49-You are the one that I want

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Alex

Lo había soñado. Las había visto besarse, abrazarse, incluso decirme que nunca habían dejado de frecuentarse.

El golpe que recibió Piper luego de aquella pesadilla no se compara pero ni un poco al tremendo cross a la mandíbula que acabo de recibir de su parte.

Knock out que me sacude el alma.

¿Puedo enojarme? Sí

¿Tengo derecho a enojarme? Claro.

¿Me lo merezco? También. 

Estoy probando de mi propia medicina. ¿Qué hubiese pasado si Piper me hubiese visto besar a la abogada? No, no puedo ni imaginarlo siquiera, pero ella no se hubiese ido como he hecho yo. La rubia se nos hubiera tirado encima, estoy segura de eso.

 Tal vez hasta estoy más enojada conmigo misma que con ella por mi pequeño desliz. Aunque...no es lo mismo. Lo mío con Michelle no ha pasado más que de un beso, mientras que Zelda y Piper tienen un pasado, una historia, vamos,  han tenido sexo no se cuántas veces (espero que sólo una) El sólo hecho de pensarlo me taladra la cabeza y el corazón. 

¿Por qué mierda tiene que estar trabajando para ella? ¿Por qué no se ha ido aún?

Sé que me ama, que si no lo hiciera no me hubiese entregado este anillo y mucho menos me hubiese dicho que quiere que tengamos un hijo juntas. Tampoco es tan tonta como para estar engañándome a la vista de medio mundo. Aún así, es tanta la bronca que tengo encima que no quiero verla, no todavía porque cualquier cosa que diga va a ser para empeorar las cosas, me conozco. Me va a venir bien tomar un poco de aire y distancia.

No sé cuánto tiempo es el que llevo caminando, pero casi sin darme cuenta me encuentro en la otra punta de la ciudad. Si me preguntasen cómo es que he llegado hasta aquí, no tengo la menor idea.

Y se me ocurre que es un buen momento para ir y hablar con ella. Sí, la necesito justo ahora.

 La necesito siempre, la extraño y no he dejado de pensarla en estos últimos días.
Un abrazo suyo no me vendría nada mal; dormirme entre sus brazos, tampoco.

Sabes que no vengo porque para mí no estás aquí, yo creo que eres parte del aire, al menos eso es lo que me gusta pensar para no entrar en desesperación. Sin embargo hoy tuve la necesidad de esto, de traer flores, y de sentarme aquí, a charlar un rato con la chapita que lleva tu bellísimo nombre, Diane.
Si estuvieses conmigo todo sería más fácil, mami, claro que sí. Justo ahora estaría llorando en tus faldas y recibiendo tus caricias y consejos, o tus retos tal vez, no lo sé.

No pasa un sólo día en que no me arrepienta de haberte hecho sufrir tanto, de haberte dejado sola durante tanto tiempo. Recuerdo la manera en la que lloraste cuando supiste de casualidad a lo que me dedicaba. Recuerdo ese cachetazo también, incluso creo que aún puedo sentir el ardor en mi cara.
Y tenías razón, siempre tuviste razón. Y te fuiste antes de verme caer: no sé si no es que preferiste mirarme desde arriba antes que  tener que ir a visitarme a prisión...tal vez sí.

Yo quise darte lo mejor, mamá. Quise que dejases de luchar todos los malditos días para conseguir algo de dinero que nos diera de comer. Quise que pudieses disfrutar de unas lindas vacaciones, quise que pudieses comprarte toda la ropa que se te antojara, quise que no tuvieses que preocuparte ni hacerte mala sangre por conseguir el dinero para el maldito alquiler...que dejases de luchar quise.
Porque desde que nací te he visto nada más que luchar por sobrevivir, mamita, y quise algo mejor para ti. Para las dos.
Así y todo, nunca voy a perdonármelo, ¿sabes?

Te Amo,Te Odio...Dame Más!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora