Capítulo 35 : Perro fiel

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DAVEN


Hay pocas chances de conciliar el sueño cuando tienes la mente tan despierta. En aquel momento, la mía era como un neumático deslizándose a toda velocidad por una pendiente. Pensaba en posibles complicaciones y en cómo salir de ellas si la mierda se ponía peligrosa. Pensaba y planeaba. Pensaba y temía. Era un ciclo interminable que, lejos de atraerme a la inconsciencia, me empujaba a la paranoia.

No creía haber dormido más de tres horas desde que regresé de ver a Willow y, ahora que abría los ojos para hundirme de nuevo en el agobio del presente, dudaba que fuera capaz de volver a relajarme.

Las sombras todavía reinaban en el exterior, apacibles y sosegadas. El gélido viento nocturno se colaba por la ventana abierta del dormitorio erizando la piel desnuda de mi torso a su paso. Aquello, en apariencia insignificante, me hizo extrañamente consciente de mis limitaciones. No poseía ningún poder especial para controlarlo todo, ni siquiera las respuestas de mi propio cuerpo ante un estímulo como el frío. No era un héroe con nervios de acero o una insuperable resistencia física. Era un ser humano y, por consiguiente, alguien propenso a equivocarse. Ya lo había hecho muchas veces en el pasado. Quizá mi mayor preocupación fuera esa: que podía cometer nuevos errores. Errores con el potencial para perjudicarnos

El encargo, con todo lo que conllevaba, me daba mala espina. Tenía experiencia presenciando negociaciones y entregas. En ninguna de ellas fui privado de información elemental como el tipo o la cantidad que transportaría. Algo no cuadraba, pero no lograba ver de qué se trataba. Escuchar a Leon ordenarme vigilar a Craig había sido lo primero en encender las alarmas en mi cabeza. ¿Por qué quería mantener un ojo sobre el tipo que, durante años, trató como su mano derecha? ¿Por qué, de pronto, creía más en Tommy? Que yo supiera, Leon nunca antes prestó atención al comportamiento codicioso Craig; así lo había conocido y sabía lo suficiente de su vida para manejarlo a su antojo con éxito. ¿Ahora resultaba que no confiaba en él, el hombre que guiaba las negociaciones y quien no temía ensuciarse para saldar las deudas de su jefe?

Quizá la dinámica entre ambos había cambiado desde que me fui. O quizá existía otro motivo.

Exasperado, aparté las sábanas y me deslicé fuera de la cama yendo directo hacia la ventana. La oscuridad era densa, pero no fue problema subir al tejado. Los años de práctica me habían hecho experto en identificar las áreas donde debía pisar. Hubiera podido trepar con los ojos cerrados.

El vecindario era silencio absoluto; el cielo, un techo de infinita negrura con minúsculas manchas de luz a punto de desaparecer. Tomé asiento en el espacio que sólo había compartido con una persona y dejé mis piernas colgar al vacío. Por primera vez, la visita a mi lugar favorito no disminuyó mi intranquilidad. Parecía que la única que ahora tenía la habilidad de calmar mis tormentas era Hemsley, una cosa extraña si consideraba que, hasta hacía poco, era ella quien las provocaba.

Cerré los ojos con fuerza antes de volver a contemplar el panorama que se extendía frente a mí. Pensar en Willow era una mala idea. Necesitaba concentrarme en Portland. Inventarle una excusa a papá había sido la parte más fácil; cualquier cosa servía para justificar mi ausencia. Su instinto paternal era igual de inexistente que mis ganas de ir a la ciudad. Si mamá hubiera estado viva, me habría sometido a un interrogatorio antes de dejarme en paz. Aunque claro, si hubiera estado viva jamás me habría metido en problemas. Ella nunca lo hubiera permitido y tampoco hubiera sido necesario.

Joder, ahora sonaba como si estuviera culpándola por morir. En cierto modo, creo que lo hacía. El presente hubiera sido un lugar menos complicado de no ser por ese accidente. Sí, era un pensamiento absurdo, pero es lo que la frustración suele causarle a las mentes en conflicto. Me enojaba haber caído nuevamente en algo de lo que hubiera preferido mantenerme a kilómetros de distancia. Odiaba que las cosas se salieran de control cuando parecía que iban bien encaminadas. Después de tanto esfuerzo, mi futuro volvía a pender de un delgado hilo y, por mucho que amara a mi hermano, una parte de mí resentía su debilidad.

El Día Que Las Estrellas Caigan ✔ (Destinados I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora