Capítulo 9

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PELEADOS

Cuando Sharon se quitó la toalla de su cabeza, dejando a la vista un color verde bastante feo, Steve puso una cara de asombro.

—¿Qu-Qué le pasó a tu cabello? —preguntó algo más calmado.

—Eso mismo quisiera saber yo —respondió mirando acusatoriamente a Tony.

—¿Por qué me miras así? —cuestionó el niño con una cara de inocencia.

—No te hagas el tonto, ayer mi shampoo estaba perfectamente, y hoy tenía este estupido tono verde ¡Alguien debió haberlo alterado! —exclamó más exaltada.

—¿Y yo que tengo que ver con eso?

—Yo no fui, Steve sería incapaz de algo así, ¡Solo quedas tú, estupido niño!

—¡SHARON! —gritó Steve—. No te permito que le hables así a Tony. —Volvió a verla con la mirada enojada de antes.

—Lo siento, Steve, pero es que él se lo busca. No entiendo por qué me hizo esto.

—Yo no he sido —dijo Tony con una carita de inocencia y unos ojos algo aguados—. De seguro se echó a perder, le cayó hongo o algo, pero yo no he sido —terminó su mentirilla colocándose las dos manos en su rostro, tapándolo por completo.

—Tony, tranquilo —le dijo Steve en un tono suave—. Sharon, Tony tiene razón. De seguro fue un hongo o algo, si te hace sentir mejor, dile a J.A.R.V.I.S. que te compre un tinte rubio y asunto arreglado.

En eso, Steve volteó hacia donde estaba Tony y se agachó estando a su altura, para darle una sacudida a su cabello y cargarlo entre sus brazos por primera desde hace un par de días. Tony se asombró al sentirse en brazos de Steve, pero solo se dedicó a hundir su cabeza en el pecho del otro, justo como hacía antes.

—Vamos, Tony, te prepararé el desayuno.

Y se fueron dejando atrás a una molesta y alterada Sharon.

Aún usando el tinte rubio, a Sharon le costó tres días sacarse todo el color verde, ella estaba segura que eso era, tinte, aunque Tony lo negara y Steve dijera que no era para tanto. Al final volvió a tener su cabello amarillo como antes.

Tony se sintió un poco mal por haberle mentido a Steve, el Capitán confío en el, y Tony le mintió. Pero luego se le pasaba al recordar la cara de Sharon con el tinte, se rio mucho a causa de aquello cuando estuvo solo, además de que gracias a eso Steve lo pudo cargar y abrazar una vez. Si, una vez, porque después de ese desayuno siguió sin volverlo a cargar y sin tratarlo como antes, seguía pasando horas y horas hablando con Sharon, y a su parecer, cada vez más cerca.

Lo único que Tony quería era a Steve, al que conoció, con el que estuvo viviendo ese tiempo, no el de ahora, que no le prestaba atención. Él quería a su Steve.

—¿Steve puedes alcanzarme la caja de donas que está arriba en la alacena, por favor? —preguntó el niño.

Pero no tuvo respuesta, Steve estaba tan concentrado en su conversación con la –de nuevo– rubia que no le prestó atención.

—¡Steve! —gritó Tony molesto.

—¿Mmph? —le dijo Steve volteando un poco su cabeza hacia donde estaba él, pero sin apartar su vista de Sharon— ¿Qué pasa, Tony?

—¡Mis donas! No alcanzo —dijo girando los ojos.

—Dile a J.A.R.V.I.S. que mande a algún robot a que las baje.

Criando un amor | StonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora