Capítulo 32

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Cristianno

Pensé que después de tanto llorar, eventualmente llegaría un momento donde mis lágrimas se agotarían. Estaba en estado de shock, aunque intentaba respirar hondo para tranquilizarme, no podía parar de llorar: tenía grabada en la retina la imagen de mi padre rindiéndose con los brazos en alto.

- ¿Por qué no insististe para que viniera con nosotros?– Pregunté, mis lágrimas rodando por mis mejillas–

Pero mi compañera no respondió, me enfrenté contra su silencio duro e impenetrable como si fuera la fortaleza de un castillo. Repetí la pregunta mil veces, primero gritando y luego en susurros sofocados. El sol entraba a raudales en el interior del helicóptero, el cual todavía permanecía con la puerta abierta. El fuerte viento entraba como latigazos, desordenando mi cabello y ropa.

- ¿Por qué lo abandonamos a su suerte?– Insistí, mis ojos inundados en lágrimas–

Al principio Megan me abrazó contra su pecho, no tanto para consolarme por mi dolorosa pérdida sino más que nada para asegurarse de que no saltaría al vacío en un impulso suicida. Pero luego de un rato, cuando entendió que por muy triste que estuviera no sería capaz de hacer una tontería de ese estilo, ella se levantó y se sentó en el otro extremo del helicóptero, enterrando la cabeza en las piernas.

- ¡Megan, respóndeme!– Grité, apretando las manos en puños, temblando–

Ambos necesitábamos espacio después de lo que había ocurrido, eso podía entenderlo, pero lo que no calzaba en mi mente es que Megan se negara a hablar. El resto del viaje hasta el aeropuerto nos quedamos en esa misma posición, ninguno volvió a mencionar una palabra o movió un músculo a pesar de lo incómodos que estuviéramos. Nos sentíamos agotados luego de pasar toda la noche despiertos luchando, por lo tanto el sueño nos venció ahí mismo sin que nada más importara.

El ejército de Megan se desintegró cuando nos separamos en el aeropuerto, cada uno se fue por un camino distinto ahora que el trabajo para el que habían sido congregados estaba hecho. Cuando llegamos a Roma, nos dirigimos de inmediato a la mansión para reencontrarnos con el resto de la familia que se había quedado en la ciudad para proteger nuestro territorio. Nos recibieron rebosantes de alegría, repartiendo abrazos y descorchando botellas de champaña como si fuéramos héroes que habían logrado superar una gran hazaña.

No pasó demasiado tiempo hasta que finalmente alguien planteó la temida pregunta.

- ¿Dónde está Adrianno?– Preguntó mi abuela, preocupada–

- ¿Por qué no está aquí?– Interrogó uno de mis tíos, cauteloso–

Todos enmudecieron a la vez, girando la cabeza para mirar a Megan. Podía ver la confusión reflejada en sus rostros. A medida que el silencio se tornaba más largo, el desconcierto se convirtió rápidamente en miedo. Aunque estaba al lado de Megan, pero todos la observaban a ella en busca de explicaciones. No habíamos hablado del tema todavía, por lo tanto yo también desconocía la razón exacta por la que habíamos dejado a mi padre atrás.

- No tuvimos tiempo, los soldados estaban sobre nosotros y debíamos tomar una decisión: Adrianno aceptó quedarse para que pudiéramos escapar– Explicó Megan, en un tono bajo pero determinado–

Bajé la cabeza, cerrando los ojos y apretando las manos con fuerza.

Odiaba cómo Megan contaba una mentira camuflándola con fragmentos de verdad. Con eso lograba que la historia fuera todavía más creíble, especialmente para los que no habían estado ahí. Muy conveniente, considerando que los únicos que habían presenciado ese momento fuimos nosotros tres: Megan, Adrianno y yo. De esa forma, era imposible refutar la historia sin traicionarla y arrojarla a los leones.

Ahora y siempre (ASP #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora