Capítulo 36 : Un alma vieja

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DAVEN


Salía del trabajo la primera vez que vi pasar a Tommy. Él conducía el auto de Craig mientras este fumaba un cigarrillo en el lugar del acompañante. La visión me provocó cierta sospecha, ya que Craig nunca permitía que desconocidos tocaran su coche. Aunque, por otro lado, ¿qué demonios me importaba? Había pasado un largo tiempo desde que abandoné la pandilla; lo último que necesitaba era mostrar interés por lo que ocurriera con sus miembros. Ignoré mi propia curiosidad durante semanas hasta que eso de verlos juntos se convirtió en un hecho recurrente. Entonces acudí a Mitch para saber quién era el sujeto con aspecto de guerrero hawaiano. Mi amigo, que mantenía un contacto permanente con la gente del bajo mundo, respondió:

-No lo sé. Viene y va y hace toda clase de trabajos para Leon. También ayuda a Craig en sus negocios, ya sabes de lo que hablo.

Intimidación, pago de deudas, coacción.

De seguro su apariencia amenazante ayudaba; podría haberla usado para liderar un club de motociclistas. En cambio, eligió servirle a uno de los traficantes más conocidos y repudiados de Hampton. ¿Cuál era la razón? ¿De dónde había salido? Nadie aparte de Leon sabía las respuestas. Y ni siquiera él, que siempre se jactaba de ser todo cerebro y maquinación, tenía pleno conocimiento de lo que su perro escondía bajo las capas de fingida lealtad. No parecía probable que llegara a conocer su secreto. Alguien tan metódico como el agente Timothy Holt, alias Tommy, jamás dio pie a sospechas dentro o fuera de Enfield Street. Le llevó más de un año infiltrarse, lograr que confiaran en él, y, tras un par de meses, por fin había conseguido armar el escenario para atraparnos a mitad de un intercambio.

Tommy no sólo iba por la cabeza de Leon, sino también por la de Gregor, el jefe de la banda criminal con la que estábamos a punto de traficar. Su actuación de pandillero fiel había sido tan impecable que nadie sospechó que tuviera una doble identidad. De hecho, Leon prefirió señalar a Craig de traidor antes que involucrar a su nuevo guardián. Nunca supe la clase de trabajos que lo hizo ganarse el respeto del jefe, pero ciertamente logró su objetivo. Nos engañó a todos.

Ahora estábamos más allá de jodidos.

Todavía me pregunto si acaso las autoridades fueron descuidadas sobre la forma en que abordaron la operación. Si existía un camino menos violento para evitar aquel baño de sangre, evidentemente no lo habían tomado. Las consecuencias podían verse en los cuatros cadáveres tendidos en el pavimento y en la media docena de heridos esparcidos alrededor; algunos, como Craig, con pocas probabilidades de salvarse. Otros, como Mitch, sin esperanza de nada.

Yo fui uno de los afortunados, al menos es lo que dijeron los paramédicos. La única bala que me impactó directamente, tenía orificio de salida y no había perforado ninguna arteria. Un par de suturas y un tiempo de cabestrillo y estaría completamente recuperado. Lo más peligroso era la pérdida de sangre, algo de lo que intentaban ocuparse.

Sabía que debía estar aliviado de seguir con vida, sólo que no podía. La sensación de entumecimiento que persistía dentro de mí ahogaba cualquier emoción. Es como si hubiera sido despojado de todo lo que le permite a un ser humano sentir. Ya no me importaba lo que ocurriera o hicieran conmigo. No me importaba el futuro o la vida de encierro que llevaría a partir de ese momento. Lo único que veía cada vez que parpadeaba era el cuerpo inerte de Mitch y su sangre manchándolo todo. Volvía a sacudirlo y gritarle. Volvía a implorar para que abriera los ojos, pero de nuevo, los ruegos quedaban sin respuesta.

Era una escena que mi mente se empeñaba en revivir una y otra vez mientras me trasladaban en la ambulancia camino al hospital.

Mi cabeza palpitaba furiosamente y sentía la mitad del rostro inflamado, producto de los puñetazos de Tommy. Alguien armaba un torniquete en mi hombro, al mismo tiempo que un segundo paramédico uniformado revisaba la herida en mi pierna. El hombre, de mirada calculadora, formuló preguntas que yo respondí en medio de un llanto silencioso del que no me había percatado. ¿Aquella siquiera era mi voz? ¿El corazón que latía dentro de mi pecho realmente me pertenecía? ¿La sangre que manchaba mis manos había emergido de mi propio cuerpo? No, esta es de Mitch, recordé. Traté de limpiarme con la tela de mis vaqueros, pero las esposas, enganchadas a la camilla, me lo impidieron.

El Día Que Las Estrellas Caigan ✔ (Destinados I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora