Capítulo 28 : Mañana

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DAVEN


Dos días antes de la ceremonia de graduación, recibí la tercera carta. El sobre tenía el sello de la Universidad Estatal de Oregon estampado en el reverso y, bajo este, destacaban los datos de contacto de la institución. No entendía por qué seguían haciendo lo de las cartas cuando bien podían enviar un correo electrónico con la información. Decir que se trataba de una práctica anticuada era quedarse corto. Al diablo la conservación del medio ambiente cuando tienes que notificarle a un aspirante universitario que ha sido rechazado.

Todavía no había abierto la carta, de modo que no sabía si estaba en lo cierto acerca del rechazo. Sin embargo, era lo que había ocurrido con las dos anteriores. Las palabras formales declinando mi petición provocaron que la visión de mi futuro se tambaleara. Tanto, que ahora mismo no tenía grandes expectativas respecto a mi opción más ambiciosa. Ni siquiera quería molestarme en leer la jodida carta. Sabía lo que encontraría y me decepcionaba porque, aunque me repitiera que daba igual, seguía ansiando esa oportunidad.

Inhalé dejándome caer contra la puerta de entrada. El sobre debería haber llegado el día anterior, pero los de la oficina de correo se retrasaron en la entrega. No es que eso cambiara el hecho de que me ponía de los nervios conocer el contenido. Francamente, estaba cagado.

Traté de convencerme de que aquello sería como devolver un hueso dislocado a su lugar o arrancarse una costra de la piel. Algo simple que daría una mala sensación al principio, pero que superaría con el tiempo.

No seas cobarde, carajo.

Abrí la carta desdoblando el rígido papel que se encontraba dentro. El ritmo de mi corazón aumentó y un sudor frío me humedeció la frente mientras leía las primeras líneas. Fruncí el ceño más y más a medida que avanzaba y, cuando ya no hubo nada que leer, regresé al principio.

No era posible.

—¿Qué haces ahí? —alcé la mirada. Mi hermano bajaba las escaleras frotándose el rostro como si acabara de despertarse. Tenía sentido, ya que era temprano. —Daven.

Vacilé sin saber qué decir.

—¿Qué? —entonces reparó en la carta. —¿Otra?

—Sí.

—¿Y qué dice?

Volví a leer en silencio. Devan avanzó hasta quedar a unos pasos de mí.

—Vamos, no me hagas esto. ¿Qué dice?

Le tendí el papel y él lo cogió de inmediato. Sus ojos recorrieron velozmente las líneas.

—¿Es real?

—Tiene firma y sello. Claro que es real.

—Mierda.

—Mierda. —repetí mientras apoyaba la cabeza contra la puerta, atónito.

—¿Esta es la parte donde digo que te extrañaré? —se mofa.

—No, idiota. Esta es la parte donde me felicitas; te despides luego.

—¿Y si brindamos con una cerveza?

Arqueé una ceja.

—Es miércoles, son las nueve de la mañana y estás en rehabilitación. —objeté. —No puedes beber. Además, no soy aficionado a la cerveza.

—¿Qué hay de esa botella de tequila con olor a gasolina que ni siquiera papá se atreve a tocar.

—Nos destrozará el estómago.

El Día Que Las Estrellas Caigan ✔ (Destinados I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora