Capítulo 9 : Bajo la mesa

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DAVEN


El día apenas comenzaba y yo ya estaba de malhumor. Una vez más, me pregunté si la molestia que suponía soportar a Willow dejaría buenos resultados. Estaba harto de las burlas de la manada y los comentarios maliciosos de las chicas que creían que estaba follándola a cambio de calificaciones altas, como si fuera un jodido oportunista. Si hubieran prestado un poco de atención, habrían notado que la víctima de la situación era yo. No ella, la chica obstinada y manipuladora que me había forzado a convertirme en su chófer y sentarme a su lado durante la hora de almuerzo para, según ella, aprovechar los ratos libres. Sabía, no obstante, que seguía creando circunstancias en las que fuéramos vistos juntos porque le gustaba atormentarme.

Cada vez soportaba menos su actitud. A pesar de que había sido mi elección insistirle para ser mi tutora, la paciencia se me estaba acabando. Lo más probable es que termináramos peleando de nuevo en cualquier momento, cosa que también había ocurrido con frecuencia. Algunas veces sucedía porque Willow tenía un límite de veces para repetir una lección, límite que yo rebasaba intencionalmente debido a que me gustaba verla perder la cabeza. En otras ocasiones, ella aparecía en las prácticas, o cualquier otro lugar donde estuviera con los chicos, para recordarme en voz demasiado alta sobre nuestro compromiso de estudio. También me hacía esperar en el estacionamiento durante mucho tiempo, así que siempre la recibía con el ceño fruncido y la boca torcida en una mueca de molestia.

Me extrañaba que aún no nos hubiéramos mandado al diablo mutuamente.

Quizá lo hagamos un día de estos.

Rezongando, conduje por el centro del pueblo hacia la avenida que llevaba a High Hill, el vecindario donde Willow vivía. Era una fría mañana de octubre, la más gélida hasta el momento. Las ruedas del camión siseaban sobre el húmedo asfalto mientras me acercaba a lo que habíamos denominado "punto de encuentro". Una vez que alcancé la intersección situada a dos cuadras de la casa Hemsley, apagué el motor y extraje el teléfono del bolsillo de mi cazadora para informarle a Willow sobre mi llegada. Ella respondió de inmediato con un simple "en camino".

Una suave llovizna empezó a caer de repente. Me froté las manos al tiempo que trataba de calentarlas con mi propio aliento, pues la calefacción del camión apenas funcionaba. Entonces eché un vistazo alrededor para cerciorarme de que no había nadie raro observándome. Todo indicaba que estaba solo, aunque eso no siempre era tranquilizador. Cualquier vecino que mirara a través de su ventana sabría inmediatamente que yo no pertenecía a High Hill. Se notaba a kilómetros no sólo por el coche que manejaba, sino por mi aspecto en general, la ropa que vestía... en fin.

El vecindario de la gente acomodada siempre había sido la zona prohibida para los que vivíamos al oeste de Hampton. Mientras que en este lado del pueblo las casas eran más grandes, con hermosos jardines y pórticos impresionantes, en West Hill la visión resultaba, más bien, deprimente. Un barrio marginado con hileras e hileras de adosados cuyas fachadas habían perdido la belleza tiempo atrás. El lugar donde era común escuchar los gritos de alguna esposa a su marido ebrio, los chillidos de los bebés recién nacidos o los gemidos de la señorita Bennington, una prostituta que tenía su centro de operaciones en su propia casa.

Mi única defensa, si alguien como el padre de Willow me veía cerca, era decir que esperaba encontrarme con Mitch, Zachary o Verónica, los únicos amigos que vivían cerca. Aún así, sospechaba que Christopher Hemsley jamás se tragaría el cuento, sobre todo si quién intentaba convencerlo era el mismo chico que había estado a punto de encarcelar meses atrás. El oficial de policía y yo teníamos nuestra propia historia... y no era ni remotamente agradable.

El Día Que Las Estrellas Caigan ✔ (Destinados I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora