Capítulo 5 : Culpa de Piolín

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WILLOW


Lo siguiente que sé, es que voy manejando de vuelta a casa. Escucho el zumbido del teléfono en mi bolsa, pero no puedo tomarlo ahora. Número uno, porque me está costando mantener la concentración en la simple tarea de conducir. Número dos, porque sé que quien insiste una y otra vez en hablarme es Nathalie. Necesito serenarme antes de tener cualquier conversación con ella. ¿La razón? Tiene respuestas que quizá no estoy preparada para oír en este momento.

Me fui de Mochee's sin despedirme, siendo especialmente cuidadosa en la tarea de esconderme de Verónica usando los cuerpos que se acumulaban alrededor de la barra. Los alaridos y carcajadas ayudaron a camuflarme cuando tropecé con una mesa y provoqué que un par de bebidas se volcaran sobre la familia que la ocupaba. En lugar de disculparme, el único gesto que hice fue llevar el dedo índice a mis labios en una seña que buscaba silenciarlos. Digo, estaba en plan de huida y no podía dejar que me expusieran. Los dos niños con sus padres me miraron como si no pudieran creer lo que estaba haciendo y, sabiendo que las miradas de desconcierto pronto serían sustituidas por gestos furiosos, decidí correr a la salida.

A partir de allí, todo es un borrón en mi cabeza. Subí al auto, introduje la llave en el contacto y me alejé del estacionamiento con la misma determinación que lo haría un ateo de un religioso. Lo extraño fue que, en todo momento, me sentí como si no estuviera haciendo realmente esas cosas. Era, más bien, como si observara la escena desde el fondo de un túnel con olor a la comida grasienta de la cafetería. Aún ahora sigo preguntándome si es que acaso soy yo la que conduce a Piolín, si no se trata de alguien más. Oh, demonios, por supuesto que soy yo. Soy Willow Hemsley huyendo después de ver a un niño con un inquietante parecido a Daven.

Daven. Verónica. Parece la suma perfecta que daría como resultado a un niño.

A diferencia de mí, ella se quedó en Hampton para manejar el bar de su tío. Y en cuanto a Daven... bueno, regresó hace tres años. Es normal suponer que ambos... Hazte un favor y no supongas nada. Podría no ser su hijo, sino de Devan, pese a que no tendría ningún sentido considerando que está prestando servicio militar en alguna parte de Medio Oriente desde hace un año. Al menos fue lo que Daven mencionó cuando se lo pregunté en ese incómodo trayecto a casa.

Muevo la mano hacia mi pecho sin apartar los ojos de la vía y jugueteo con la delgada cadena de plata. Mis dedos recorren los diminutos eslabones hasta que se topan con el dije del collar: una estrella de siete puntas tallada en madera. Me aferro con fuerza al pequeño objeto intentando encontrar la calma que se oculta en algún rincón de mi fuero interno. Entonces me doy cuenta de que no puedo seguir conduciendo. Llevo a Piolín a un lado de la carretera y apago el motor sin saber exactamente qué pretendo.

Cientos de recuerdos acuden a mi mente al mismo tiempo. Promesas dichas bajo las estrellas, besos robados, un adiós que nunca se pronunció... y luego dolor, soledad y rencor. Quizá Nat tenga razón y sigo atascada en el lugar donde él me dejó, donde ni siquiera sospecha que me dejó.

El dije, de nuevo oculto bajo la blusa, quema contra la piel de mi pecho. Lo arrojé una vez a la basura antes de correr a recogerlo. Puede que parezca un acto masoquista, pero es lo único a lo que puedo aferrarme cuando siento que estoy perdiendo el control. Lo que evita que Willow Jekill acabe convirtiéndose en Willow Hyde. Me hace recordar los buenos tiempos, esos donde aún no había perdido mi corazón y ese algo más que nunca podré recuperar.

Cierro los ojos y masajeo mis sienes con la yema de los dedos. Al cabo de un minuto, parpadeo encontrando mis ojos en el espejo retrovisor.

—Estás bien. —le digo a la chica de mirada feroz. —Estás en total control de tus sentimientos. Eres una mujer fuerte e independiente. Ganas tu propio dinero, tienes un auto hermoso y vives en un bonito apartamento en la ciudad. A los hombres les pareces caliente y divertida. Has tenido citas que podrían considerarse exitosas y seguirás teniéndolas hasta que encuentres al tipo indicado o decidas que criarás gatos por el resto de tu vida. El pasado no importa. —levanto el dedo índice señalando mi reflejo. —Daven. No. Importa. Al diablo si tiene un hijo o si se ve lo bastante bien como para que quieras acostarte con él... espera ¿qué?

El Día Que Las Estrellas Caigan ✔ (Destinados I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora