Capítulo 4

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AMIGOS

Clint y Natasha sonrieron y empezaron a caminar hacia ellos mientras que Steve se levantaba. Tony hizo lo mismo.

Los agentes saludaron al capitán bajo la atenta mirada del pequeño.

—Steve, ¿quiénes son ellos? —preguntó Tony apretando la mano del rubio.

—Hola, Tony —dijeron los otros dos al unísono con una sonrisa.

—¿Me-me conocen?

—Tony, ellos son Natasha y Clint, son mis amigos, nuestros amigos.

—Hola —decía algo tímido—. ¿Tú eres Natasha? ¿La que me llevó toda esa ropa?

—Así es, Tony, espero que te haya gustado.

—Ah sí, Nat, muchas gracias por eso. Pero, ¿Qué hacen aquí? —preguntó el Cap.

—Fury nos envió para vigilar que todo estuviera bien con ya sabes qué —respondió la espía.

—¿Podemos ir a la torre? —preguntó Clint esta vez.

Steve asintió y caminaron de regreso a la torre que no se encontraba muy lejos de ahí. Al llegar subieron al ascensor y llegaron al piso.

—Tony ve a lavarte las manos —ordenó Steve.

—Si, ya voy —respondió el niño dirigiéndose al baño a toda velocidad.

—Vaya, Steve, parece que tienes todo bajo control —mencionó Natasha sorprendida.

—Nunca creí ver a Tony obedeciéndote —rio un poco Clint.

—Yo también me sorprendí, la actitud del Tony de siete años es muy diferente a la que conocemos.

—Nos dimos cuenta —comentaron.

—Bien, díganme, ¿cómo va Bruce con la cura?

Antes de que pudieran responder Tony ya había vuelto.

—Tengo hambre —dijo el niño tocando su barriga.

—Acabas de comerte un helado, Tony —recordó Steve, quien al ver la carita de Tony solo pudo suspirar—. Bien, comamos entonces. Chicos ustedes también.

Steve sirvió un plato de pastas para cada uno, se sentaron en la mesa y empezaron a comer. Se hizo un silencio por un momento que fue roto por cierto niño.

—¿Cómo es que ustedes conocen al Capitán América?

—Bueno —dijo Clint—, somos compañeros de trabajo.

—¿Y se quedarán aquí cuidándome como lo hace Steve?

—No, Tony —dijo Natasha sonriendo—. Esa misión es solamente del Capitán América, es el único capaz de cumplirla.

Eso provocó una reacción extraña e indescriptible en Steve y Tony, como felicidad y diversión. Continuaron con la comida sin decir mucho más, hasta que luego de un rato, el niño nuevamente interrumpió el silencio que se había formado.

—¿No que nadie podía saber dónde estaba yo?

—Si, Tony, pero Clint y Natasha son de confianza. Ahora deja tu plato en el lavavajillas y prepárate para dormir.

—Pero...

—Sin peros.

—Bien —dijo resignado, empezando a hacer lo que se le pidió. Pensando en que mejor hubiese sido no decir nada. ¡Apenas eran las ocho!

Criando un amor | StonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora