Capítulo 44 : A. Webster

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WILLOW


El vestido es color ciruela; con detalles en lentejuelas, una falda ligeramente acampanada y un escote en la espalda. Lo combiné con medias negras y tacones del mismo tono cubiertos por un estampado de diminutas mariposas. Le doy el visto bueno a la mujer parada frente al espejo antes de coger el secador para darle volumen a mi cabello. El lado bueno de deshacerme de la melena es que ahora tardo menos tiempo en lucir presentable. Adiós las largas horas cepillando, alisando o tratando de hacerme un peinado con el que nunca quedaba contenta. Es una bendición.

—¿Estás lista? —grita Cardigan desde la sala. —Llegaremos tarde.

—Voy a maquillarme. —digo girando los ojos. —Eres como el hombre en esta cita, ¿sabes?

—Soy eficiente cuando me arreglo.

—Bien por ti.

Murmurando por lo bajo, inicio la tarea de ponerme unas cuantas capas de maquillaje. Le imprimo el doble de esfuerzo que de costumbre, ya que estoy de ánimos para tratar de imitar esos tutoriales de Youtube en los que las chicas quedan como sacadas de un cuento. Delineo mis párpados superiores, rizo mis pestañas, aplico un poco de esto y aquello en el resto de mi rostro y culmino con un labial rojo fuego que casi nunca uso. Una vez satisfecha, rocío la cantidad justa de Gabrielle de Channel en zonas estratégicas de mi cuerpo y vuelvo a inclinarme cerca del espejo para comprobar mis dientes.

—¿Podemos irnos? —inquiere mi amiga cuando estoy de regreso en la sala. Está sentada frente a la televisión cambiando de canal sin ver realmente lo que aparece en la pantalla. Lleva un ceñido vestido azul y el cabello recogido en un moño simple. —Willow.

—Espera, olvidé mi abrigo. —corro a la habitación y regreso con un abrigo negro. Entonces cojo mi bolsa del sofá. —Ahora sí.

—Gracias a Dios, mujer.

—Deja de quejarte y toma tu cartera. —la riño. —Y sonríe un poco, es noche de chicas. Vamos a comer como cerdas y a beber como marineros.

Eso la anima.

—Casi olvido que esto fue mi idea.

Salimos del apartamento doce y cruzamos el pasillo hacia las escaleras.

—Yo te lo recuerdo. —digo. —Ahora saca pecho y pon cara interesante. Vas a encontrar a un chico lindo con quien coquetear.

—Oh no, no, no. —expresa, horrorizada. —La última vez que quise coquetear con alguien bebí tanto que un extraño terminó trayéndome a casa. No puedo hacer eso de nuevo.

—Me tienes a mí para controlar la cantidad de alcohol que consumes.

Cardigan se pone el abrigo mientras empezamos a bajar las escaleras.

—¿Qué hay de ti? —inquiere moviendo las cejas sugerentemente. —¿No piensas tener un poco de diversión post-Daven?

Tuerzo el gesto.

—Ah, Dios. Lo siento. —añade luciendo culpable. —No debí mencionarlo.

—Está bien. —le resto importancia. —La verdad es que las terapias no me han dado oportunidad de pensar mucho en posibles candidatos.

—Pero, podrías intentar. Eres joven y hermosa, Willy.

—Quizá lo haga hoy.

Ella sonríe de forma alentadora. Yo no sé qué pensar de la idea, así que cambio de tema.

El Día Que Las Estrellas Caigan ✔ (Destinados I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora