía cuán doloroso era para una madre saber que su hijo quiso asesinarla. En ese momento de dolor maternal, el líder Uzumaki solo pudo ofrecer su hombro como pañuelo para las lágrimas de la reina, ignorando los tendones de sus pies destrozados.

—Todo va a estar bien, pero si debes llorar por la decepción no te detengas, yo estoy aquí para ofrecer mi hombro.

Lady Hashirama, no quería aceptar la buena voluntad de Mito, por temor a lo que iba a encontrar al salir de la prisión. Quería ir al grano y ver lo qué causó Judas, su primogénito.

—No hay tiempo para ello. Tengo que reparar tus tendones cuanto antes y salir de esta prisión para ver la masacre.

Detuvo sus lágrimas y se puso rápidamente a curar a Mito. La luz verde brillante alumbró el espacio reducido. Cuando por fin logró reponer los tendones de los pies del pelirrojo, derrumbó una de las cuatro paredes de la prisión. El panorama le dejó un sabor amargo en la punta de la lengua y la melancolía volvió a invadir a la reina. Todos a su alrededor lucía destruido y polvoriento. El olor a hierro mezclado con tierra estaba por doquiera. De lejos se podía oír lamentos, a lo que fue obligada a buscar sobrevivientes entre los restos de los meteoritos.

En los próximos día, las bajas de los cinco imperio fueron de bastantes, como para no seguir con la guerra sin hombres o herramientas. Entre los cinco imperios, el de Fuego, fue el menos devastado, a lo que los demás reconocieron la derrota y la victoria.

Mientras el rumor de la victoria del imperio de Fuego se esparcía a cada rincón del mundo, el rey y la reina, no tocaban el tema sobre lo que pasó antes que cayeran los meteoritos. Había mucho de que preocuparse por las bajas y la desaparición del príncipe con el poder de hacer temblar el planeta.

—Necesitas encontrarlo y asegurarte que se encuentra bien. Es extraño que haya desaparecido y no dejar rastro de su presencia. Ni esa maldita criatura negra sabe en dónde se encuentra. —Lady Hashirama con tres meses de gestación trataba de calmar su desesperación por la ausencia de su hijo. Era imposible dejar de amar a su hijo, que solo le quedaba encontrarlo y hacer que recapacite por su vil comportamiento. Sentada en su trono al centro del salón de tronos, centraba su vista hacia el piso de mármol, y no al rey, quien se encontraba a un lado de ella sin tomar su trono o ponerse la corona.

Los demás presentes observan silenciosamente a los reyes distanciados desde hace meses.

—Él va a regresar cuando quiera. No hay necesidad de ir tras él —solo esas palabras pudo pronunciar Madara. Claro que no iba a decir en presencia de los presentes, como tiene a sus mejores hombres tras el paradero de su hijo, pues no quiere que sepan que ni él tiene control del príncipe. Por fin se ha dado cuenta que convirtió a su primogénito en una monstruo sin sentimientos, quien no le importó la vida de sus padres, pues si ella muere por su brutalidad y odió, él la sigue. Y lo que él sabe hasta el momento, Yuda odia a todos.

—¡Salgan todos!

Eran escasas las ocasiones en que la reina gritará para sacar a todos del salón de tronos. Hasta su hermano se sorprendió por el repentino cambio de carácter de su hermana. Antes que Tobirama saliera del salón, y una vez todo afuera, dijo:

—Si las cuatro naciones ya no son nuestros enemigos, mi sobrino lo es.

Con la mirada que le dio Madara a Tobirama, le dio a entender que lo quería muerto.

—¡Sal, Tobirama, este problema lo vamos a resolver nosotros a puerta cerrada! —ordenó molesta.

No hubo más para el albino que abandonar el salón de tronos y cerrar la gran puerta. Su coraje aumento porque antes de ir a la guerra, Yuda se las arregló para confesarle a su prima que el asesino de su padre era su padrastro, el mismo que decía amarla. Los problemas rápido se presentaron al regresar del campo de batalla. Su hijastra no volvió a ser la misma.

—¿Estás satisfecho en lo que has convertido a nuestro hijo? —Lady Hashirama se levantó de su trono y se aproximó a Madara, quien evitaba ver sus ojos. —Tú tienes la responsabilidad de ir tras él y sellar ese poder indestructible, antes que repita la masacre. —No recibía respuesta por parte del rey, él solo se alejó aún más de ella. —¡Maldita sea, estoy cansada de tu silencio y malas decisiones! —Se quebrantó, y desesperada arrojó la corana del rey, la cual nunca uso, hacia la pared enfrente de él. —¡Tú tienes la culpa de esto, debés arreglarlo!

—¡Cállate, no me des órdenes! —el gritó del rey se pudo oír hasta el pasillo en donde se encontraba esperando Tobirama y Mito.

El pelirrojo vio la necesidad de interrumpir, pero el albino lo detuvo:

—No intervengas, solo provocaras una pelea en físico.

Mito rechino sus dientes y se tragó su rabia. Tenía que esperar hasta que Madara se fuera de con la reina. Solo así podía calmarla.

Al interior del salón, Lady Hashirama, se tornó histérica por las pocas acciones de Madara. Desde que le gritó, se quedó viendo un punto fijó de la pared.

—Yuda, se encuentra en Amegakure no Sato, acompañado de una joven mujer que se hace llamar Hayami...

Los reyes rápidamente llevaron sus vista a Ten'nõ, el sapo de Lady Hashirama.

—¿Y tú cómo lo sabes? —preguntó Madara instantáneamente.

—Mis camaradas lo han rastreado, dieron con él en compañía de esa extraña mujer —contestó el sapo, saltando hacia los pies de Hashirama.

—¿Por qué extraña mujer? —cuestionó la morena, viendo al sapo marrón con puntos rojos detenerse a pocos centímetros de sus pies.

—Esa mujer desprende un turbio chakra. Todo lo que se acerca a ella muere sin razón alguna. No es normal que una mujer simple puede hacer ello. Esa mujer no es humana.

—¿Cómo es su aparecía? —interrumpió Madara.

—¡Madara, no interrumpas a Ten'nõ, déjalo hablar! —demandó Hashirama. Tras la pregunta del rey, la reina comenzó a sentir escalofríos. Aquí había gato en cerrado. ¿Por qué le importa saber sobre la apariencia de la mujer?

—Sé que voy a sonar perturbador —dijo el sapo —, pero se parece mucho a Yuda. La diferencia entre ellos es solo en el sexo y en los ojos de color.

Madara no pudo esconder lo desconcertado que quedó al escuchar a Ten'nõ. Se acordó del rumor fuera del imperio de fuego, el feto que se arrastra buscado a su madre para vengarse del ser que le negó nacer. Tanto fue el impacto que ni siquiera volteó a ver por última vez a la mujer que le ha causado tristeza en los últimos día, se encaminó apresurado hacia la ventana más cercana, conforme lo hacía, se mordió el dedo pulgar para sacar gotas de sangre, acto seguido, hizo sellos de manos con rapidez y por último tocó piso para invocar a Osama. El rey halcón apareció por afuera de la ventana agitando sus majestuosas alas esperando a su amo montarlo.

—¡No sé qué pasa por tu cabeza, pero sí sé que tiene que ver con esa mujer por tu expresión! ¡Lo que sea que hayas hecho para que nuestro hijo atraviese por esto, traerlo de vuelta si no lo haces atente a las consecuencias! —amenazó Lady Hashirama con un brillo en sus ojos de cumplir con lo dicho.

Osama agitó sus alas de una manera violenta al sentir el paso de su amo sobre su lomo, y tras ello, se echó a volar con dirección a Amegakure no Sato. Madara tenía un objetivo por cumplir antes que Sayuri cumpla con su venganza, sacarle los ojos a su primogénito antes que se convierta en su enemigo.

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El beso de Judas  "Un rey sin corona" [Finalizada] ANTI ROMÁNTICO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora