Capítulo 39 : Opciones

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ARLENE


Éramos tres en la mesa de caoba situada junto a la pared de vidrio. La oscura madera refulgía impecablemente contra la luz dorada de la araña que colgaba sobre nuestras cabezas. Apoyé las manos en la pulida superficie, lado a lado del plato servido con filete, puré y judías que constituía nuestra cena. No tenía apetito, pero el intento de reunión familiar había sido mi idea. Una que ahora debía enfrentar con fingido entusiasmo.

Mi propósito, mientras arrastraba a Willow fuera de su dormitorio y obligaba a mi marido a regresar temprano del trabajo, era deshacer la tensión constante y amenazadora con la que habíamos vivido durante las últimas dos semanas. Noté que, en realidad, haría falta un milagro o una catástrofe para definir lo que seríamos de ahora en adelante. Quizá una familia salvada. O quizá una completamente resquebrajada.

Me obligué a coger el tenedor y comencé a revolver las judías en mi plato. Di un bocado al mismo tiempo que observaba a Christopher cortar un trozo de su filete en salsa de barbacoa. Nuestras miradas conectaron durante una fracción de segundo, haladas por la poca fuerza de atracción que quedaba tras las múltiples recriminaciones y alaridos intercambiados. Él fue el primero en apartar los ojos para murmurar un torpe:

—Está delicioso. Gracias.

No era un halago muy caluroso, sino el tipo de cumplido que le diriges a un mesero por atender tu mesa. Casi esperé recibir una palmadita en el hombro. Fue tu idea, me recordé. Haz que esto sea agradable.

—Me alegra que te guste. —dije con una sonrisa incómoda. —Hace tiempo que no lo preparaba. Tuve que llamar a mi mamá para preguntarle si debía licuar las cebollas con el tomate o sólo añadirlas a la salsa. En verdad olvidé la receta.

—Tú no sueles olvidarte de nada.

—Últimamente sí.

—Tal vez sea el café lo que te tiene con la cabeza por las nubes, Lene. —escuchar a Chris pronunciar mi apodo me hizo sentir algo cálido. Él también lo estaba intentando, aunque tuviera menos facilidad de palabra que yo. —He leído que beber demasiado es nocivo para la salud.

—Nocivo es una palabra exagerada. —apunté.

—Te pareces a Miles. —Chris masticó antes de agregar—: Toma esa mierda de café tailandés como un adicto. Le he dicho que pare, que ya no somos jóvenes, pero no escucha.

—¿El tailandés es mejor que el cubano? —pregunté, interesada.

—Quédate con el cubano, lo que Miles toma debería catalogarse como droga dura.

Me alegré de porque empezáramos a relajarnos. Se sentía bien luego de los días tan difíciles que habíamos atravesado.

—¿Qué tal las cosas en el trabajo? —cambié de tema. —¿Ya trasladaron a los chicos de la última pandilla que desmantelaron?

Sus facciones, marcadas por el inicio de los cuarenta y la ardua labor de policía, se tornaron graves.

—Es un verdadero desastre. —expresó al final.

—¿Por qué?

—Pues la mayoría pertenecían a Endfield Street, así que todo el mundo está aliviado de que fueran expulsados de Hampton. —negó con pesar. —Me da lástima. Algunos eran tan jóvenes. Chicos de apenas dieciséis que ya trabajaban para los malditos fabricantes. Todo el lío del laboratorio que habíamos intentado localizar antes, resultó ser más grande de lo que pensábamos.

El Día Que Las Estrellas Caigan ✔ (Destinados I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora