Capítulo 30 : Valor

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WILLOW


Hace tiempo que no derramaba tantas lágrimas. El llanto es una de esas cosas contra las que siempre lucho; un mecanismo de desahogo al que odio sucumbir. Me hace sentir débil, expuesta y vulnerable. Siempre que lloro es como si todas mis heridas se abrieran, a la espera de que alguien aparezca para rociarlas con sal. ¿De qué han servido las terapias cuando es evidente que sigo atrapada? ¿De qué ha servido el tiempo lejos, la obsesión por el trabajo y la negativa a mencionar al niño que nunca tuve? Los años se me han ido y sigo en las mismas: huyendo del ayer mientras me aferro a alegrías fugaces.

Quiero ser fuerte. Quiero ser feliz. Quiero sentirme ligera, como hace tiempo que no me siento. El problema es que no sé si exista un camino hacia esa paz... o si sólo estoy viendo falsas esperanzas en un entorno vacío. Todos insisten en que tengo que hablar, pero dudo que alguien comprenda el porqué soy incapaz de hacerlo. No es que no esté dispuesta, es que he pasado tanto tiempo evadiendo el tema que el silencio se ha convertido en un hábito arraigado para mí, igual de básico que laverse los dientes o verse en el espejo.

Hay experiencias que te siguen de por vida. Dolores que se adhieren a tu piel con tal fuerza, que un día simplemente renuncias a la idea de intentar arrancártelos. Los llevas a cuestas sin atreverte a hurgar demasiado por temor a perder la poca estabilidad que has conseguido. Es lo que ocurre conmigo, lo que me impide soltar la lengua.

Supongo que el valor me ha abandonado otra vez.

Ojalá hubiera tenido más agallas. En lugar de ello, me desmoroné.

El verano antes de mi último año de escuela fue el más perfecto y desastroso de mi vida. Un día estaba construyendo un hermoso castillo de naipes y al siguiente presenciaba cómo una tormenta lo arrasaba.

Daven fue a la cárcel y yo no supe cómo manejarlo. Estaba impactada por lo rápido que lo habían procesado, asustada por la sentencia y horrorizada por la idea de lo que vendría. Mil rumores corrían de boca en boca distorsionando la verdad hasta convertirla en un lío de sangre y perdición. No creí en ninguno. No podía. Conocía lo suficiente al hombre que amaba para saber que había más detrás de la historia que la gente repetía.

Y no estaba equivocada. Su hermano me lo confesó todo el mismo día en que recibí de sus manos la carta donde Dave cortaba nuestra relación.

No sé qué fue peor, si enterarme del embrollo en el que se había metido o saber que daba lo nuestro por perdido. Mi mente era un caos; mi corazón un despojo. Luego, vino la noticia del embarazo, el miedo al futuro cercano, la presión de haber decepcionado a mi familia, los gritos... Dios, mis padres peleaban todo el tiempo y eso también era mi culpa. Nunca antes escuché tantos alaridos en casa; nuestra vida siempre había sido tranquila y llena de amor. Pero, eso era cosa del pasado ahora que estaba embarazada de alguien condenado a prisión.

Ellos no lo sabían, por supuesto. Me aseguré de guardar silencio, a pesar de que la insistencia de Christopher para conocer el nombre del padre era constante y atormentadora. Sentía que me partía en dos mientras intentaba proteger a Daven y lidiar con el caos familiar que yo misma provoqué. No podía hablar, no podía pensar. Entonces aparecieron los ataques de pánico y después Devan... Devan...

Me siento en la cama, cansada de yacer tumbada cuando es obvio que no dormiré. No lo he hecho en toda la noche y no lo haré ahora que el sol empieza a salir. Aparto las mantas de mi cuerpo y me pongo en pie antes de caminar al baño.

El Día Que Las Estrellas Caigan ✔ (Destinados I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora