Capítulo 31

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Megan

Estaba en un rincón de la antigua granja industrial, cambiándome de ropa detrás de un montón de cajas de madera apiladas. Incluso yo que era la líder de un ejército tan grande como este no disponía de lujos como la privacidad. Mientras me colocaba el traje negro de tela elástica y resistente, el mismo que solía usar cuando era espía, pensaba en todas las decisiones que me habían llevado hasta este momento.

Extraje de mi bolso las armas que necesitaba, pistolas, dagas, cartuchos con balas, cuchillos, navajas, granadas. Guardé cada implemento en su respectivo lugar, revisando dos veces que estuvieran bien asegurados para no perderlos en el alboroto de la batalla. Amarré los cordones de mis zapatos, apretando dos nudos para evitar que se soltaran. Finalmente, sostuve en mis manos el pesado chaleco antibalas, acolchado alrededor de las zonas que correspondían a la parte superior de mi cuerpo.

Lo coloqué encima mi traje, metiendo los brazos y la cabeza en los orificios; abrochando las correas de fieltro en el costado izquierdo de mi torso, justo sobre mis costillas. Sujeté mi cabello en una cola alta de modo que los mechones rebeldes no me molestaran en el rostro.

Cuando terminé, no tenía un espejo para evaluar mi reflejo, por lo tanto simplemente asumí que todo estaba en orden. En realidad, lo que menos me importaba en ese instante era mi aspecto. Saber que contaba con mi traje especial, mis armas y el chaleco antibalas era suficiente para sentirme segura. Me di la vuelta hacia la hermosa katana que esperaba apoyada contra la pared, la cual habían fabricado únicamente para mí. La tomé en mis manos, calibrando su peso, desenvainándola y comprobando el filo de la hoja. Pasé un dedo por el sable, derramando una gota de sangre apenas con rozarla.

Sonreí con satisfacción, hoy iba a cortar muchas cabezas.

Afuera del edificio de la granja, podía escuchar claramente el ajetreo de mi ejército preparándose para la guerra. Colgué la katana a mis espaldas, dirigiéndome hacia la puerta principal. Era una noche sin luna, por lo tanto los terrenos estaban completamente a oscuras, aunque eso no les impedía a mis compañeros terminar con sus tareas.

Caminé por el suelo de tierra con la cabeza en alto, la espalda recta y el rostro con una expresión neutral. En un momento así, cuando estábamos tan cerca de ir a luchar, lo mejor era no demostrar demasiadas emociones, pero tampoco era aconsejable parecer un robot sin sentimientos. Encontrar un punto medio entra ambas alternativas era difícil, pero después de tanto tiempo preparándome para salir a misiones peligrosas cuando era espía, esto no era nada en comparación.

Me alegró ver que los soldados estaban vestidos con sus uniformes respectivos, dependiendo del cometido que les habían asignado a los distintos escuadrones. Algunos iban de negro de pies a cabeza, mientras que otros con camuflaje o trajes especiales como el que yo misma estaba usando.

Me reuní con mis generales, quienes me esperaban en el centro de la propiedad, todos formando un círculo. Cristianno, Dmitri, Ian, Adrianno y Jamal Al-Yandal permanecieron en silencio hasta que yo me sentí lista para hablar.

- Bueno, estamos a una hora de que la pesadilla comience, si me conocen bien sabrán que no daré un discurso motivacional porque a donde vamos es el mismísimo infierno y nada de lo que pueda decir los animará– Comenté, suspirando–

Hice una pausa, suspiré y continué.

- Lo único que les voy a pedir es que luchen a muerte y que recuerden la razón por la que decidieron apoyarme en esta misión suicida– Proseguí, apretando la mandíbula–

Crucé las manos detrás de la espalda en posición firme.

- Conocen sus instrucciones, ocúpense de lo suyo y no duden en improvisar si ven dificultades, las cuales habrán. Si en el transcurso de la batalla la dirección de lo que planeamos cambia, recibirán nuevas órdenes de mi parte, pero hasta que eso no suceda, ustedes sigan adelante con el objetivo de cada escuadrón– Indiqué, firme y determinada–

Ahora y siempre (ASP #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora