Capítulo 24 : Confrontación

29.2K 3K 2.7K
                                    


DAVEN


—Esto no tiene sentido. Ni siquiera sé por qué nos molestamos en intentarlo. —dijo Row al tiempo que se apartaba de mi regazo. —Te advertí que sería inútil.

Me tumbé boca arriba sobre la cama y contemplé el insulso techo de mi dormitorio mientras dejaba escapar una larga exhalación. Tenía una erección, lo que significaba que mi cuerpo funcionaba perfectamente al estímulo de mi mejor amiga y compañera de encuentros sexuales. Estaba listo, casi anhelante. El problema era mi cabeza. Por algún motivo, no podía excitarme más allá de lo necesario para cumplir con mi parte. Era incapaz de disfrutar lo que debía sentirse bien. Los besos de Verónica sabían a cartón húmedo y el ardor del sexo se había ido de jodidas vacaciones.

—Lo siento. —murmuré de malhumor. 

Ella se ajustó la blusa antes de acostarse a mi lado, ambos completamente vestidos. Ambos completamente frustrados.

—No te preocupes. —me consoló. —Yo tampoco estoy en mi mejor momento hoy.

—¿Oral? —le propuse, para rescatar lo que me quedaba de orgullo. —Puedo complacerte.

Soltó carcajada. Sus ojos verdes se burlaron de mí. Genial.

—Cuidado con lo que vas a decir. —la amenacé.

—Nada malo sobre tu desempeño. Es que... ¿has notado que nos referimos al sexo como una transacción? —carraspeó y, a continuación, adoptó el tono de alguien que ofrece un servicio. —¿Te apetece un oral? ¿Quieres que sea rudo o suave esta vez? Puedo ofrecerte una mamada de consuelo, ya sabes, para que te descargues. Oh, no por el trasero hoy, mejor mañana. —negó con la cabeza aún sonriendo. —Somos absurdos, Daven.

—Al menos nadie dirá que no nos comunicamos.

—Era un poco más emocionante cuando empezamos.

—Hablas como una esposa después de diez años de matrimonio.

—Ya no es lo mismo. —prosiguió, más seria esta vez. —A veces siento que ambos estamos estancados, ¿sabes? Refugiándonos en nuestra extraña amistad para no afrontar el hecho de que deseamos a otras personas. Personas que quizá no deberíamos tener porque significan una enorme cantidad de problemas.

No podía rebatir contra eso. Ella tenía razón.

Volví a suspirar viendo sin ver el techo.

—Te gusta Zac, ¿cierto?

—Me encanta. —susurró. —Es divertido y... tengo una obsesión por sus dientes, aún cuando están un poco torcidos. ¿Se los has visto?

—No. No ando viéndole la boca a los tipos.

—Bueno, tiene una sonrisa imperfecta, pero encantadora. —continuó. —Y sus ojos son grandes y de ese extraño color ámbar, como una piedra con matices de otros tonos. Siempre quiere quedarse después de hacerlo, no porque sepa que lo necesito, sino por pura iniciativa propia. Está esperando a que tome la decisión de elegirlo, pero eso nunca pasará. Ningún chico quiere estar con alguien que está mal de la cabeza y que debe medicarse para sobrevivir.

—Mierda, Row. Deja de ser tan dura contigo misma.

—Sabes que digo la verdad.

—Eres maravillosa.

—Soy un desastre. —alzó las manos colocando las muñecas frente a mi rostro. —¿Lo ves? Soy un desastre.

Fruncí el ceño hacia las malditas cicatrices.

El Día Que Las Estrellas Caigan ✔ (Destinados I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora